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Ciudad Colonial con Justicia y Alegría

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Ciudad Colonial con Justicia y Alegría
La Ciudad Colonial necesita su revitalización.

 Para dar vida a la Ciudad Colonial se debe permitir la cohabitación de los espacios, incorporando al Ozama, los diseños modernos y la creación de nuevos museos que no solo atraigan al turista, sino también a los nacionales, y otras facilidades. Por Juan Lladó.

En años recientes han llovido las quejas sobre la Ciudad Colonial (CC) y se ha insistido en la necesidad de rescatarla. Si los factores principales de descontento no eran los ruidos o la basura, eran la seguridad o los buhoneros. Pero soterrado ha quedado el debate, de larga data y algo académico, sobre la mejor manera de lograr su "revitalización". Algunos observadores sofisticados piensan que su actual fisonomía se asemeja más a un mausoleo para momias que a una atracción turística donde la historia, sin profanación alguna, se ayunte con la alegría.

Hace décadas, por supuesto, que se han fabricado planes para lograr su "revitalización". Uno de los principales fue el Plan Cuna de América del 1981, un producto de 18 volúmenes que no logró trocarse en un préstamo del BID para financiar su ejecución. Un cuarto de siglo después (2006) se elaboró el "Plan Lombardi" (planciudadcolonial.com.do), pero este también se quedó en el tintero. Ahora por fin se comenzara a ejecutar, con un préstamo del BID de US$30 millones, el Programa de Fomento al Turismo, un menjurje de intervenciones tan ambicioso que (extrañamente) incluye hasta una Estrategia Nacional de Desarrollo Turístico, un Plan de Desarrollo Institucional para el MITUR y un Sistema de Evaluación de la Promoción Turística.

Lamentablemente, sin embargo, la opinión pública conoce del Programa solo los enunciados, pero no los detalles (diariolibre.com/habitat/2013/02/20/i372109_inicia-rescate-ciudad-colonial.html). Quien esto escribe los ha solicitado muchas veces, incluyendo con amparo a la Ley de Libre Acceso a la Información Pública, pero sin resultados. Tal opacidad, por tanto, justifica que se hagan ahora señalamientos pertinentes para evitar que tanto esta ronda de intervenciones como las futuras repliquen la implacable mortandad de ese "sacrosanto" espacio.

Si se quiere dar vida a "Santo Domingo es alegría", el invitador lema del Cluster Turístico de Santo Domingo, habrá que abrir las ventanas de la CC a las iniciativas "alegres" y populares. Detrás debe quedar, por ejemplo, el equivocado criterio de que el dilatado Proyecto de Sans Soucí podría atentar contra "la coherencia visual de su paisaje". El mundo está lleno de ciudades que tienen centros históricos rodeados de enormes rascacielos y sería insensato pretender que el citado desarrollo inmobiliario de Sans Souci, con sus altas torres, podría, estando en la ribera este del Ozama, desmeritar la pelambre histórica.

Un segundo principio ordenador sería el de permitir diversos usos del espacio. No se debe limitar tan noble perímetro a las iglesias, museos, monumentos y ruinas de tiempos idos. Lo moderno y funcional debe poder coexistir con el embalsamamiento actual del pasado histórico. De igual modo es imperativo que puedan cohabitar las diversas clases sociales (tanto majos iconoclastas como hidalgos santurrones) y deberá evitarse que la CC devenga en enclave para elites económicas. Tan injusto ropaje desvirtuaría totalmente su carácter.

Para que los efluvios históricos sigan dimanando sin tapujos, la CC debe incorporar un componente fluvial a su elenco de atractivos. El río es un mosto natural que imprime mayor encanto seductivo y hay que aprovecharlo. Habrá que inventar atracaderos y muelles para que los turistas puedan tomar paseos fluviales hacia los humedales del alto Ozama y contemplen desnudas algunas de nuestras realidades sociales. Nada más refrescante que un paseo en bote después de ser abrumado por los sobrios monumentos y las muestras museográficas del pasado.

Con los museos hay que tener cuidado. Si los 15 ya existentes en la zona no son suficientes, deberá descartarse engalanar o columpiar más a los ya existentes. Ahí está nuestra raigambre indígena exigiendo que se le haga justicia y se exhiba sin inhibiciones. Lejos de gastar plata en fortalecer los museos existentes debe darse prioridad a la creación del Museo Latinoamericano de los Derechos Humanos (a desarrollarse en el entorno montesinesco) y a desarrollar, en otro lugar, una exhibición sobre la vida de los indígenas a la llegada de los conquistadores.

Pero sería un craso error circunscribir las iniciativas a aquellas que estarían enfocadas en los turistas extranjeros. Esa sería la mejor manera de desvanecer la importancia que tiene la CC en la formación y mantenimiento de nuestra identidad cultural y nacional. Por el contrario, además de atraer los extranjeros la CC tiene que convertirse en un gran punto de encuentro para los nacionales. Solo así se puede hacer justicia a nuestra identidad y se podría prolongar su rol de referente histórico para las futuras generaciones.

Esto último requiere de iniciativas de transporte, además de la fluvial, que permitan a los moradores del Gran Santo Domingo sentirse imbricados con ese espacio. La propuesta de que una nueva etapa del Metro pase por su centro es muy sesuda porque atraerá a la gente de los barrios periféricos y le dará vida diurna y nocturna al sitio. La otra propuesta de que se habiliten tranvías que faciliten el flujo interno es igualmente aceptable. Ahora bien, sin los parqueos soterrados que algunos han visualizado la zona quedara coja y alejara a los conductores de automóviles de su mágico entorno.

Las observaciones anteriores apuntan a que haya un seguimiento importante al proyecto del BID. Lo que se sabe de este último sugiere que no habrá cupo para algunas de las sugerencias que anteceden. Por eso conviene desde ya ir perfilando una segunda etapa de desarrollo que incorpore los proyectos que se deriven de las propuestas no acogidas por el actual Programa de Fomento al Turismo. Esa segunda etapa debe centrarse en hacer de la CC una parte integral del Gran Santo Domingo y en incorporar sus habitantes a las vetustas calles del redivivo lar. Ellos y solo ellos podrán dar vida y hacerle justicia al lema de "Santo Domingo es alegría".

Pero nada de lo anterior podrá perfilar una CC alegre a menos que se destierren para siempre los absurdos conflictos que todavía priman entre sus actores dirigentes. Para ello es necesario que eventualmente se acoja la propuesta de que la CC se convierta en un municipio especial. Por lo menos una de las propuestas sobre eso equilibra los poderes para que haya paz eterna donde hoy reina la atomización y el desasosiego institucional. Los actores deben "ser justo lo primero" y cejar en su empecinado protagonismo y dar paso a una gestión más colegiada y efectiva. Solo así podrá la CC impartir armonía y convertirse, con la alegría que prodigarían las oleadas de visitantes nativos, en uno de los mejores patrimonios de la humanidad para fascinar a nuestros anhelados 10 millones de turistas.

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