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Anticipando la caída de Trujillo

A pesar de la rápida industrialización experimentada desde la segunda Guerra Mundial, la República Dominicana siguió siendo por muchos años un país dependiente de las exportaciones de productos primarios (azúcar, cacao, café, tabaco, guineos y bauxita).

En los años siguientes el peso del sector manufacturero en la economía, tanto en la generación de empleo como en su participación en el producto interno bruto, no pasó del 15 por ciento.

El motor de la economía en los años de la posguerra lo constituyó el gasto del gobierno, que durante todo ese período se mantuvo siempre en una cifra superior a 20 por ciento del producto bruto interno sin incurrir en déficits del sector público.

No obstante la expansión económica, el ritmo de las inversiones era mucho más lento de lo que hubiera podido ser si las condiciones políticas hubieran sido otras o si hubiera existido un régimen de libre competencia en vez de un sistema de monopolios manejados por el dictador.

De ahí que el ahorro privado fuera alto y que la liquidez fuera también muy alta, como lo demuestra la extraordinaria preferencia de los capitalistas dominicanos por el mantenimiento de fondos líquidos depositados en los bancos.

En 1959 el sector privado dominicano había llegado a acumular y mantenía alrededor de 140 millones de pesos en cuentas de ahorro en los bancos del país. Entretanto, el producto interno bruto había crecido en 320 millones durante los últimos nueve años, sumas éstas considerables para la época.

Durante todo ese período, los precios se mantuvieron estables, los salarios crecieron moderadamente y en algunos casos permanecieron congelados, la energía todavía era barata, los costos de producción eran igualmente bajos, y las tasas de rentabilidad del sector industrial eran muy altas.

A pesar de todo ello, en 1960 la economía dominicana mostraba signo de encontrarse en crisis. ¿Cómo se explica eso?

El problema se originó en el comportamiento de la balanza de pagos. Al terminar la guerra de Corea, en 1954, las exportaciones dominicanas empezaron a perder dinamismo: Durante esa guerra las exportaciones dominicanas crecieron sostenidamente hasta alcanzar 8.3 por ciento acumulativo anual, pero a partir de 1955 su crecimiento fue mucho más lento, apenas 2 por ciento anual.

Terminada la guerra los precios de los productos de exportación también empezaron a bajar y el país comenzó a perder, en consecuencia, las ventajas de los favorables términos de intercambio de que había estado gozando hasta el momento.

En el caso del azúcar, por ejemplo, el volumen de las exportaciones creció entre 1955 y 1959 en 3.5 por ciento anual, pero el valor de las mismas sólo creció en 1.6 por ciento.

Algo parecido, pero en peores proporciones, ocurrió también con el tabaco, el cacao y el café, cuyos precios empezaron a vacilar visiblemente a partir de 1955, de tal manera que, si bien hubo un año de buenos precios (1957), el efecto global acumulado para el periodo 1955-1958 fue una declinación real del valor de las exportaciones dominicanas.

La caída del valor de las exportaciones no llegó a producir un déficit en la balanza comercial, pero aun así el país entró en dificultades con su balanza de pagos a partir de 1955 debido a las salidas de capital que se produjeron cuando Trujillo se dedicó a comprar diversas empresas industriales extranjeras.

Vistos año por año, esos déficits de la balanza de pagos, los primeros desde que comenzó la recuperación económica durante la Segunda Guerra Mundial, fueron moderados (17.3 millones de dólares en 1955; 6.6 en 1966; 5.8 en 1957; 3.0 en 1958); pero en 1959, el déficit esperado por las autoridades era de 28 millones de dólares, una suma récord que hacía totalizar en 60 millones de dólares el déficit acumulado en esos últimos cinco años.

Esto era excesivo para una economía del tamaño de la dominicana cuyas exportaciones, en 1958, habían sido de sólo 136 millones.

Es necesario mencionar las más importantes operaciones de compra de empresas extranjeras durante este lapso explicar el origen del déficit de la balanza de pagos.

En 1955, el gobierno dominicano pagó 13.2 millones de dólares por la compra de la Compañía Dominicana de Electricidad. Dos años más tarde, en 1957, el Central Río Haina compró sus ingenios a la West Indies Sugar Company por 35.8 millones de dólares, con un pago inicial de 10 millones de dólares y firmando tres pagarés de 8.6 millones cada uno, el último de los cuales vencía en septiembre de 1959.

