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Boca de Cachón espera su traslado por crecida de Lago Enriquillo

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Boca de Cachón espera su traslado por crecida de Lago Enriquillo
Una de las edificaciones afectadas por la inundación.

Mientras las aguas salobres del Lago Enriquillo suben de nivel, los pobladores de Boca de Cachón, en Jimaní, tratan de mantenerse a flote de una inundación que los hunde en una mayor miseria y los ha obligado a organizar, desde ya, el abandono inminente de las tierras que cultivan.

Sentados en la terraza de la capilla, formando una media luna, los principales dirigentes comunitarios tratan de ponerse de acuerdo sobre las acciones que deben emprender para provocar que las autoridades gubernamentales cumplan la promesa de socorrerlos. Buscan que les presten la atención necesaria y los saquen del lugar, antes que las aguas, que ya ahogaron sus cultivos, terminen por sumergirlos a todos dentro de sus casas.

"Unión… unión entre todos es lo que hace falta", grita de repente la mayor del grupo. Se trata de Vitalia Recio Florián, una señora de 78 años que capta la atención de todos, mientras se pasea en medio del salón con ambos brazos levantados y hablando en tono alto.

Con la crecida constante que mantiene el Lago Enriquillo en los últimos años, sus aguas ahora se colocan a menos de medio kilómetro de la casa de Vitalia. Si llueve, la vivienda se inunda, como todas las demás en la localidad de Bocha Cachón.

De acuerdo con un informe de la NASA, tras investigaciones de campo realizadas a principios de este año en Jimaní, desde el año 2000 y hasta el 2011 el Lago Enriquillo inundó un total de 16,000 hectáreas, equivalentes a unas 256 mil tareas aproximadamente.

Desde el punto de vista de Vitalia, la gente de Boca de Cachón "no es dada a reunirse y actuar", y por eso, dice, "nadie viene en su auxilio".

"Hay que ta' unido pa' trabajá, pero aquí no se quieren uní. Son malos… y hay que trabajá con fe", comenta la señora, a quien todos tratan de convencer para que no abandone el encuentro antes de agotar el tema en agenda.

Al final, el grupo logró identificar unas metas de trabajo que incluyeron la realización de un vía crucis, que tuvo lugar la semana pasada frente al edificio de la Gobernación, en Jimaní.

La reubicación de Boca de Cachón, la realización de un programa amplio de reforestación, implementación de iniciativas para el sustento alimenticio, entre otras, quedaron enlistadas como parte de las necesidades prioritarias identificadas por la comunidad, bajo la coordinación de representantes de Visión Mundial, organismo que forma parte de la Coalición Enriquillo-Azuei.

Dicha coalición la integran productores, comerciantes, sindicatos, la iglesia y las alcaldías de las provincias Independencia y Bahoruco, reunidos para tratar de conseguir una salida ante la crecida de los lagos Enriquillo, de este lado de la frontera y el Azuei, del lado haitiano.

Según el gobernador de Jimaní, Marcos Santana, para la reubicación de Boca de Cachón ya se ha identificado unos solares propiedad del Instituto Agrario Dominicano (IAD). Según afirma, ya se limpió una extensión de tres mil tareas, entre esa localidad y la de Bartolomé, que serían repartidas entre 537 familias censadas.

En el mismo lugar se destinarán otras sie mil tareas a cultivos, y según Santana, tienen la ventaja de que, además de ser zonas altas, están rodeadas de aguas. Pero todavía el Gobernador desconoce cuánto podrá costar el proyecto al Estado, y lo que más desespera a los lugareños, cuándo se producirá la reubicación de la comunidad.

"Estamos en un proceso de transición. Los terrenos están ubicados en ambas partes, pero ahora le corresponde al presidente Danilo Medina tomar la decisión, pues él ya tiene en sus manos el levantamiento que hizo Visón Mundial", dice el funcionario provincial.

Pese a las diligencias que refiere el Gobernador, en Boca de Cachón todos afirman que nadie de la gestión de Leonel Fernández les ha extendido la mano.

El propio presidente Fernández se interesó por la situación de los habitantes de los alrededores del Lago Enriquillo afectados por la inundación, cuando en junio pasado estuvo en Jimaní para inaugurar varias obras. Sin embargo, muchos de los afectados aguardan una solución a sus problemas.

Las quejas de falta de atención y abandono salen de las bocas de los comunitarios casi como el estribillo de una canción que todos entonan al mismo tiempo. "A mí se me dañó la cama, la ropa, todo… y no logramos ninguna ayuda", comenta Marcela Recio, una de las asistentes a la reunión.

Damián Florencio Matos y Wilson Cuevas, de la Asociación Nuevo Progreso de Boca de Cachón, se recuerdan uno al otro cómo para los años 70 el Lago Enriquillo estuvo a menos de dos kilómetros de la comunidad. Luego, afirman, sus aguas se replegaron a más de quince kilómetros y mantuvieron un nivel estable hasta hace unos dos años, cuando empezaron a acercarse a menos de un kilómetro sobre la superficie y a inundar todo el subsuelo.

En ese ir y venir de las aguas, más de 20 mil tareas de la localidad quedaron sumergidas, mientras sus dueños ahora "se 'la bandean, 'echan día' y se 'la buscan' como pueden", dice Cuevas.

Entiende que apenas un 10% de más de 200 productores mantienen sus parcelas y pueden cultivar víveres, pero que la gran mayoría sobrevive ahora como jornaleros, "limpiando caminos y canales, cuando aparecen" o, como el caso de Alejandro Marte o Mery Recio, vendiendo artículos en el mercado fronterizo de Malpaso, en Jimaní.

El mercado también ha sido replegado a pequeños espacios, debido a que las aguas del lago ya invadieron la mayoría de las edificaciones.

La falta de trabajo también ha incrementado una práctica que todos califican de común, aunque está prohibida en el país: la tala de árboles para hacer carbón.

Manuel Antonio Martínez, de 64 años, dice que se dedicaba al cultivo de maíz y habichuelas en dos parcelas de 20 y 27 tareas que heredó de sus padres, pero que luego de la subida del lago, se dedica a quemar carbón o a echar días haciendo desyerbo.

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tmolina@diariolibre.com