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Freddy Ginebra: "Casa de Teatro es mi residencia en la tierra"

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Freddy Ginebra: Casa de Teatro es mi residencia en la tierra

El día en que a Freddy Ginebra le dijeron que lo condecorarían con la Cruz de la Orden de Isabel la Católica, pensó que se estaba muriendo. "A la gente suelen llenarle el pecho de medallas cuando agoniza", se dijo a sí mismo, mientras caía en estado de pánico. Le horrorizan todo tipo de ceremonias y rimbombancias.

Aceptó con una única condición. Que no se la entregaran en la Embajada, sino en el Centro Cultural de España. Eso le permitía escabullirse del acto protocolar y convertir la ocasión en otra excusa para reunirse con sus amigos en un patio colonial de Santo Domingo, esa ciudad que él se inventa todos los días con el pretexto de hacer una fiesta.

Cuando el embajador le advierte que él es el primer dominicano en recibir ese reconocimiento, que es algo muy exclusivo que solo se le ha concedido a ciertos presidentes y monarcas, Freddy insiste en su única condición: "Si no tengo que disfrazarme con un frac y me permiten invitar a mis amigos más enloquecidos, acepto", dijo. En la misma acera del Centro Cultural de España, unas puertas antes, está Casa de Teatro. Desde 1974, todas las noches del mundo, ese antiguo caserón ha permanecido abierto para los creadores emergentes. Cuando se hace la lista de todos los que han debutado allí, coincide con la de las figuras más emblemáticas de la cultura dominicana.

¿Quién es Freddy Ginebra y qué es Casa de Teatro?

Hay muchos Freddy Ginebra. Uno de los más recientes es éste con el que estás hablando ahora. Se trata de un señor lo suficientemente mayor como para celebrar cada minuto de su vida y lo suficientemente joven como para no perder la locura. Como si eso fuera poco, soy dominicano, un pueblo que le rinde culto a la alegría y a todas las formas posibles de perder el tiempo de la manera más entretenida. De manera que me siento incapaz de desentonar en esa cultura que está presente en cada acción nuestra.

Casa de Teatro es un espacio que creamos a principios de la década del 70 del siglo pasado. Corrían tiempos muy difíciles en mi país. Una dictadura disfrazada de democracia apenas permitía que una generación de jóvenes creadores se expresara. Con el tiempo, el espacio se convirtió en un refugio. Luego, en la Casa de los artistas emergentes, esos que no tienen cabida en ninguna otra parte. Si por algo quiero que me recuerden, es por haber sostenido este lugar incluso cuando ya no era sostenible. Parafraseando al poeta, Casa de Teatro es mi residencia en la tierra.

¿Cómo le presentaría Santo Domingo a una persona que no lo conozca?

Antes de presentarle la ciudad, le presentaría a un grupo de dominicanos para que puedan ver a Santo Domingo a través de sus ojos. Las ciudades suelen ser malinterpretadas cuando se miran con ojos de recién llegado.

Santo Domingo, por su historia tan peculiar, necesita ser explicada. Muchas cosas suyas no se entenderían si no son vistas a través de los ojos y el corazón de alguien que la vive y la quiere. Aquí cualquier esquina puede transformarse en un paisaje lleno de luz, pero antes hay que encenderla. Como se sabe, aún no hemos resuelto el problema de los apagones.

Actualmente eres el presidente del Cluster Turístico de Santo Domingo. ¿Cuáles son los principales objetivos que tienen en este momento, que quiere hacer Freddy Ginebra de su ciudad?

