Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Lecturas

Fantasmarium dominicensis

Expandir imagen
Fantasmarium dominicensis

¿Cree usted en fantasmas? Esta es una entrada a nueva conversación o tema que en alguna reunión o en el inicio de una historia o narración de terror, al estilo de Edgard Allan Poe, hemos escuchado o leído.

Independientemente de nuestro escepticismo o indiferencia –bastantes problemas tenemos ya en el mundo físico, real- y de todas las explicaciones racionales posibles que asistidos por la ciencia y la tecnología procuramos, para descartar su existencia, nos vemos obligados a prestar aún sea un poco de atención a estos fenómenos experimentados por tantas personas a lo largo del tiempo.

Ya escribía Platón en el siglo V a.c. sobre las extrañas experiencias sonoras que en las noches escuchaba en su residencia, mientras escribía: ruidos de pesadas cadenas siendo arrastradas, gritos inexplicados en medio de la quietud de la madrugada y fantasmas, como el de un soldado al que viera más de una vez. Desde la antigüedad hasta nuestros días y en todas las latitudes del mundo continúan los testimonios innumerables de estas experiencias que hacia mediados del siglo XX empezaron a ser llamadas paranormales.

Santo Domingo de Guzmán, la Primada de Indias, fundada al final del siglo XV, nuestra sempiterna ciudad romántica, es pletórica en historias y narraciones de apariciones y fenómenos etéreos e inexplicables a lo largo de sus 500 años de heroicidades, invasiones, ocupaciones, glorias, vergüenzas, tragedias y abusos. Muchos ex - vivientes pues, o al menos sus reminiscencias, han quedado impregnadas en sus casas, plazas, monumentos, paseos y calles. Son incontables las historias y los particulares ribetes de extraños fenómenos que suscitan gran interés y fascinación.

El Panteón Nacional, ha sido desde mucho tiempo lugar cargado de experiencias y fenómenos parafísicos. Monumento que en su interior posee una atmósfera densa, perturbadora, para los personas sensibles que lo visitan, sus guías y custodios, particularmente aquellos en las décadas de 1970 y 1980, han narrado la frecuente aparición, mientras se encuentran atendiendo a visitantes y turistas en la primera planta, de la figura bien definida de un monje capuchino -capucha puesta- detrás de las anchas cancelas del largo balcón de la segunda planta, mirando hacia el público visitante. Recibí, también personalmente, el testimonio de un sargento del Ejército Nacional que acompañado de un cabo realizaban servicios de custodia en las noches, tras cerrar las puertas del Panteón. Acostumbrados a apostarse en sillas plegadizas en el centro de la estancia, el sargento vio salir de la penumbra la figura de un hombre de gran tamaño y tez oscura que se dirigía hacia él. De inmediato el militar se levantó y dio la orden de iAlto! sobando su fusil semiautomático mientras el cabo se parapetaba -¿Vergüenza o miedo?- detrás suyo. Narró como quien lo estuviera viviendo de nuevo que, ojos abiertos y mirada desafiante el oscuro personaje aceleró la carrera hacia él y un segundo antes de dispararle la figura se desvaneció.. Poco después el suboficial solicitó y logró obtener su traslado a una nueva asignación.

Estancia algo sombría, donde descansan los restos de ángeles y demonios dominicanos, en el Panteón Nacional desde hace mucho tiempo no hay voluntarios –a no ser por comisión obligada- que hagan los servicios de custodia encerrados allí, en las noches.

Son proverbiales los fenómenos extraños dentro y en las proximidades del Exconvento de los Dominicos, también sede de la primera universidad del Nuevo Mundo. Todavía viven algunos de los curiosos citadinos, que en las décadas de 1940 y 1950 se atrevían a asistir al Convento después de las 7:00 p.m. para sentir los episodios sonoros que invariablemente en forma casi idéntica se repetían noche tras noche, en los que se escuchaba un murmullo tenue de oraciones, una mujer llorando, y en determinado momento un gato soltando un maullido lastimero, con ruidos de bancos que no existían y “personas” que tropezaban con estos. En las ya demolidas o remodeladas casas vecinas, hoy anexadas –o reanexadas- al Convento los paseantes nocturnos y residentes escuchaban con cierta frecuencia, en las aceras y dentro de sus arbolados patios, voces que hablaban, conversaban o rezaban casi en sus oídos, sin poder determinar de dónde venían

Otro emplazamiento, el cementerio de la Av. Independencia, no el más antiguo pero el único conservado desde los tiempos coloniales, donde reposan en bellos mausoleos y criptas personajes del siglo XVIII y cerrado a nuevas inhumaciones poco después de 1930, también ha sido señalado como lugar de frecuentes apariciones. Vecinos de segundas plantas de la calle Canela, que recorre por detrás un tramo de la parte sur del cementerio, tras experimentar atemorizantes visiones de personas de pie y sentadas encima de los panteones particularmente en las noches de truenos y relámpagos sin lluvia han optado por cerrar sus puertas y ventanas a fin de no toparse en ningún momento con tan espeluznantes visajes.

