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De buena tinta

Fidel se ganó sus rangos a pulso

Su muerte, aunque esperada, sorprendió

Lo bueno de Fidel fue que se murió cuando quiso, y sorprendiendo a todo el mundo, incluso a su hermano, que hizo el anuncio con la voz quebrada de quien no lo esperaba así, tan de repente. Después de tantos intentos que la leyenda multiplicó falleció con la inocencia del ángel que vino a buscarlo, pues en el más allá se respetan los rangos.

Y Fidel se los ganó a pulso. Fuera con el amor de sus seguidores o el odio de sus oponentes, y más, si al pasar raya, los primeros resultan más que los segundos. Lo lloran por doquier y lo celebra solo una parte de la comunidad de Miami, y asombrosamente gente joven, ya que venció a todos sus contemporáneos. Fidel murió cuando no quedaba vivo ninguno de sus adversarios del inicio de la Revolución, y ésta ya reconciliada con el Norte revuelto y brutal que lo mantuvo en pie de lucha durante más de cincuenta años.

La América que velará sus restos ni golpista ni guerrillera, y con una situación imposible de definir, con democracia cuestionada, izquierda que cae y derecha que se levanta. Legado dejará, y no serán sus cenizas, pero tampoco afiches en la pared, sino un cañón de futuro.