Mujeres en la playa

Quince municipios franceses han prohibido el uso del burkini, la prenda utilizada por mujeres musulmanas para bañarse en el mar, que cubre el cuerpo del tobillo a la cabeza y que disimula su silueta.

El debate enfrenta los argumentos religiosos con feministas a favor y en contra, las acusaciones de islamofobia con la defensa de los límites en un estado laico. Si una persona, hombre o mujer, decidiera ir a la playa cubierta de cuerpo entero por cuestiones de salud (proteger su piel del sol, por ejemplo) nadie discutiría su derecho a hacerlo. Pero no es el caso.

En el Islam la mujer está considerada como un ciudadano de segunda clase, con menos derechos que un menor si éste es varón. Se regula al milímetro lo que puede o no puede hacer y taparse es parte de la sumisión a la que se le somete. (Cuando tratamos de entrevistar a una mujer dominicana convertida al Islam no se le permitió hablar ni estar en la misma sala que el fotógrafo sin que el Imán de su mezquita estuviera presente. Eso aquí, en Santo Domingo.)

Que haya grupos feministas que defiendan el derecho de las mujeres musulmanas a usar el burkini “porque son libres de ponerse lo que quieran” es una contradicción a su propio ideario. Ese es el asunto, que no lo eligen. Están obligadas a usarlo... o no pueden bañarse en el mar. No pueden elegir otra opción sin pagar el precio de la crítica o el repudio familiar y de su grupo. Las mujeres musulmanas no son libres porque su religión decreta sumisión al hombre en todos los aspectos de su vida.

Prohibir el uso de esta prenda puede ser una tontería de acuerdo a nuestros valores y normas de conducta en sociedad. Pero con una doctrina político/religiosa fundamentalista de por medio prohibir el burkini es una forma de no ceder la libertad conquistada. Esa es la paradoja.

IAizpun@diariolibre.com

Inés Aizpún