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Béisbol invernal
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El béisbol como patrimonio nacional y las Aguilas Cibaeñas

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El béisbol como patrimonio nacional y las Aguilas Cibaeñas

El béisbol nació en República Dominicana en el siglo XIX. Emilio Rodríguez Demorizi lo sitúa entre los años 1894 y 1895, pero hay historiadores deportivos que dan el 1891 como el año probable de su surgimiento en nuestro territorio.

Estamos hablando de un pasatiempo que habrá de cumplir 125 años en el 2016. Un pasatiempo que, a pesar de los cambios producidos en los últimos años que afectan su atractivo, y las amenazas ciertas de disciplinas deportivas que, como el fútbol, está despertando pasión en sectores de las clases media y alta, sigue siendo el favorito de toda la población. Aquí todo el mundo tiene su sello partidario y su color beisbolero, aunque no ejerza.

La historia de nuestra pelota se levantó sobre glorias y fracasos, sobre terreno fértil y peñascos, con altas y bajas. Se agitaba clamorosa por periodos y luego venían tiempos borrascosos, de abandono del pasatiempo. En sus años primerizos, generó la excitación propia de los inicios; luego, se popularizó, creó líderes y fanáticos, para casi al mismo tiempo caer vencido por obstáculos de diversa índole. Como si estuviera destinado a ser rey y para ello debiera vencer en diversas batallas, el béisbol regresaba, y regresaba el entusiasmo y ardían de nuevo las gradas con el combustible de la pasión. Por el sur, por el este, por el norte, caminaba agitado el pasatiempo, y comenzaron a crearse los campos de juego y los protagonistas y los mecenas. El béisbol sentaba sus reales con paso firme.

Fue, como debía ser, primero pelota de iniciados. El amateur que comienza a descifrar sus códigos y a desbrozar caminos. Enrique Lantigua, uno de sus inolvidables pioneros, puso en 1949 el primer eslabón hacia el profesionalismo: ganó en ese año el Mundial de Aficionados en la capital de Nicaragua. Fue el gran empuje. La sensación. El desafío. Horacio Martínez, otro protagonista clave de esa génesis, fortalece el béisbol universitario y el rector de la época, Julio Vega Batlle -padre del historiador Bernardo Vega- le otorga categoría especial al acontecimiento al juramentar en acto especial al dirigente de la pelota académica, un término nuestro. Un poco más adelante, en 1953, llegan al país los primeros equipos de béisbol de Estados Unidos, específicamente de las universidades de Yale y Cornell, para sostener intercambios con los peloteros nativos. Y así, poco a poco, se profesionaliza el quehacer y nace la pelota rentada en diciembre de 1950, cuando se forma la Federación Dominicana de Béisbol, hace en este mes 65 años.

Para ese tiempo, ya el béisbol era haber cotidiano en la vida de los dominicanos. Los equipos iniciales fueron desapareciendo con los años hasta quedar hoy sólo como una referencia. Y se construyeron entonces, entre esperanzas sostenidas y desalientos frecuentes, entre entusiasmos ardientes y pasiones desbordadas, los roles de los equipos con los cuales terminó edificándose la fortaleza y el prestigio del béisbol dominicano. Para llegar a las Águilas del Cibao, a los Leones del Escogido, a los Tigres del Licey y a las Estrellas Orientales –o sea, a los equipos de la denominada pelota tradicional- hubo que surcar muchos caminos y dejar atrás muchos proyectos frustrados o modificados. La pelota fue, en el entramado de esa historia, romántica, barrial, regional, pueblerina, comarcal, de protagonistas que encendían fanatismos en las temporadas establecidas, y que luego, en la vida cotidiana, pasaban a ser simples obreros, sastres o talabarteros. Unos pocos lograron saltar a la fama antillana o caribeña, actuando en la pelota rentada de otros países cercanos (los pioneros de la gran camada que décadas después saltó el charco), pero la mayoría ayudó a construir la historia sin beneficios personales importantes. Fue una pelota pobre durante gran parte de su desarrollo hasta que el béisbol profesional de Norteamérica abrió sus cauces a los valores nativos y fue creciendo poco a poco ese talento en la gran carpa. Y vinieron entonces las hazañas de hoy y sus derivados económicos.

Fue pelota romántica decíamos pues, y fue también por largo tiempo pelota política. La dictadura de Rafael Leónidas Trujillo se aprovechó del suceso deportivo, como lo hizo diestramente con la música, a través del merengue y el danzón específicamente, para utilizar sus coordenadas con fines propagandísticos. Pelota y Política fueron por muchos años las dos célebres P de nuestra vida cotidiana. La Era de Trujillo terminó en 1961, pero la pelota continuó su curso ascendente. Y de la pelota romántica se pasó a la pelota profesional, la que se mide en números de proezas y estadísticas, y en números de dividendos y honorarios. Los peloteros románticos, muchos de los cuales tuvieron oportunidad de ganar el sustento en base a sus desempeños en el terreno de juego dentro y fuera del país, no soñaron nunca tal vez la importancia económica que tendría el quehacer al paso de los decenios.

