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Historia dominicana
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Las acciones que llevaron a la victoria en la batalla de Azua

Esta confrontación duró alrededor de tres horas

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Las acciones que llevaron a la victoria en la batalla de Azua
Los fusileros del bravo Nicolás Mañón hacen huir en desorden el ejército enemigo.

El ejército dominicano, bajo el mando del general Pedro Santana, obtuvo una contundente victoria en esta ciudad frente al ejército haitiano que comandaba el presidente de ese país, Charles Herard ainé, en una batalla que duró unas tres horas el 19 de marzo de 1844.

Esta es la primera gran prueba de fuego para las novicias armas dominicanas y el debut no podía ser más auspicioso.

El ejército dominicano estaba compuesto por unos 2,500 soldados de diversos lugares de las regiones del este y sur del país, y las tropas haitianas, por unos 8,000 hombres, oriundos mayormente de las zonas de capital haitiana y de Mirabelais.

Al amanecer del día, el general Santana tenía preparadas sus tropas formando una línea de defensa que iba desde el camino del Barro en el noreste, hasta el camino de Los Conucos, en el suroeste. En el flanco derecho, Santana emplazó los fusileros azuanos, comandados por Valentín Alcántara y Vicente Noble y un contingente de macheteros entrenados por el coronel Antonio Duvergé. En la retaguardia de este flanco estaba Nicolás Mañón, con 200 hombres en el Cerro de Resolí.

Al centro de la defensa dominicana, franqueando el camino de San Juan de la Maguana, estaba una pieza de artillería de 24, dirigida por Francisco Soñé y el grueso de las tropas monteras y hateras comandadas por Juan Esteban Ceara, Lucas Díaz y Luis Alvarez.

A la izquierda, había emplazada otra pieza de artillería y los fusileros de Matías de Vargas, José Leger y Feliciano Martínez. El coronel Duvergé, como jefe de la línea de defensa, se movía de un lado a otro, según las necesidades del ataque. En la retaguardia, detrás del centro, estaban el general Santana, junto a Buenaventura Báez, Felipe Alfau y Lorenzo Santamaría, junto a los hateros a caballo y un contingente de caballería reclutado por Báez.

Charles Hérard dividió sus fuerzas para cubrir las tres posiciones del ejército dominicano.

Promediada la mañana, y sin el apoyo de artillería y creyendo que la columna del general Souffrant se encontraba en posición de apoyar el ataque, se inicia el asalto por el centro. El general Thomas Hector cometió el error de ordenar el paso de carga a columna cerrada.

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Infografía
Los azuanos del coronel Antonio Duvergé siembran el terror entre las filas haitianas. (FUENTE EXTERNA.)

Las acciones de la batalla de Azua

Primera acción: La vanguardia haitiana bajo el mando del veterano general Thomas Hector, apoyada por los antiguos dragones de caballería de Boyer, entra a la población en columna cerrada, por el camino de San Juan y es recibida por el fuego de metralla de un cañón escondido dirigido por Francisco Soñé que deja “claros terribles” en las filas haitianas. Cuando se abren las filas, la fusilería de los comandantes Lucas Díaz, Juan Esteban Ceara y José del Carmen García terminan el trabajo del cañón, y una carga de machete de los defensores de la pieza, pone en retirada desordenada al enemigo.

Segunda acción: Los regimientos 9º y 19º, bordeando el bosque, atacan por el camino de Los Conucos la posición de los patriotas, el flanco más débil de la posición dominicana, cerca del viejo convento, donde fueron recibidos por el fuego de una pieza de pequeño calibre emplazada allí y por la certera puntería de la fuerte línea de fusileros de Matías de Vargas, José Leger y Feliciano Martínez. En la acción mueren dos coroneles haitianos y los atacantes se repliegan en desorden.

Tercera acción: El ala izquierda del ejército haitiano, ompuesta por los regimientos 2º y 6º, trata de hacer un movimiento envolvente por el camino de Barro, pero se tropiezan con los azuanos del coronel Antonio Duvergé, quienes a carga de machete siembran el terror entre las filas haitianas. Mientras tanto, los fusileros del bravo Nicolás Mañón, apostados en el cerro de Resolí, apoyan el ataque con certero fuego, haciendo huir en desorden el ejército enemigo, que es perseguido “hasta una legua de la ciudad”.

El extracto se encuentra contenido en el libro "Diario de la Independencia", del historia Adriano Miguel Tejada, de la colección del Sesquicentenario de la Independencia Nacional, Volumen IV. 1994

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