Pero si de apostar qué lugares son objeto de más apariciones y espantos: los cementerios o las iglesias, la apuesta es ganada por estas últimas, que por siglos también sirvieron de última morada o cementerios y en sus pisos y paredes fueron inhumados muchos hombres y mujeres, sobre todo los de algún recurso, gran fervor religioso o prestancia. En la hermosa Iglesia de Las Mercedes, a mediados de 1960, un parroquiano que al parecer no fue notado por el sacristán y ayudante, se quedó dormido en un banco, tras lo que fue cerrado el templo, con puertas, aldabones y en ese tiempo enormes y pesadas trancas que eran puestas y quitadas por dos personas en ambas puertas, saliendo ambos y cerrando por fuera la sacristía.

Muy tarde era cuando al fin el fervoroso soñador se despertó en medio de gran silencio y oscuridad ligeramente atenuada por algunos velones y cirios. El susto de verse solo, encerrado en penumbras resultó una pequeñez cuando sus tímidos y casi cerrados párpados se abrieron desmesurados al oír, voltearse y ver atrás la figura semi luminosa de un hombre, ataviado con extrañas ropas: blusa y pantalón algo bombachos, que le parecieron antiguas, caminando lentamente desde detrás de la puerta oeste por el pasillo central en dirección al Altar, clamando a viva voz -iAl Cielo llamo, y busco tu misericordia Señor! repitiendo la invocación, mientras impávido, sin verle, pasó por su lado y llegando al Altar, desapareció. Todavía temblaba y no se recuperaba del espanto cuando nueva vez, desde atrás, se repitió la paróxica visión. Contó esta víctima a vecinos nuestros que el susto era tan grande que pensó se trataba de un sueño, una pesadilla, hasta que sintió el urgente llamado de sus esfínteres, señalándole inequívocamente que estaba bien despierto. Intentó escapar por una de las puertas que no pudo desatrancar, al tiempo que una tercera escena, como película, de la increíble aparición le hacía desfallecer, casi caer al suelo. Varias veces más, como en un ´Replay´, de filmación siguió avistando y oyendo, la fantasmagórica figura, aunque para el menor de sus males el caballero penante, caminaba sin verle ni mover su cabeza. En la mañana, casi enajenado, fue liberado de su prisión accidental e involuntaria por los extrañados sacristanes.

De espíritus chocarreros y burlones, nuestra ciudad no está exenta. La amplia casa colonial de Las Mercedes 315, por años propiedad de quien escribe, y que pasó junto a su familia agradables tiempos, siendo estancia de gran tranquilidad y paz para nosotros, no siempre fue así con algunos visitantes. Por lo menos en tres ocasiones algún invitado o circunstante ocasional quedó atrapado en el recibidor, la amplia sala o la terraza, cada una de ellas separadas por altas y pesadas puertas que se cerraban por aldabones y pestillos “orejas de ratón”. Claramente veían cómo, mientras esperaban a alguno de nosotros, rápidamente se cerraban ambas hojas de puertas y escuchaban ser echados los aldabones y pestillos, mientras, ajenos a esto, nos encontrábamos en las habitaciones del fondo de la dilatada vivienda. Cuando llegó a ocurrir el encierro en horas de la noche, advertíamos al abrirles, la cara de susto y el deseo de marcharse pronto.

En el año de 1967, Rafael de Luna, un petromacorisano que inició su carrera laboral como sereno, dentro de la Oficina Nacional de Planificación, que en ese entonces ocupaba las premisas físicas del desaparecido Servicio de Inteligencia Militar –SIM- en la Av. México y próximo al Palacio Nacional, relató cómo, para conservar su trabajo, muchas veces tuvo que soportar en silencio la aparición, en la noche de figuras de hombres y mujeres, vestidos algunos con saco y sombrero o en camisa que le miraban y desesperadamente intentaban, algunos con los brazos extendidos, como pidiendo ayuda, hablarle, sin que pudiera escuchar sus voces.

En 1968 y años siguientes fue muy conocida la figura, que se convirtió en leyenda urbana, de la joven de Las Américas, una concursante o ganadora de uno de los certámenes de belleza local de la República Dominicana que había fallecido en la Autopista Las Américas y que no pocos conductores llegaron con posterioridad a verla en un lado de la vía, esperando ser conducida a Santo Domingo.

