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¿Inclusión Financiera o Robin Hood en reversa?

El más reciente tópico de moda en la comunidad de organizaciones de microfinanzas, de desarrollo e instituciones multilaterales es la “inclusión financiera”, entendida como el acceso de la población, sobre todo la más vulnerable y de más bajos ingresos, a un conjunto de servicios financieros, tales como ahorro, crédito, seguros, sistemas de pago, educación financiera y protección al consumidor.

Datos del Banco Mundial para República Dominicana indican que en el 2011, el 38.2% de la población mayor de 15 años contaba con algún tipo de cuenta en una institución financiera formal. Por igual, el 15% de la población adulta recibía su salario a través de un depósito en cuenta bancaria y un 7% utilizaba los servicios bancarios formales para recibir algún tipo de subsidio del Gobierno, mientras que un 9% utilizaba sus cuentas para recibir remesas. También, un 16% contaba con cuenta de ahorro y un 10% pertenecía a algún tipo de club de ahorro.

Por el lado de los activos bancarios, estima el Banco Mundial que para ese año solo el 14% de los adultos del país habían recibido un préstamo de una institución bancaria formal durante el año anterior (2010) y un 12% contaba con tarjeta de crédito.

Si comparamos estos indicadores con los que ofrece el Banco Mundial para el conjunto de América Latina encontramos que nuestras cifras son bastante comparables con los promedios para toda la región, aunque con una mayor cobertura de financiamiento. En toda la América Latina el 8% de la población adulta recibió créditos de una institución formal durante el año anterior, mientras que esa cifra es de 14% para República Dominicana.

Si acercamos el foco y miramos a las microempresas, definidas como las unidades de negocio en comercio, producción o servicios, urbana o rural no agrícola, con ubicación fija (no móvil) y con un máximo de 10 empleados, podemos arrojar un poco de luz a los motivos de esta divergencia.

Cifras del 2013 obtenidas mediante la última encuesta realizada por FondoMicro establecen que para ese año, el 57.3% de los propietarios de microempresas contaban con cuentas de ahorros en el sistema financiero formal, mientras que un 32.7% habían obtenido préstamos durante el año anterior a la investigación. De esos que tomaron crédito, un 52.5% lo habían recibido del sistema financiero formal, y el 65.7% de ese 52.5% que recibieron créditos del sistema financiero formal lo recibieron de instituciones especializadas o con programas muy activos y focalizados dirigidos al sector micro empresarial.

La importancia de estos datos es que permiten cuantificar el alto impacto que tienen los bancos especializados o con activos programas de crédito a microempresarios en el proceso de inclusión financiera. Además, en los últimos 5 años, la conversión de ONGs exitosas de microfinanzas a bancos regulados ha contribuido significativamente a ese proceso de bancarización. Por igual, no cabe duda que los esfuerzos del Gobierno de apoyo a las PYMES, incluyendo un Viceministerio especialmente dedicado al fomento de estas empresas, ha influido a que bancos “tradicionales” empiecen a mirar hacia más abajo de las grandes corporaciones y comiencen a romper la antigua práctica universal e histórica acusación de que la banca actuaba como un Robin Hood en reverso, tomando los ahorros de los de abajo para prestarlos a los de arriba.