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En mercados públicos se compran alimentos... y bacterias

En la ciudad existen infraestructuras adecuadas que se desaprovechan y vendedores que ofertan en espacios prohibidos

En mercados públicos se compran alimentos... y bacterias

SANTO DOMINGO. El hedor que despiden varios mercados municipales no es muy diferente al que emana de un vertedero. Cuando un cliente llega a algunos de estos lugares, lo primero que puede encontrar son alimentos que se venden entre la basura y aguas negras, y en el interior del recinto se verá forzado a contener la respiración para soportar el hedor.

Sentado en el área de carnicería del Mercado Nuevo de Villas Agrícolas, en el Distrito Nacional, José Antonio Herrera observa cómo sus compañeros barren agua mezclada con la sangre derramada en el piso proveniente de la carne que negocian con colmados, hoteles, vendedores ambulantes y pequeños supermercados. Sobre los cortes rojizos, de vez en cuando se posan moscas que vuelan en el interior de las instalaciones.

Herrera tiene 20 años trabajando con su familia en este tipo de ambiente y dice que la costumbre “lo ha inmunizado”. El mercado fue construido en 1973 para 800 mercaderes, y más de 40,000 personas viven de él, según datos de la alcaldía del Distrito Nacional.

“Siempre vienen con que van a remodelar y a limpiar el mercado y no hacen nada, el mercado está ahora más sucio que antes. Antes venía mucha gente, han dejado de venir por la falta de higiene”, se queja Herrera. Cuando termina su jornada y llega a su casa en Los Mina, pone en primer lugar bañarse. “El mal olor uno lo lleva encima, se nota desde que uno llega, que el mal olor de aquí se le pega”.

Su caso no es aislado. Al norte de la ciudad, en el mercado de Los Guaricanos, un comerciante acomoda sobre un saco, que sirve de puente entre el contén y la calle, los víveres y vegetales que venderá. Debajo de los alimentos, corren aguas negras.

Mientras, en el mercado de Sabana Perdida, decenas de negociantes improvisan formas para vender sus productos. Un puesto de carne junto con un taller de mecánica es uno de ellos.

“Estamos conscientes de que esto está arrabalizado, pero uno necesita sobrevivir, porque uno tiene hijos”, expresa el comerciante Carlos Holguín. “Necesitamos un mercado nuevo en Sabana Perdida y se lo hemos planteado al alcalde, pero dice que el Ayuntamiento no tiene dinero para eso”.

¿Cómo se regulan los productos que se venden en los mercados?

Aunque en la República Dominicana los puestos de venta de alimentos deben estar en zonas que permitan el acceso a servicios básicos como agua, luz, recolección de basura, eliminación de excretas y alcantarillados, según lo establece el decreto 528-01 que aprueba el Reglamento General para Control de Riegos en Alimentos, esto no se cumple en su totalidad.

De acuerdo con esta ordenanza, alrededor del puesto de expendio no está permitido colocar cajones, canastos u otros objetos que atenten contra la higiene y el ornato. Sin embargo, en Santo Domingo Oeste, un basurero se encuentra a pocos metros del mercado de Pintura. En dos días de visita de Diario Libre al lugar, no varió el panorama.

Los comerciantes de este mercado se quejan de que el Ayuntamiento no coopera con la recogida de desechos para mantener el lugar limpio. “Hicimos un acuerdo de que nos cobraran y vinieran a recoger la basura, lo hicieron durante los primeros tres o cuatro meses, lo dejaron pero nos siguen cobrando, ahora pagamos a unas personas para que recojan la basura del frente del negocio”, dice el vendedor Raúl Ogando.

Alimentos llegan insalubres a los hogares

El manejo inadecuado que hacen los vendedores a los alimentos en los mercados del Gran Santo Domingo y la forma de cultivo utilizada en el país, provoca que innumerables bacterias se adhieran a los productos que llegan a los hogares. Estudios sobre microbiología de los alimentos así lo confirman.

“En nuestros laboratorios hemos evaluado estos productos y encontrado que todas las frutas y vegetales que están en los mercados y en los supermercados están altamente contaminadas con una gran cantidad de bacterias patógenas”, afirma el doctor Frank Reyes, de Laboratorios Franja.

Agrega que esto se debe, además, a que el país “es de los pocos en el mundo que todavía utiliza las heces fecales de los animales, como la gallinaza y el estiércol, para fertilizar la tierra”. “El agua con que se irriga está también altamente contaminada”, puntualiza Reyes.

Una de las bacterias que se ha encontrado con más frecuencia es la Salmonella, indica el doctor. “El gran problema radica en que la gente no conoce cómo desinfectar. Se debe utilizar cloro granulado, no líquido, y darle 25 minutos (a los vegetales) sumergidos en el desinfectante para poder matar las bacterias, pero nadie lo hace, y ahí vienen las enfermedades”, explica Reyes.

Los comerciantes del mercado de Pintura pagan un impuesto por tener este tipo de negocio en la ciudad, a pesar de que la Ley 241 prohíbe que se establezcan quioscos, casetas o puestos de venta en las vías públicas, paseos y márgenes, y que las autoridades están autorizadas a removerlos.

