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La percepción en un país con tantas dualidades

“La realidad es lo que tomamos por verdad. Lo que tomamos por verdad es lo que creemos. Lo que creemos es basado en nuestras percepciones. Lo que percibimos depende de lo que andamos buscando. Lo que andamos buscando depende de lo que pensamos. Lo que pensamos depende de lo que percibimos. Lo que percibimos determina lo que tomamos por verdad. Lo que tomamos por verdad es nuestra realidad.” Gary Zukav

Es innegable el rol que juegan las percepciones a la hora de definir una realidad. El vínculo entre ambas es tan fuerte, que frecuentemente es difícil reconstruir una realidad sin que el sujeto que la observa se vea libre de sus prejuicios. Por eso, cada quien aborda la realidad condicionado por sus propias experiencias, su formación y sus inclinaciones o propensiones; aunque pudiésemos afirmar que existe una realidad –objetiva, llaman algunos- que es independiente de nuestros sentidos.

El hecho de que la percepción sea tan importante, al punto que pudiera ‘sustituir’ a la realidad, se presta para que sea objeto de manipulación a través de los poderes mediáticos. No es extraño que muchos problemas de la sociedad dominicana sean abordados a través de las políticas comunicacionales que en realidad no buscan soluciones efectivas, sino simplemente condicionar a la opinión pública en determinada dirección. El éxito de esas “soluciones mediáticas” ha servido de estímulo para que los gobiernos enfaticen en cambiar la percepción de la gente con políticas de alto contenido propagandístico, al considerar que los problemas son fruto exclusivo de la percepción. Se pudiera afirmar que las modernas y efectivas herramientas comunicacionales han restado interés a las políticas públicas en la búsqueda de soluciones verdaderas.

Nuestro país tiene tantas realidades duales que no pueden ser atribuidas exclusivamente a las percepciones. Por un lado, la gente se queja del alto costo de la vida, pero a la vez se destaca que nuestra economía tiene niveles insignificantes de inflación. Y si los niveles de inflación son tan bajos, para qué hacer aumentos extraordinarios en los salarios. ¿Percepción o realidad?

La gente también se queja de que no hay oportunidades de trabajo; los jóvenes profesionales –y sin profesión- pierden las esperanzas de emplearse dignamente, mientras la cifras de desempleo dicen que sólo cerca de un 6% de la población económicamente activa no tiene empleo. Muchos desempleados después de pasar semanas en busca de un trabajo se desalientan, pierden la esperanza, y dejan de salir a buscar una oportunidad para trabajar; en cuestión de semanas ese desempleado queda registrado como si tuviera trabajo, aunque esté de manos cruzadas en su casa. Muchos perciben como muy alto el nivel de desempleo. ¿Percepción o realidad?

Asimismo, la gente percibe que en el país existen altos niveles de corrupción. Que muchos no pueden justificar las fortunas que ostentan, y que no hay voluntad política para enfrentar con seriedad ni siquiera los casos más escandalosos de corrupción. La política comunicacional, la que gana elecciones, recomendaría las estrategias más adecuadas para minimizar los riesgos reputacionales que se derivan de una opinión pública que condena las prácticas de corrupción. ¿Percepción o realidad?

Y así llegamos al tema de la seguridad –o inseguridad- ciudadana, y de la sensación de impotencia que sufre la mayoría de los dominicanos cuando tiene que salir de sus hogares, y hasta de los peligros de que lo asalten –o pierdan la vida violentamente- en su propia vivienda, como ha ocurrido con una frecuencia que intranquiliza al más indolente. Los dominicanos no están a salvos en ningún lugar. Las personas andan esquivas en las calles, en sus autos, en los restaurantes, en las iglesias, en las escuelas, en los salones; en fin, hemos perdido el sentido de la tranquilidad y la seguridad. Pero de repente hemos descubierto que las cifras dicen todo lo contrario; que estamos mejorando y que la percepción de inseguridad es resultado de un estado colectivo de paranoia. La política comunicacional a su más alto nivel. No se toma suficientemente en cuenta que esas estadísticas –mal llevadas y mejor manipuladas- generadas en un clima de desconfianza de las instituciones que las recopilan propician que los actos de delincuencia no sean debidamente reportados. ¿Para qué reportarlos si quienes reciban la queja o denuncia es probable que sean parte del crimen organizado? ¿Para qué?, si no pasa nada. De esta manera, se reduce la delincuencia en los libros oficiales, pero no así en la realidad. Y como las estadísticas van en dirección contraria a la percepción, el problema se puede resolver –concluirían los magos de la política- mediante una transformación mediática de esa percepción mal fundada.

No. El país no está paranoico. Está viviendo una aguda crisis de inseguridad ciudadana que afecta ostensiblemente a la calidad de vida de los dominicanos. Es una percepción que diariamente es alimentada con nuevas tragedias, nuevas formas de delincuencia y, ciertamente, con nuevas víctimas. Y eso simplemente no se resuelve con trucos mediáticos. Lamentablemente.

Pedrosilver31@gmail.com

@pedrosilver31

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