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Bachata
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Un ejercicio de “bachatología”

Una vez, en una entrevista, un periodista me preguntó: “¿A qué obedecen sus estudios sobre la música?”. La pregunta era entendible en un país como República Dominicana, siempre dado a disfrutar las expresiones musicales, casi exclusivamente, como sonido, canto y baile. Mi respuesta fue precisa: “obedecen al interés de pensar la música, sobrepasando, así, el hecho de solo oírla, cantarla o bailarla”. Por esa razón, desde 2007 empecé a hablar de bachatología, describiéndola como un ejercicio de pensar la bachata como fenómeno musical, social y cultural.

A República Dominicana le ha llegado la hora de poner en ejercicio la bachatología. La ocasión se presenta con la celebración del séptimo Congreso Internacional Música, Identidad y Cultura en el Caribe (MIC), cónclave de elevado prestigio global del cual el país será anfitrión, del 7 al 9 de abril, en las instalaciones del Centro León, en Santiago de los Caballeros, que se dedica al tema: “Bachatas y cuerdas en las expresiones musicales del Caribe”. Sus auspiciadores son, además de esa institución, el Ministerio de Cultura y el Instituto de Estudios Caribeños (INEC), entidad gestora del proyecto.

La celebración del congreso representa una excelente ocasión para enfocar la bachata como una cultura. Yo la llamaría la cultura bachatera. Este concepto puede ser engañoso, por la misma razón que se desdeñó a la bachata en sus comienzos: por responder a una forma de ser de músicos y aficionados de esa expresión musical, provenientes de las clases sociales más pobres de la sociedad dominicana, y por esa misma situación, caracterizados por ser –o casi ser– iletrados (incluyendo carecer de estudios académicos de música o canto), y, a menudo, también negros o mulatos.

Efectivamente, de eso se trata: de considerar las vinculaciones de la bachata con las herencias musicales y culturales de los países y territorios del Gran Caribe, verbigracia: las tradiciones locales de música de cuerdas, la pasión danzaria de los caribeños, la práctica del lamento como forma sonora de expresar penas y tristezas.

Como fenómeno social, genera curiosidad en la bachata la contradicción entre el tratamiento de reproche hacia la mujer en su rol de cónyuge, mientras, a la vez, se ejercita el marianismo, que exalta y glorifica a la mujer en sus roles de madre e hija. Esto conduce, inevitablemente, a observar los aspectos ideológicos de la bachata, con una mirada desde las categorías de clase social, etnia y género.

Pensar la bachata como fenómeno cultural conlleva revisar su papel en la identidad de los pueblos caribeños que la han acogido (tanto insulares, como continentales), y su relación con los procesos de transculturación, muy especialmente, en la conservación de identidades transnacionales como la que reflejan los dominicanos en el exterior. Esto es, estudiar las relaciones contradictorias de la reafirmación de música local con los procesos globales de homogeneización cultural.

En ese sentido, resulta de interés enfocar los orígenes de la cultura bachatera y el género musical de la bachata, hurgando sus nexos con las historias nacionales o regionales, en particular con los procesos migratorios internos (campo-ciudad) y externos (la denominada diáspora), en un panorama de alta emigración dominicana hacia Estados Unidos, Europa y la misma región caribeña, sobre todo a Puerto Rico.

Se sabe que a la comunidad dominicana expatriada, la música le sirve de ancla emocional con la tierra dejada atrás; actualmente, la bachata sirve como un relevante medio de identificación cultural, lo cual remite a la representación de la nacionalidad, no ya como categoría política, sino cultural; se conecta al sentido de nación como comunidad compartida, aun sea imaginaria, según las nociones de Benedict Anderson en sus “Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo”, en Imagined communities.

Amén de su internalización por la comunidad dominicana, dentro y fuera de la isla, cautiva poder escudriñar la presencia, difusión y asimilación de la bachata en contextos geográficos, sociales y culturales tan distintos (y distantes) como Haití o Alemania, o Cuba y Suecia; particularmente en las sociedades del Caribe, su estudio ilustra los procesos de desterritorialización y relocalización de músicas locales, considerando la llamativa variedad de contextos económicos, políticos y socioculturales donde se siente se creciente presencia, en una época como la actual, atravesada por amplios fenómenos de migraciones, urbanización acelerada, industrialización, modernización, comunicación masiva y cultura de masas, entre otros asombrosos factores, inéditos en la historia humana.

Ese enfoque conduce a relacionar este género musical dominicano con los procesos de mediatización y masificación de la música, tan íntimamente conectados a los nuevos modos de grabación, difusión y recepción de productos sonoros. ¿Cómo soslayar el papel de los medios de comunicación y socialización de la música? Eso sería impensable, especialmente cuando viene al recuerdo la emblemática Radio Guarachita.

Indefectiblemente, el hilo conductor arribará a las dimensiones económicas de la bachata, especialmente, su relación con el mercado de la música y las industrias culturales. ¿Cuál es la cadena de valor que se mueve con la bachata? ¿Cómo se articulan sus nichos de mercados? ¿Cómo se han formado sus circuitos de circulación? Y finalmente, ¿quién explota a quién? ¿Los inversionistas a los artistas, estos a aquellos, o ambos a las audiencias?

Con las respuestas vendrán los temas de derecho, que representan los nexos jurídicos del género: la intrincada cuestión de los derechos de autor, la propiedad intelectual y el dominio público.

El fácil deducir que la cuestión no es tan simple como podría parecer. La bachata, y la cultura bachatera, no pueden despacharse con ligereza.

La bachatología, sea concebida como ámbito de saber temático o como una línea de investigación, tiene ante sí enormes desafíos al plantearse desbrozar las implicaciones tanto musicales, como sociales, culturales, e incluso políticas, de la bachata y la cultura bachatera.

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