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El PRD es parte de mi vida

"Sin concertación no hay 2016. Sin el PRD colapsa la democracia".

El 24 de abril de 1965 a la 1:30 de la tarde, apenas un niño, estaba junto a mi padre, Américo Espinal Hued, Senador Constitucionalista, celebrando las elecciones de la Asociación Dominicana de Abogados (ADOMA), cuando estalló la Revolución. Salimos toda la familia, agitando pañuelos blancos, a vociferar ¡Juan Bosch, Presidente! ¡Juan Bosch, Presidente!

Junto a mi padre, conocí a Thelma Frías, Juan Casasnova Garrido, Grico Grisolía, Ángel Miolán, Casimiro Castro, Bonaparte Gautreaux Piñeyro, Miguel Ángel Rodríguez Alcántara, Secundino Gil Morales, como a una Pléyades de hombres y mujeres comprometidos con la libertad y la democracia en nuestro país.

Mis padres, mi hermana y yo vivíamos refugiados en una sola habitación, en la casa de mis abuelos maternos, en Ciudad Nueva.

El himno del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) nos hace vibrar con la misma intensidad que el himno nacional dominicano.

Eran los tiempos en que los senadores y diputados legislaban en el piso, en el antiguo Hotel Comercial de la calle El Conde, levantando la bandera de la constitucionalidad y la libertad, desde las Trincheras del Honor.

Me aprendí el himno de la Revolución de Abril como aprendí el abecedario. Lo cantaba con clamor, como quien canta a la vida su razón de ser.

Don Juan y José Francisco Peña Gómez eran los amigos de la familia y los paradigmas de la sociedad.

Cuando eligieron al doctor Joaquín Balaguer, en 1966, nos mudamos a Santiago. Allí crecí. Es junto a hombres de la talla de don Negro Veras, Juan José Ayuso, Ángel Julián Serulle Ramia y otros, que empiezo acompañar a mi padre a liberar presos políticos, a escribir comunicados en la prensa y a acompañar a mi madre y a doña Acela Mera de Jorge, a luchar por la reforma carcelaria.

Esa generación del 1960 me inspira. Me mueve y conmueve. Esos hombres y mujeres fueron a la política a servir. A construir. Por eso afirmo: "Yo soy del PRD de 1963".

Ese es mi origen. Esas, mis raíces.

En 1977 es mi padre quien lleva de la mano y presenta en La Romana al precandidato presidencial del PRD, Salvador Jorge Blanco. Mi primer voto lo ejercí con sentido de misión -vestido de blanco entero- por don Antonio Guzmán Fernández. Cuando la crisis post electoral de 1978 ahí estuvimos librando la batalla. Aún recuerdo las discusiones en la redacción del comunicado que en defensa de la democracia emitió el Grupo de Santiago. Mi familia y mis amigos contribuyeron y fueron parte importante de los gobiernos del periodo 1978-1986.

En el periodo 2000-2004 fui parte de la solución de grandes conflictos nacionales, a través del Diálogo Nacional. Igualmente, junto al sector empresarial, la PUCMM y la Iglesia Católica, iniciamos gestiones para la conformación de un Plan de Nación.

Porque la política no solo es el arte de lo posible. Sino también, el arte de hacer posible lo necesario.

El 9 de febrero pasado, el ex-presidente Hipólito Mejía, refiriéndose a mi "Propuesta de Solución a la Crisis del PRD", escribió, en su columna del periódico El Nacional, lo siguiente: "Acojo de buena fe, sin ambiciones personales, la propuesta formulada por un grupo de compañeros para sustentar el diálogo, a la cabeza del cual se encuentra el distinguido doctor Nelson Espinal Báez, que cuenta con la anuencia o simpatías de la Iglesia y de grupos de amigos y que han sugerido un procedimiento para que vayamos a la mesa del diálogo."

Agradezco su deferencia. Así como también agradezco la deferencia del ingeniero Miguel Vargas. De ambos, y de sus respectivas familias, siempre he recibido distinción y aprecio. Ambos conocen y respetan mi postura política.

No busco ser mediador en el PRD, ese no es mi interés. Yo, como la mayoría de los perredeístas, quiero la unidad del PRD. Y por ese compromiso con la unidad vengo trabajando por años dentro del partido y he gestionado el apoyo de las más altas instancias de la vida nacional. Porque si una lección importante nos dejó, a los dominicanos, la Revolución de Abril de 1965 fue que la democracia se sustenta con el diálogo democrático. Que la concertación es parte esencial del líder político. Y que el verdadero cambio no se hace con una lucha estéril de clases, sino con una lucha unida de clases, con una visión de futuro.

Hoy ya están rotas las sillas del diálogo. Pero nunca estará rota la esperanza de que se vuelvan abrir las puertas al entendimiento. Pues la unidad del PRD es la salvación de la democracia en la República Dominicana.

Empecemos por el respeto a todos los compañeros del partido. Hay soluciones posibles, viables, institucionales e inteligentes. La Iglesia Católica ha extendido su mano para mediar. Tomémosla con humildad y vocación democrática. Empecemos creando entre todos el ambiente, la actitud. Pues tarde o temprano habrá pacto, lo ideal es que sea abierto, democrático e institucional.

Por esa herencia y ese legado a las futuras generaciones es mi lucha, es mi compromiso, por un PRD vibrante, inspirador, innovador. Por un PRD Unido, un PRD con la Gente.