¿Una nueva democracia? (y 3)

La nueva democracia es definida como un sistema de opinión pública, que tiene que dar respuestas inmediatas a los “estímulos” que llegan desde la población. Esta característica conduce a la transparencia que debe tener toda gestión gubernativa y, en consecuencia, a la creación de una ética política en la que se convierte en una cuestión de honor no permanecer en un cargo cuando se ha sido cuestionado. El funcionario no debe esperar su remoción por parte del Ejecutivo, sino que tiene el deber ético de renunciar para facilitar la investigación de su caso.

Un sistema político moderno se establece en favor de la creación de una sociedad armónica, con reducidos conflictos sociales, no porque las diferencias sean inexistentes, sino porque el sistema provee suficientes mecanismos de solución de conflictos que son aceptados como legítimos.

A esa legitimidad se llega por varias vías, la primera de las cuales es la despolitización de los procesos de elección de los árbitros y la permanencia en el cargo mientras se observe buena conducta, pilares de la independencia funcional.

La nueva democracia crea numerosos mecanismos de participación: es una nueva ágora donde los ciudadanos escogen los medios para participar porque todos contribuyen al bien común a través del pago de impuestos y de apoyos al sistema democrático. La participación no solo fortalece el sistema sino que por medio de ella la tolerancia se convierte en un activo del sistema.

Asimismo, la ruptura del monopolio partidario de las candidaturas y la limitación en el tiempo en los cargos de elección garantiza una rotación y variedad del liderazgo que beneficia a toda la sociedad.

Son ideas para una verdadera ingeniería política para las nuevas realidades. ¿Lo haremos? Depende de todos.

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Adriano Miguel Tejada