En 1957 Trujillo también adquirió otros intereses extranjeros, valorados en 2.5 millones, y en los dos años siguientes negoció la compra del Central Romana, entonces propiedad de la South Porto Rico Sugar Company, por la suma de 70 millones de dólares. Esta operación no llegó a ejecutarse debido a múltiples razones, unas de tipo financiero, otras de tipo político.

Otra de las cuestiones que incidieron en el agravamiento de la situación de la balanza de pagos del país en 1959 fueron las expediciones de Constanza, Maimón y Estero Hondo, y las complicaciones políticas internacionales en que se vio envuelto el régimen de Trujillo a partir de junio de 1959 con los gobiernos de Cuba y Venezuela.

Hasta entonces, Trujillo había comprado armas, aviones y barcos de guerra a precios favorables aprovechándose de la amplia oferta de excedentes militares que quedaron disponibles en el mercado después de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra de Corea.

Sin embargo, a partir del triunfo de la Revolución Cubana y debido a las amenazas que representaba para la Dictadura el exilio dominicano, el gobierno dominicano se movilizó frenéticamente con el fin de prepararse para enfrentar tanto a Cuba como a Venezuela, principales sedes de los exiliados.

Ya en octubre de 1959, la prensa norteamericana denunciaba los enormes gastos en que Trujillo estaba incurriendo en busca de armas y mencionaba a la vez una operación de préstamo -por 40 millones de dólares- que el dictador negociaba con el Bank of Nova Scotia y el Royal Bank of Canada, aparentemente para financiar la balanza de pagos.

Esa operación tiene su historia aparte, y aunque se intentó presentarla en aquellos días como un financiamiento destinado a respaldar las operaciones del Central Río Haina, lo que parece cierto es que el dinero del préstamo se utilizó para pagar compras de armas a precios muy altos en el mercado europeo.

La inseguridad que sentía el dictador lo llevó incluso a adquirir una fábrica de carabinas automáticas y varios aviones de propulsión a chorro en Europa, así como una enorme cantidad de municiones y fusiles belgas.

La razón por la cual Trujillo se fue al mercado europeo en busca de armas hay que buscarla en la decisión del gobierno norteamericano de cortar la ayuda militar a todos los gobiernos latinoamericanos a partir de marzo de 1959.

De acuerdo con sus fuentes, The New York Times llegó a calcular que, en 1959 y en 1960, el gobierno dominicano incurrió en gastos militares ascendentes a unos 75 u 80 millones de dólares cada año, lo cual, de ser cierto, muestra entonces el enorme drenaje de recursos que sufrió la economía dominicana en aquella coyuntura.

Aun cuando la suma gastada hubiera sido solamente la mitad, la sola salida de capitales por la compra de armas excedía con creces lo que la economía dominicana podía soportar en 1959.

La prueba de esta última afirmación está en que ya para finales de ese año las autoridades monetarias nacionales y las autoridades del Fondo Monetario Internacional (FMI) sabían que la República Dominicana necesitaba ayuda financiera para estabilizar su balanza de pagos.

En diciembre de 1959 cristalizaron las negociaciones para la firma del primer acuerdo de préstamo stand-by firmado por la República Dominicana con el FMI. Ese préstamo se contrató por un monto de 11.25 millones de dólares, de los cuales la República Dominicana sólo llegó a utilizar unos 9 millones.

Este fue el primer acuerdo stand-by concertado por la República Dominicana con el FMI. Para Trujillo el escenario había cambiado radicalmente.

No obstante la expansión económica, el ritmo de las inversiones era mucho más lento de lo que hubiera podido ser si las condiciones políticas hubieran sido otras o si hubiera existido un régimen de libre competencia en vez de un sistema de monopolios manejados por el dictador.

De acuerdo con sus fuentes, The New York Times llegó a calcular que, en 1959 y en 1960, el gobierno dominicano incurrió en gastos militares ascendentes a unos 75 u 80 millones dedólares cada año, lo cual, de ser cierto, muestra entonces el enorme drenaje de recursos que sufrió la economía dominicana en aquella coyuntura.

(Continuará)