Un reconocido médico dominicano, cuyo nombre, excepto por la inicial M. omito por razones de respeto y discreción, y que regresaba por la autopista desde Juan Dolio a Santo Domingo, divisó a un par de kilómetros antes de Boca Chica a la joven. Viéndola sola, detuvo su automóvil explicándole ella que necesita regresar a su casa. Impresionado por su belleza y sencillez se ofreció conducirla hasta su hogar, en un conocido ensanche de la capital. Recibió en la puerta, mientras salía del auto las gracias de la atractiva joven. El efecto y la agradable impresión que ella produjo en el doctor, le movió a visitarla unos tres días después. Fue recibido por un matrimonio de edad mediana a los que explicó el motivo de su visita. Extrañados, le manifestaron que ellos vivían solos. Al insistir el médico y describir a la joven, en ese momento acertó en ver una foto de mediano tamaño que en portarretratos descansaba en el fondo de la sala. Señaló la foto, -Miren, no estoy equivocado, ésa es la joven, que me dijo se llamaba Alicia*, esa es su hija ¿verdad? La madre prorrumpió en llanto mientras el padre nervioso, escéptico y algo molesto respondió -No sé si usted se está burlando de nosotros Ella es Alicia*, nuestra hija, que falleció en un accidente en la Autopista Las Américas hace dos años.

El impacto fue tan abrumador para el galeno, que nervioso manejó hasta la clínica donde laboraba y se hizo internar por una conmoción nerviosa que le hizo guardar cama por varios días, tras los que se negó volver jamás a hablar de lo sucedido.

Ocasionalmente, en la Avenida Charles Summer, del sector Los Prados, en altas horas de la noche los conductores han recibido tremendo susto al notar, un señor de tez algo clara, con un poco de vientre y un sombrero de ala corta, en el lado sur de la acera, como quien espera para poder cruzar y que cuando el vehículo que corre de oeste a este se encuentra a tres metros o menos, inesperadamente se lanza delante provocando violentos virajes y frenazos tras los cuales creyendo seguro conductor y acompañantes que lo han atropellado, no encuentran a nadie, ni un alma distante.

La colonial casa de la calle Hostos casi a esquina Arzobispo Nouel ha sido pródiga en apariciones y fenómenos paranormales Tras el último inquilino, que viviera en ella muchos años, sólo negocios han podido ocuparla y no ha sido posible rentarla a particulares para vivir. Los encargados y empleados de negocios allí no se atreven a quedarse solos, especialmente en las últimas habitaciones del patio terraza, a causa de los ruidos y frecuentes silbidos con que son llamados. En el año 2004, una firma publicitaria escogió el lugar para filmar un fragmento de publicidad que se prolongó con repetidas tomas por una serie de inexplicados contratiempos hasta entrada la noche. En ocasiones, y sin fallar el suministro de energía eléctrica, los reflectores se apagaban. Algunos de ellos, sin ser tocados llegaron a caerse, descomponerse y dañar las bombillas Una de las modelos, de tanta fatiga por los repetidos ensayos, presa de un dolor de cabeza escogió recostarse en un camastro disponible de una de las habitaciones del fondo y mientras se quedaba dormida empezó a sentir fuertes sacudiones en la cama que finalmente lograron echarla hacia el suelo. En estado casi histérico corrió a la parte delantera, e inútil fueron los ruegos del director y personal para que no se marchara de inmediato. La filmación en ese lugar no sólo fue suspendida, sino cancelada.

Una casa de estilo republicano ubicada en la Av. Bolívar, tras años de estar desocupada a raíz de la muerte de sus ocupantes, finalmente fue alquilada como centro de diversión de jóvenes. En varias ocasiones fue entregado –devuelto- el local y reocupado por nuevos emprendedores para repetirse la entrega y desocupación al poco tiempo- ¿Qué hacía que los inquilinos luego de invertir en el acondicionamiento y equipo de sus negocios perdieran su inversión? Los jóvenes que visitaban salían espantados y los mozos y hasta los DJs al poco tiempo renunciaban, pues en los efectos disco de luces cambiantes y muy particularmente en la luz blanca o ultravioleta parpadeante aparecían y desaparecían en medio del salón extrañas figuras humanas, bien definidas, paradas o caminando y algunas veces pretendiendo bailar, entre las otras parejas de jóvenes. Finalmente, un restaurante comedor ha sido instalado allí y lleva tres años a la fecha funcionando sin inconvenientes. Al parecer los inquilinos invisibles encuentran más apropiado el tranquilo negocio de la comida.

La lista es larga y solo presentamos breves pinceladas de algunos lugares del Fantasmarium capitalino. Preferimos dejar aparte, en largo detalle y mejor cocinados, dramas como el vivido por dos obreros portuarios en la Zona Colonial, el impresionante “Encuentro en la Puerta de San Diego” o la espantosa experiencia de un taxista en “Cómo se reía...reía” que acaso pueda contar con la benevolencia de este prestigioso medio para su eventual publicación.

* El nombre ha sido cambiado por razones de respeto y privacidad