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Haití
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Migración y crisis política haitiana

A partir del derrocamiento de Jean-Claude Duvalier en 1986, el sistema político haitiano ha gravitado entre fuerzas que lo empujan activamente hacia la instauración de un régimen democrático, y otras que incentivan el arraigo de una cultura política autocrática y adversa a un Estado de Derecho. Esta correlación facilita el entendimiento de la evolución y acontecer sociopolítico actual de Haití, ya que de la misma se derivan muchas de las ilusiones y desencantos que someten dicho país en el presente.

A inicios de los 90, el devenir democrático haitiano parecía estar asegurado con la elección y toma de posesión de Aristide. Sin embargo, en la medida en que este último arreciaba en su empeño de aniquilar los opositores de su régimen, se suscitó un golpe de Estado promovido por la burguesía, la diáspora, y los altos mandos militares haitianos.

Desde entonces hasta hoy, Haití ha sido testigo de una intervención americana, de un segundo golpe de Estado a Aristide, y de la instauración de un Cuerpo de Paz de las Naciones Unidas. Si a todo esto le añadimos la profunda crisis económica, el terremoto del 2010, y las enormes pujas y tensiones surgidas en los períodos electorales en Haití, es fácil entender el surgimiento de la figura de Michel Martelly, quien arribó al poder con el apoyo irrestricto de los Estados Unidos y la ONU, resultando ganador de una infame segunda vuelta electoral.

Instalado en el poder, Martelly, quien nunca ha negado sus vínculos con el duvalierismo, ha impulsado innegables mejorías en materia de educación, infraestructura, e inversión extranjera en Haití.

No obstante, estos avances han sido oscurecidos por su incuestionable complicidad con la extorsión y apresamiento a figuras de la oposición como André Michel, su amistad con Woodley Ethéard (alias Sonson La Familia y líder de una notable banda de secuestradores), así como por el desinterés de su gobierno en la tenida de elecciones legislativas y municipales, pendientes de hace más de cuatro años.

Tanto los gobiernos y organismos multilaterales tan afanados en denunciar todo lo relativo a la migración haitiana en República Dominicana, han mantenido un conspicuo silencio al respecto de estas y otras faltas cometidas en la era Martelly. Sin embargo, la parálisis del congreso y el inicio de amplias contestaciones contra el gobierno, obligaron a la comunidad internacional y a los principales actores de la vida social y económica de Haití a movilizarse en pro de la celebración de elecciones.

En ese sentido, la consulta electoral se dividió en tres: la primera tuvo lugar el pasado 9 de agosto y consistió en la primera ronda de las elecciones legislativas. Las otras dos consultas incluyen la segunda vuelta de las legislativas y ambas rondas de las elecciones presidenciales en octubre y diciembre respectivamente.

Consideramos inoportuno lanzar un juicio de valor sobre la contienda del pasado 9 de agosto. Habrá que esperar la publicación de los resultados y desear que la oposición adopte una postura que vaya más allá de la descalificación del proceso. Lo importante es que Haití culmine este ciclo electoral sin intromisión externa y que sean cuales sean los resultados estos no sean excusa para que un bando u otro amenace con desatar protestas que compliquen aún más todo este sombrío panorama.

Resulta curioso como todos estos eventos coinciden con el fin del plan de regularización, el cual debe ser visto, con sus aciertos y desaciertos, como el único esfuerzo hecho por administración dominicana alguna de hacer frente a una temática ignorada y manipulada por tantos años.

Todo esto implica que tanto para Haití como para República Dominicana los meses siguientes se presentan como una especie de hora cero. Por un lado, el gobierno de Martelly no tiene otra salida que no sea garantizar el desarrollo del proceso electoral en Haití, mientras que el gobierno de Medina le queda aplicar la ley y mantener su firmeza ante aquellos que pretenden entorpecer el proceso de repatriación.

Por ahora, resta mantenerse atentos al transcurso y desenlace del proceso electoral haitiano. De iniciarse una especie de revuelta que degenere en violencia se incrementará, como en ocasiones anteriores, el éxodo masivo de haitianos hacia la región lo que inevitablemente ocasionará todavía más tensiones y disyuntivas en el desenvolvimiento de la migración haitiana en República Dominicana.

Esperemos pues lo mejor para Haití, deseando que su clase política y económica decida emprender el camino hacia una estable y promisoria democracia para el pueblo haitiano.

Roberto.mallen@gmail.com

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