La vida de un chiripero que no consigue ni para su medicina

Ramón Hernández es un vendedor de piña del Mercado Nuevo desde hace 25 años. Para él el tema del coronavirus no ha tenido tanta incidencia en lo que vende porque las ventas se mantienen casi igual, excepto que ahora tiene menos horas para vender su producto.

Es un hombre religioso y ve en el coronavirus más que un problema social, un tema religioso, un problema del pecado del hombre y da gracias a Dios porque ningún familiar ha sido contagiado de la enfermedad.

A veces la “piña se pone agria”, pero su fe le da fuerza para seguir luchando en busca de la alimentación de sus cuatro hijos. Ramón no tiene miedo al COVID-19, pues su seguridad dice se la da el Señor, pero toma las medidas de lugar.

Aunque vive solo porque no vive con sus hijos, anda con su mascarilla y cuando llega a la casa todas las medidas para alejar las posibilidades de contraer el virus.

“Eso del coronavirus es algo que va a seguir, eso anda el país entero, pero ahora cualquiera que se muere se cree que por el coronavirus”, dijo.

Ramón llega a las 6:00 de la mañana al mercado desde hace más de la mitad de su vida y aunque tiene una condición, es diabético, no tiene otra opción que ir al rinconcito de su negocio en una de las calles céntricas del mercado.

No hay muchas piñas en su pequeño local y las que hay no son frescas, parecen tener mucho tiempo sin venta a pesar de que en estos tiempos de coronavirus hay demanda de productos alimenticios.

Ramón no tiene mucho ánimo, pues cuenta que tiene gripe y se siente congestionado, pero lo que más le preocupa es que, a pesar de que trabaja, no tiene dinero para comprar sus medicamentos de la diabetes.

Así es la vida de un chiripero que vive del día a día, de lo que gana y si no gana, nada tiene.

Adalberto de la Rosa

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Licenciado en Comunicación Social por la universidad O&M. Ha ejercido el periodismo desde 1988 en radio, televisión y periódicos.