“Tenemos un Departamento de Mercados y un reglamento general que establece los mecanismos de funcionabilidad de los mercados, los días en que las personas venden, los productos que se venden y los impuestos que tienen que pagar los vendedores”, indica Plutarco Jáquez, secretario general del Ayuntamiento de Santo Domingo Oeste.

¿De dónde viene este estilo de mercado?

A principio de la época colonial existían los abarrotes en la isla, que eran ciertas tiendas, y los mercados de vegetales, formados por la venta o el trueque entre las diferentes familias, recuerda en un documento el coordinador de la Región Ozama de la Federación Dominicana de Municipios (Fedomu), Andrés Bello.

Bello indica que los mercados tradicionales tienen su origen en el estilo afro-haitiano: el marche, que consistía en la reunión de un grupo de productores para exponer sus artículos al aire libre y en el suelo. Más tarde se cambió el nombre por el de feria y se realizaban un día o más a la semana en un sitio público, tomando luego características permanentes.

“Era costumbre de los campesinos trasladarse a Santo Domingo a vender sus productos en sitios denominados hospedajes, este era un espacio grande, abierto, a veces dividido en dos; un área para los animales y el otro una enramada donde los venduteros pasaban la noche”, destaca.

Con el pasar del tiempo, el desarrollo de los mercados ha tenido problemas de orden y seguimiento municipal.

Está el caso de la Plaza de los Buhoneros, ubicada en la calle José Martí del Distrito Nacional. Este viejo edificio de 1994 debía acoger vendedores informales que obstruyen y arrabalizan las calles y avenidas circundantes a la esquina Duarte con París. Pero el lugar, de tres niveles, alberga en su primer piso unos cuantos comercios; en el segundo, talleres de zapatería, de ropa y de serigrafía, y el último está abandonado e inútil, plagado de excrementos de palomas.

El ayuntamiento incluyó otro proyecto, la Plaza del Tenis, en la calle París, para reubicar a 52 buhoneros.

Nuevas propuestas con inconvenientes

En mayo de 2014 el Gobierno abrió en Pedro Brand el Merca Santo Domingo, en 1.2 millones de metros cuadrados, por un costo de RD$5,000 millones. El ministro de Agricultura, Ángel Estévez, lo definió en ese entonces como un centro de acopio parte de una red que dio inicio a un proceso de modernización y adecentamiento de los mercados públicos para convertirlos “en atractivas plazas comerciales de productos frescos, sanos y naturales, expendidos en un ambiente limpio, higiénico y confortable”.

En diciembre de ese mismo año, el administrador general de Mercados Dominicanos de Abasto Agropecuario (Mercadom), Claudio Jiménez, entregó el manejo al Ayuntamiento del Distrito Nacional de los mercados minoristas de Villa Agrícolas y Cristo Rey. Con estos suman ocho los mercados públicos formales identificados por el cabildo en un territorio con más de 965 mil habitantes.

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Infografía

Aunque hubo la cesión de mercados, el administrador general de Mercadom aspira a que estos se manejen con los criterios de organización del Merca Santo Domingo. “Estamos en conversación para asumir algunas cosas, como por ejemplo la higienización, pero todavía no se ha concluido nada (...) Nosotros queremos que, de la misma manera con que se está manejando el Merca Santo Domingo, que ese sea el prototipo de todo el manejo de los mercados en la República Dominicana aunque no pertenezcan a la Red Nacional Alimentaria”, dice Jiménez.

Ariel Rosario, director de Espacios Públicos del Ayuntamiento de Santo Domingo Este, considera difícil ejecutar la propuesta de Jiménez, pues argumenta que los presupuestos municipales no alcanzan para desarrollar un manejo similar al Merca Santo Domingo. Este 2016 el presupuesto del municipio es de RD$2,345.4 millones, para una población superior a los 948 mil.

Una ampliación del mercado de Villas Agrícolas se deteriora esperando que se entregue a los vendedores que serían desalojados para remodelar el Mercado Nuevo.

En febrero pasado se abrieron las nuevas instalaciones del mercado de Cristo Rey -con unos 70 puestos-, pero sus vendedores reportan que han decaído las ventas. Lo atribuyen, justamente, al nuevo edificio, no por algún vicio en su construcción, sino a que infunde entre los clientes la idea de que los productos son más caros por su apariencia de plaza.

“A la gente no le gusta lo limpio, la gente prefiere que vendan en la calle”, se queja Alejandro Castillo, quien tiene 33 años ofertando productos en el sector.

Una queja también tienen los comerciantes del mercado de El Almirante, en Santo Domingo Este –uno de los dos mercados del municipio-, pero no porque su estructura luzca costosa, sino porque muchos entienden que si sus cubículos no son de los primeros a la vista, los clientes no les comprarán.

El Gobierno invirtió RD$104 millones para construir el recinto, con capacidad para 310 locales e inaugurado en octubre de 2014, pero un grupo prefiere seguir pagando hasta RD$400 al día –mucho más de lo que cobra el cabildo- para vender informalmente en un terreno contiguo, cuya propietaria está en un conflicto legal con el Ayuntamiento.

“Si me hubiesen dado un puesto como el que yo tenía, alante, yo estuviera ahí adentro”, dice Hipólito Ortiz, señalando el edificio del mercado que observa cada día mientras oferta víveres y vegetales debajo de una enramada techada con lonas.

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