¿Cómo y cuándo nacen los equipos fundamentales de la pelota dominicana? El Licey nace en la noche del 7 de noviembre de 1907 en la calle El Conde número 85, donde estaba la residencia de Vicente María Vallejo, “quien había convocado una reunión con la finalidad de crear un equipo que enfrentara al invencible Ozama”. Don Pancho Fiallo le pone el nombre de Licey por el nombre del río de esa comunidad de la provincia de Santiago (¡Cosas veredes, liceístas!). Son 108 años de historia. Pilindo Bonetti, Luis Alfau y Geo Pou fundan, el 17 de febrero de 1921, el equipo Escogido, con el fin de enfrentar al Licey que era una novena poderosa. Tuvieron que fusionar tres equipos de la época (Delco Light, Los Muchachos y San Carlos), para fundar el club, que por eso lleva ese nombre porque se constituyó con peloteros escogidos de cada uno de esas tres nóminas beisboleras. Aquí van 94 años de historia. Antes que el Escogido, en San Pedro de Macorís, donde ya se venía jugando mucho béisbol, Luis Prada, Lico Mallén y Miguel Zaglul, entre otros, fundan en 1910 las Estrellas Orientales, equipo que dos años después ganaba un torneo a Licey y Escogido. Por aquí caminan 105 años de pelota petromacorisana. En Santiago de los Caballeros se jugaba pelota desde los años veinte con el nombre de Santiago Base-Ball Club, pero por un tiempo ese equipo dejó de funcionar y se conformó otro llamado Sandino, en honor al héroe nicaragüense. Es a partir del 28 de enero de 1937 que en una histórica reunión en el desaparecido Hotel Mercedes se decide dar al equipo de Santiago el nombre de Águilas Cibaeñas. El equipo santiaguero llevaba desde antes de esta denominación definitiva un águila como símbolo. Las Águilas Cibaeñas están ligadas a los nombres fundadores de don Augusto Vega Espaillat, Dominguito Bermúdez, Marcos Cabral, Luis Mercado, Trifón Munné y Luis Tomás Saillant, entre otros. Si olvidamos al Santiago B.B. Club y partimos de 1937, van 78 años de las aguilitas del Cibao.

Pero, la pelota profesional en nuestro país tendrá un largo receso de 14 años, entre 1937 y 1951, tal como había ocurrido con la paralización ocurrida en 1929. Los mejores peloteros de la época, como Enrique Lantigua, Tetelo Vargas, Grillo A, Grillo B y Horacio Martínez, entre otros, buscaron contratos durante esos años en el exterior, principalmente en Venezuela, Colombia y Puerto Rico. Entonces la pelota amateur ocupó el lugar del béisbol profesional. Pero, cuando se reanudó, la refriega deportiva volvió a su posición anterior y desde entonces no se ha detenido. Los cuatro equipos tradicionales reúnen una larga historia de momentos inolvidables, de hazañas portentosas, de prodigios, glorias y pasiones, a las que se aúnan las fidelidades de todos los que, con nuestra inscripción fanática en uno u otro bando, permitimos que la tradición beisbolera se sostenga en firme. Liceístas, aguiluchos, escogidistas y estrellitas hacemos de la lealtad a un equipo un himno de arrebato multicolor a las glorias y a las pasiones que el béisbol engendra y santifica desde cada uno de sus cuadros históricos. No escribo una historia de la pelota dominicana, para lo que no estoy apto. Escribo para advertir, como aguilucho sin pausas, que las Águilas Cibaeñas constituyen, junto al Licey, Escogido y Estrellas, un patrimonio nacional. (Los Gigantes del Cibao y los Toros del Este, con sus formidables combinados, deben esperar varias décadas antes de ser parte de este patrimonio). Y que como patrimonio del país debe preservarse por encima de lo que la pelota de hoy también es: negocio y beneficio. Es mucho lo que hay que decir, pero salvemos ese patrimonio, antes de que debacles tan vergonzosas como las de esta temporada caven la tumba del béisbol dominicano. En honor de José Augusto Vega padre, del ingeniero Juan B. Sánchez Correa, de Antonio Rosario, Poppy Bermúdez, Miguel Diloné, Tony Peña, Luis Polonia, Franklin Taveras, Octavio Acosta y tantos y tantos y tantos. A buen entendedor...

(Las citas y datos para elaborar este texto provienen de la obra de Orlando Inoa y Héctor J. Cruz: “El Béisbol en República Dominicana, crónica de una pasión”. Colaboración especial: Enrique Rojas. Coordinación editorial: José Rafael Lantigua. Colección Cultural Verizon, 2004).

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