Nuestra primera misión es convocar a todos los sectores que conforman la ciudad. Es preciso concertar con ellos todos los programas y acciones que llevemos a cabo. Facilitamos su participación, propiciamos su complicidad, favorecemos su compromiso. Queremos un Santo Domingo del que todos los dominicanos estén orgullosos. Vivimos en la primera ciudad del Nuevo Mundo. Tenemos la primera calle, la primera iglesia, el primer parque, la primera puerta, la primera ventana. La historia empezó aquí, pero necesitamos contarla mejor. Que nuestros monumentos se noten, que todo lo valioso que atesoramos en todas estas calles sea visible. Aquí vivimos 4 millones de dominicanos y si logramos despertar en tanta gente el sentido de pertenencia y el amor por su ciudad, la realidad de este espacio cambiará mucho. El dominicano es uno de los mejores anfitriones del mundo, pero todo ese despliegue de cariño lo hace dentro de su casa. Tenemos que lograr que reconozca a la ciudad como suya, que acabe de entender que este espacio tan admirable también le pertenece.

¿Qué tiene Santo Domingo que no tiene ninguna otra ciudad del Caribe?

¡Los dominicanos y las dominicanas! Eso no lo hay en ninguna otra parte, al menos no como aquí. Porque un dominicano en su propia tierra es alegría, fiesta, merengue, bachata, deseos perennes de celebración. Si la alegría no se hubiera inventado, fuera un producto dominicano, como las canciones de Juan Luis, los batazos de Albert Pujols, los diseños de Oscar de la Renta o las novelas de Junot Díaz. Somos caribeños, dominicanamente caribeños y eso no existe en ninguna otra parte.

¿Cuáles son lo 10 lugares que nadie se puede perder de Santo Domingo, según Freddy Ginebra?

Soy un bohemio y un soñador. Así que puede que mi mirada no sea la más objetiva, pero intentaré contestar esta pregunta con la mayor sobriedad posible. El Santo Domingo que amo siempre empieza en la Zona Colonial, ese es el centro de gravedad de lo que soy como individuo. En la Zona Colonial hay infinidad de tesoros, enumero los imperdibles: la Catedral Primada, el parque Colón, la calle Las Damas, el Alcázar de Colón, las Ruinas del Monasterio San Francisco [donde un domingo cualquiera se puede bailar al son de Bonyé], los bares y restaurantes de excelente calidad, el río Ozama, las iglesias coloniales [no creo que otra ciudad tenga tantas en tan poco espacio]. Las galerías de arte y los museos, Casa de Teatro, la calle El Conde, el Barrio Chino, el Malecón, una noche en las plazas Juan Barón o una tarde en la playa de Güibia, el Jardín Botánico, la Plaza de la Cultura, los Tres Ojos... Mi ciudad es infinita, como algunas historias de Borges.

Sabemos que no te gusta la política y que nunca incurrirías en ella. Pero supongamos que por algún golpe de azar llegaras a ser alcalde de Santo Domingo. ¿Cuáles serían tus primeras acciones, en qué se concentraría tu gestión?

Si yo fuera alcalde, cosa que no me imagino a esta edad, trabajaría manteniendo como norte varios puntos esenciales: educación de todos aquellos que tengan contacto con nuestros visitantes [anfitriones bilingües o trilingües al servicio de los turistas], kioscos en lugares estratégicos con información en varios idiomas, limpieza obsesiva [¡que brillen las calles y las fachadas de las casas!]. Orden y seguridad permanente. Belleza y cuidado de los monumentos y parques. Libraría a los parques de esas cercas odiosas que tanto recuerdan los años de represión, los mantendría siempre abiertos, siempre dispuestos a brindarnos un espacio de libertad. Mi ciudad sería un espacio multicultural, como somos los dominicanos, donde todas nuestras esencias tengan cabida para manifestarse y donde la alegría no sea cohibida. En Santo Domingo aún perviven algunos rezagos del trujillismo y yo trataría de que expresiones democráticas ocuparan su lugar. El arte, la música y la creatividad son la mejor manera de hacer ciudad. Mi Santo Domingo tendría mucho de eso.

Santo Domingo fue la primera ciudad del Nuevo Mundo, pero su mayor esplendor ha sido en los últimos 15 años. ¿Cómo describirías la conversión de Santo Domingo en una ciudad tan cosmopolita?

