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Corrupción
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La corrupción latinoamericana atrapada en las redes de la tecnología

En Brasil, el escándalo de Petrobras -descrito como “uno de los esquemas de corrupción más sorprendentes jamás descubierto”- culminó en marzo con pedimentos de juicio para su presidenta Dilma Rousseff y su predecesor Luiz Inácio da Silva. Muchos otros líderes han sido involucrados en la crisis, acusados de recibir prebendas para otorgar contratos estatales. Para el tiempo que salió a la luz, cinco mil millones de dólares habían sido tragados por la corrupción. World Economic Forum, Corruption in Latin America is skyrocketing, junio 2016

Han pasado ya casi seis años desde que Julian Assange logró penetrar los archivos del Departamento de Estado norteamericano, y filtró miles de documentos clasificados como confidenciales o secretos, y que fueron denominados los WikiLeaks. Desde chismes diplomáticos, informaciones de guerras, hasta prácticas de corrupción fueron reveladas en documentos puestos a la disposición del más simple de los mortales. Todavía hoy WikiLeaks continúa alimentando su página web con nuevas revelaciones. Otros han seguido sus pasos -como es el caso del exespía de la CIA Edward Snowden- y las filtraciones continúan llegando a las redes sociales. El más reciente caso es el de los papeles de Panamá, con informaciones financieras de líderes políticos y empresariales de la región.

La tecnología y las redes sociales se han convertido en una fuente de transparencia que aún con sus riesgos obligan a los funcionarios públicos a actuar con más cuidado a la hora de incurrir en actos de corrupción. Sin embargo, parecería que la corrupción sigue indetenible en América Latina, tal como se analiza en el documento citado en el encabezado, en donde se citan los casos de corrupción que envuelven familiares de la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, así como el caso de la expresidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, quien fue acusada de manipular las reservas del Banco Central; asimismo, el caso del expresidente Otto Pérez Molina y su esquema para defraudar a las aduanas de Guatemala. Esta lista no es exhaustiva, y podría incluir los gobiernos de Venezuela, Nicaragua y México, entre otros.

Todo esto pone al descubierto una realidad que ha sido posible destapar gracias -en gran medida- a la revolución informática que ha ocurrido en los últimos años y que ha hecho posible seguir las ramificaciones de los complejos esquemas financieros que se han montado para defraudar al Estado. Y es -precisamente- en esas ramificaciones que se ha podido comprobar que la corrupción ha pasado de una realidad particular de los Estados a una corrupción gestionada como una práctica regional. El caso de Brasil -por ser una economía tan grande- es el caso más emblemático. Los miles de millones de dólares que fueron succionados del erario brasileño -presuntamente, bajo la coordinación de Lula y Rousseff- encontraron cómplices en otros países de la región.

Es en este contexto que nos llega el caso de los Súper Tucano, comprados a un fabricante brasileño, presumiblemente como resultado de un soborno, combinado con un sobre precio. Se ha destacado el hecho de que la movilización de la justicia dominicana al someter a varios implicados se debe a presiones externas; lo que sin dudas parece una realidad. Pero, una de las ventajas que tiene la competencia es que desarrolla una saludable rivalidad entre productores de bienes y servicios similares. En el caso de los Súper Tucano algunos de los fabricantes competidores han entendido que sus intereses fueron afectados por el otorgamiento del contrato a Embraer; de manera que ciertamente ha habido una presión del norte. El problema es que han suministrado informaciones que parecen comprometedoras, y que solo un proceso judicial -si eso es posible en la República Dominicana- puede determinar su validez. Ahora bien, ¿se debe invalidar dicho proceso judicial porque intereses foráneos están detrás del caso? ¿O debemos sentirnos agradecidos de que casos como éste puedan ser dilucidados en los tribunales debido a la vigilancia internacional -interesada o no-, ya que la nuestra es tan miope? Son preguntas que debe movernos a una reflexión seria sobre un tema que tiene tanto impacto en el presente y el futuro del país.

En el citado informe se habla de que América Latina aparece sistemáticamente en la parte baja del índice de percepción de la corrupción, lo que significa que en la práctica una alta proporción de su población se ve afectada por las consecuencias de un «veneno (la corrupción) que se permea a otras partes de la sociedad con efectos algunas veces devastadores», como lo fue en el caso de la desaparición de 43 estudiantes mejicanos, atribuida al contubernio entre autoridades y narcotraficantes.

En la medida que las prácticas corruptas -puestas al descubierto por los avances tecnológicos- se han convertido en material de escándalo que gana primeras planas en los medios impresos y ocupa profusamente los espacios digitales, las sociedades latinoamericanas han ido tomando conciencia de la magnitud del problema y de la importancia que tiene para explicar otros males sociales, como la pobreza, la delincuencia y la carencia de adecuados servicios públicos. Pero aún falta un largo y pedregoso camino por recorrer. En muchas comunidades -dadas sus precariedades- ven en el narcotraficante o en el «líder» corrupto una fuente de solución a sus problemas más urgentes, sin percatarse de que en realidad son sus victimarios.

Cuando se mira a los actores envueltos en los escándalos de corrupción -funcionarios, jueces, legisladores, y demás- uno tiene la sensación de que todos los poderes del Estado están infectados por el virus de la corrupción. Y para combatirla se va a necesitar mucho más que la tecnología y las promesas... se va a necesitar la voluntad política.

@pedrosilver31

Pedrosilver31@gmail.com

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