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Obama y el libre comercio

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Obama y el libre comercio

Resulta extraño ver al presidente Barack Obama convertido en la postrimería de su mandato en un campeón del libre comercio cuando en su corta carrera como senador por el Estado de Illinois fue un feroz opositor a los tratados de libre comercio que se debatieron durante la segunda gestión del presidente George W. Busch (2004-2008), especialmente el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana, mejor conocido como DR-CAFTA por su sigla en inglés. En aquél momento, tanto él como los demás aspirantes a la candidatura presidencial por el Partido Demócrata para las elecciones de 2008, incluyendo a la senadora por el Estado de Nueva York, Hillary Clinton, se opusieron no solo al DR-CAFTA, sino también a los tratados de libre comercio con Panamá, Colombia y Perú, los cuales fueron promovidos por el gobierno de Busch en el contexto del fracaso del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Atrapados en la lógica interna del Partido Demócrata, en la que los grandes sindicatos tienen un peso enorme tanto en el aporte de votos en las primarias partidarias como en la contribución económica, estos aspirantes presidenciales compitieron entre sí para mostrar quién era más proteccionista y se negaron, con una actitud fundamentalista, a considerar otras ideas y argumentos que los pudiese llevar por un camino distinto. Con el tiempo, todos estos tratados fueron aprobados por el Congreso de Estados Unidos, algunos incluso bajo la presidencia de Obama.

Con ese telón de fondo resulta sorprendente que entre los grandes logros que podrá mostrar la presidencia de Obama con el paso del tiempo sea la firma del mayor acuerdo de libre comercio desde la entrada en vigencia del tratado comercial entre Estados Unidos, Canadá y México el 1 de enero de 1994. Se trata de la Asociación Transpacífica (TPP por sus siglas en inglés), el cual comprende doce países de la cuenca del Pacífico, entre ellos tres de América Latina -Chile, Perú y México-, además de Japón, Canadá, Australia, Nueva Zelandia, Singapur, Vietnam, Malasia y Brunei, los que representan el 40% de la economía y un tercio del comercio mundial. Para lograr la firma de este tratado Obama tuvo primero que librar una importante batalla congresual para obtener la denominada “autoridad fast track”, que autoriza al presidente a firmar un acuerdo de libre comercio y limita a las cámaras legislativas a votar si o no, pero sin capacidad de introducir enmiendas al documento, lo cual es esencial para que cualquier país se siente a negociar un acuerdo comercial con Estados Unidos.

Una vez firmado el TPP, ahora viene la difícil tarea de lograr la mayoría de votos en el Congreso de Estados Unidos, aunque el hecho de que ambas cámaras legislativas cuenten con mayoría del Partido Republicano, el cual favorece el libre comercio, hace pensar que en una extraña alianza entre Obama, los republicanos y una parte del Partido Demócrata este acuerdo comercial pueda salir adelante, aún en el contexto de una campaña electoral. Pronto se sabrá la posición frente a este tema de los aspirantes presidenciales demócratas -Hillary Clinton y Bernie Sanders-, quienes probablemente se opondrán al acuerdo para no perder el apoyo de los grandes sindicatos norteamericanos.

En lo que concierne a República Dominicana, aunque este acuerdo comercial parece distante por los países envueltos, el mismo puede tener un efecto sumamente negativo para algunos renglones exportadores, como textiles y calzados. Países como Vietnam, Malasia y Brunei, los cuales compiten en ciertos rublos con República Dominicana en el mercado estadounidense, se beneficiarán del acceso a ese mercado libre de aranceles, además de que podrían beneficiarse de ciertas reglas de origen que los harían más competitivos que nuestro país, aunque a nosotros nos favorece el hecho de también tener un tratado de libre comercio con Estados Unidos y la cercanía con ese país.

Vale notar que junto al TPP, el presidente Obama ha estado promoviendo la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP por sus siglas en inglés) con la Unión Europea, aunque este acuerdo no podrá concluirse durante el tiempo que le queda a Obama en la presidencia, pero también quedará registrado en la historia que fue bajo su administración que se iniciaron las negociaciones para este ambicioso acuerdo comercial. Los problemas económicos que han enfrentado muchos países europeos, así como problemas de otra naturaleza que han acaparado la atención de Europea, harán que esas negociaciones avancen con lentitud, pero eventualmente se llegará a un acuerdo entre Estados Unidos y la Unión Europea.

A partir de estas iniciativas, el panorama comercial mundial ha cambiado radicalmente, sobre todo después de los fracasos por establecer un acuerdo sobre comercio global. Estados Unidos se ha situado en el centro y eje de varios acuerdos comerciales, primero con los países de Norteamérica, ahora con estas importantes economías del Pacíficos, y más adelante con los países de la Unión Europea, además de los acuerdos comerciales con economías más pequeñas como las de los países del DR-CAFTA, Chile, Panamá, Colombia y Perú, todo lo cual sitúa a Estados Unidos en una posición de liderazgo económico en las áreas más dinámicas de la economía mundial. Por supuesto, parte de esta estrategia es contrapesar el avance de la economía China y su potencial peso político, pero cuando este país llegue a consolidar su poder Estados Unidos habrá también consolidado su posición comercial y su relación política con todos estos países. Y cuando se vea en perspectiva, habrá que reconocerle al presidente Obama que fuera capaz de despojarse del dogmatismo y la estrechez de miras que lo caracterizó durante su época de senador para llegar a entender que estaba llamado a redefinir la estrategia de su país a través del comercio como forma de no perder poder e influencia ante la emergencia de nuevos actores y nuevos desafíos en el escenario mundial.

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