Santo Domingo es una ciudad que se ha desarrollado vertiginosamente. Piantini, Evaristo Morales y Naco son nuestro lado post moderno. Nuestro metro ya tiene dos líneas, cada vez hay más altos edificios que transforman nuestra línea del horizonte. La ciudad ha cambiado mucho, muchísimo. Ahora nos toca cambiar a los que vivimos en ella. Tenemos que reconocer que vivimos en una gran urbe y que eso requiere otras reglas. No podemos seguir conduciéndonos como en la época en que éramos un pequeño pueblo. Santo Domingo evolucionó y está esperando por nuestra evolución. Ese es el gran reto que tenemos por delante para consolidarnos como la gran urbe del Caribe insular.

Si Freddy Ginebra no fuera dominicano, ¿en qué ciudad del mundo le hubiera gustado nacer?

Aunque me siento cien por ciento dominicano, disfruto mucho la idea de ser un ciudadano del mundo. Mi verdadero oficio es el de viajero, me fascina hacer las maletas y llegar a lugares donde todos son muy diferentes a mí. Disfruto mucho interactuar con gente que habla otro idioma y tiene otras costumbres. Pero si no fuera dominicano, me gustaría ser de Medellín o haber nacido en La Habana. En Medellín tengo hermanos que me tratan como uno de los suyos. En La Habana todo me es tan familiar y querido que me siento parte de esa ciudad. Medellín y La Habana, allí soy un Freddy Ginebra que hasta a mí me asusta.

Santo Domingo ha hecho de La Habana en muchas películas. ¿Logras ver la capital cubana en ella o notas el truco?

La Habana es inimitable. Solo La Habana es La Habana. El cine hace trucos, pero aquellos que han pisado esa ciudad saben que su magia no se puede reconstruir en una escenografía.

Cuando Freddy Ginebra está solo y no celebra nada [algo prácticamente improbable], ¿cuál es su refugio, qué hace en esta ciudad?

Cuando no hago nada, que es nunca, estoy agotado y descanso en mi casa, en un pequeño lugar donde tengo un sillón rodeado de libros y de música. Allí, además, cuento con la algarabía de mis nietos. Casa de Teatro es otro lugar en el que suelo retirarme, pero no lo puedo llamar refugio. Casa de Teatro es mi pasión y las pasiones intranquilizan, desafían, te devuelven el deseo de vivir, te llenan de esperanza y optimismo.

Has escrito varios libros sobre tus experiencias de vida y la inmensa mayoría de ellas suceden en tu ciudad. ¿Hay algo que quisieras decir de ella que todavía no te ha salido?

Aún no he escrito muchas cosas de las que quisiera dejar constancia antes de que pierda la memoria. Y lo peor de todo es que cada día se suma una nueva. Estar vivo significa participar de experiencias que, de una manera o de otra te marcan. Vivo de celebrar la vida y eso suele regalarnos incontables momentos inolvidables.

Tus historias como anfitrión tienen categoría de leyendas urbanas. ¿Entre tantos huéspedes ilustres, cuáles han sido tus experiencias más enloquecidas?

Soy un anfitrión permanente. Tengo una vocación de servicio que aprendí con los boyscouts: "¡Siempre listo!". Un visitante es un reto para que se enamore no solo de la ciudad sino también de mi país. Hago todo lo posible para envolverlos en mi mundo y no escatimo esfuerzos para lograrlo. Una buena comida, un buen espectáculo, una noche en Casa de Teatro, donde la magia los envuelva y una conversación inteligente los mantenga interesados. Lo más loco que he hecho es llevar a un grupo de amigos a terminar la noche viendo nacer el día en una playa cercana a la ciudad... los pies dentro del agua, mientras una amiga recitaba versos de Pedro Mir y las olas le ponían música al momento, me sentí afortunado de ser tan dominicano y tan joven con apenas 65 años.

Quiero que la entrevista se acabe como empiezan tus tours por la Zona Colonial. ¿Cuál es el primer paso?

Tenemos que darnos un abrazo, no se puede llegar a Santo Domingo sin antes recibir un abrazo de un dominicano. El rumbo a seguir lo irá decidiendo la alegría que logremos tener. Para empezar, vámonos para un colmado.