Protejamos nuestros ríos
Es evidente que la gente se muda a la orilla de los ríos por una razón vital: disponer de agua para sus necesidades y, además, porque esas áreas son del dominio público, y nadie las va a reclamar.
El peligro de que el río “baje hondo” siempre está presente, pero las autoridades meten la mano, y hasta es posible que les salgan viviendas en mejores condiciones y más confortables, cortesía de la política y de la buena voluntad de la ciudadanía a través del Estado.
Pero rodear los cauces de los ríos de viviendas tiene un alto costo: el daño ambiental y la destrucción del recurso hídrico, que es un precio muy alto que estamos pagando los dominicanos.
Primero, la deforestación de las zonas donde nacen muchos ríos; luego, la extracción de materiales de sus cauces que los empobrece y los agota, y luego la contaminación al convertirse en depósitos de materiales no degradables, materias fecales y otros contaminantes, nos crean un daño que puede ser irreparable.
Si no existe una clara política forestal, por lo menos que los ayuntamientos protejan los ríos de sus ciudades.