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Cultura

Conviviendo con una tribu en Alaska

Mochileando al estilo dominicano

MINTO, ALASKA. En el interior de Alaska hay una lucha. Una lucha entre un pasado oscuro y una luz que busca colarse por cualquier brecha para iluminar y preservar la cultura nativa atabascana. En la década de 1930 se crearon internados académicos para adoctrinar a los indios e introducirlos a la cultura del ‘’hombre blanco’’, como dicen ellos con tono amargo.

En estos internados se registraron todo tipo de abusos: psicológicos, físicos, sexuales y por supuesto, la prohibición de ser. Si los estudiantes, que muchas veces se consideraban como reclusos, eran encontrados hablando su idioma, practicando sus ceremonias, cantando o bailando sus canciones, eran sometidos a castigos que podían ir desde golpes con reglas en las manos, hasta métodos de tortura como la sumersión de la cabeza de los estudiantes en contenedores llenos de líquido como agua o amoníaco, como fue el caso de un ex pastor que conocí en Minto.

La generación que conoció estos internados perdió gran parte de su cultura, como es de esperar. Esto, en parte, explica la desconexión que hay actualmente con el lenguaje, las canciones y las historias ancestrales que se pasaban verbalmente. Se ha perdido mucho, pero no se ha perdido la empatía de quienes habitan esta comunidad.

En esta entrega podrán ver cómo esta tribu me aceptó y me enseñó su forma de mi vida. Pescamos juntos, cortamos peces juntos, nos sentamos alrededor de varias mesas a compartir lo que cada quien, con esfuerzo, había atrapado o preparado. Este capítulo es un homenaje a las personas que, tan lejos de la República Dominicana, me hicieron sentir como en casa.

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