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Los riesgos de la preocupación

¿Cuántas veces nos despertamos a media noche, sudados, asustados, por algún problema que debemos abandonar? ¿Por qué, con frecuencia, nos hemos parado de una actividad para solo pensar en ese problema que nos causa tanta angustia? Nadie ha dejando esas punzadas de preocupaciones en respectivas ocasiones. Pero, si miramos para atrás, esos asuntos que tanto nos preocupan muchas veces, descubrimos que son menos graves de lo que los hemos visto. Dicen los psicólogos que nunca se ha solucionado un problema por el solo hecho de una preocupación y el miedo. Que en lugar de darles vueltas, lo mejor sería hacer enfoques constructivos para borrar nuestra inquietud.

¿Y que es un enfoque constructivo?

Es fácil decirle a alguien que deje de preocuparse, pero hacerlo ya no es harina de otro costal. Lo correcto sería, como dicen los psicólogos, no darles vueltas sin parar, sino enfrentarse a él de una vez por todas y tomar una decisión. Una vez tomada la decisión puede que no sea correcta, pero, sí, cualquier acción positiva suele ser mejor que no hacer nada. Cometer errores es algo de siempre y de todos. Preocuparse no es lo mismo que pensar. El pensamiento lúcido es constructivo y la preocupación es destructiva.

Es fácil perder la esperanza cuando las cosas parecen salir mal en muchas ocasiones. No hay vida que esté completamente libre de las preocupaciones. Siempre surgen asuntos graves que nos preocupan, nos ponen nerviosos y pueden llegar a dominar nuestras vidas durante un tiempo largo. Pero algunas personas solo se preocupan por cuestiones transitorias y a veces inexistentes. Otras se crean problemas por meterse, con frecuencia, en asuntos ajenos, y es así porque están convencidas de que su criterio es el mejor y son los que nos se ajustan a su forma de pensar y en que no deben ser solo críticos. Creen que ellos son siempre los que tienen la razón.

Contra la preocupación, me lo dijo una psiquiatra, lo mejor es ocuparnos de nuestros asuntos; no guardar rencores; creer en nosotros mismos; tener cuidado con el monstruo de ojos verdes (aquí es la envidia contra nosotros); no temer al cambio, ya que es inevitable; aprender a aceptar lo inevitable; no querer abarcarlo todo; mantener la cabeza ocupada; hacer las cosas que nos gustan; aprender de nuestros errores ya que nadie es perfecto; ser perseverante; y sobre todo no poner resistencia ya que el éxito no se gana de la noche a la mañana.

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