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En Dajabón, la organización impulsa el desarrollo

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En Dajabón, la organización impulsa el desarrollo
Un hombre de nacionalidad haitiana empuja una carreta, frente al mercado binacional de Dajabón, con productos adquiridos en República Dominicana, (FOTO: MARVIN DEL CID)

Dajabón no está en el fin del mundo, aunque lo parezca. De historia relativamente reciente, rompe en el que la visita los prejuicios que el olvido y el abandono político han creado en el imaginario colectivo. Sorprenden su dinamismo, su aspecto físico, la vitalidad y los sueños de su gente.

Creada en 1938 con el nombre de Libertador con tierras desprendidas a Montecristi, la provincia fue considerada por la dictadura de Rafael Trujillo y sus intelectuales orgánicos como punto clave en la deshaitianización de la frontera dominicana. Un año antes, había sido testigo de la matanza de haitianos ordenada por el tirano. Un baldón histórico que el país todavía no subsana.

El proyecto político-ideológico trujillista sembró a Dajabón de escuelas e instituciones públicas. En las calles del municipio cabecera, homónimo de la provincia, resaltan edificios cuya arquitectura devela el autoritarismo del régimen: monumentales, imponentes. Y llevó a la Iglesia católica, representada por los sacerdotes jesuitas, como valladar a las creencias mágico religiosas, y estos fundaron un politécnico cuya sede mataría de envidia a la generalidad de las universidades del país. En su empeño por “mejorar” la “raza”, hijo de sus propios traumas de mulato despreciado, Trujillo trasplantó también a españoles y japoneses que formaron colonias agrícolas y terminaron por dejar sus genes en la población.

Hay que inquietarse por conocer la historia dajabonera para entender otro hecho que atrapa: su altísimo grado de organización. Desde poderosísimas cooperativas hasta asociaciones de vendedores de sacos de polietileno, no parece haber en Dajabón un solo sector que no esté agrupado para defender solidariamente sus particulares intereses. En septiembre de 2012, representantes de todos los sectores organizados, encabezados por las autoridades municipales, elaboraron un Plan de Municipal de Desarrollo no solo enfocado en los principales problemas de la ciudad y sus soluciones, sino en la apertura a la participación comunitaria activa, que podría servir de pista donde aterricen las promesas de los presidenciables.

Quizá ahí reside la clave de un dinamismo que ha permitido maximizar el aprovechamiento del multimillonario comercio que nace del mercado binacional. Una construcción colectiva, que ha hecho de Dajabón lo que hoy es.

Si pides a cualquiera que señale la razón fundamental por la que Dajabón no es esa aldea polvorienta cruzada de un trecho a otro por miserables cargando mercancías inservibles que imaginan los privilegiados urbanitas, la respuesta remitirá siempre al mercado binacional, un concepto sociopolítico, pero también un espacio donde la humanidad alcanza cotas ejemplares. La convivencia es el sello.

Es viernes 22 de enero y el cielo político haitiano presagia tormentas. A las ocho y cinco minutos de la mañana, un oficial del CESFRONT y otro de Aduanas cumplen con el ritual de abrir los dos candados que cierran la puerta fronteriza. Cientos de haitianos, hombres y mujeres, recorren presurosos las decenas de metros que los separan de la entrada al edificio construido con fondos de la Unión Europea hace ya cinco años.

Las expectativas de que el local satisfaría las necesidades del comercio binacional no se cumplieron. Son más los comerciantes de ambas nacionalidades que expenden fuera sus productos, que dentro, espacio variopinto y hacinado cuyos cubículos no parecen haber dado nunca abasto. Las características del intercambio radiografía dos realidades: mientras la gran mayoría de los haitianos adquieren productos alimenticios, los dominicanos hurgan entre los montones de ropa, tejidos, zapatos, electrodomésticos y hasta medicinas que sus vecinos trasladan sobre sus cabezas cuando cruzan el Masacre.

En enero de 2014, la prensa recogió la noticia sobre la donación de seis millones de euros de la Unión Europea, aproximadamente 330 millones de pesos al cambio actual, para llevar a cabo la ampliación. Abigaíl Bueno, presiente de la Asociación de Comerciantes de Dajabón, ve con esperanza la propuesta de ampliación del mercado. Ayudaría, piensa, a poner freno al caos en beneficio de todos. Pero los trabajos van muy lentos -- en enero apenas alcanzan la nivelación del terreno— y esta lentitud contribuye a que, fuera de los límites actuales, en la misma orilla occidental del río, se desarrolle un mercado paralelo de bienes perecederos.

Como cabeza de los comerciantes, Bueno comparte con ellos algunas inquietudes sobre el futuro inmediato. Los últimos dos años, con su secuela de acontecimientos que han impactado las relaciones bilaterales, han visto crecer la incertidumbre en el pequeño y mediano comercio. No entra en valoraciones políticas de esta realidad. Su preocupación es la merma en el intercambio y la angustiosa percepción de que el gran capital les tiende el cerco. Quieren, además, reglas claras porque no es cierto que favorezcan la informalidad perpetua; pero la definición en este ámbito no depende solo de la República Dominicana, sino también de Haití, tan convulso siempre.

Como si lo anterior no bastara para la desazón, el gobierno del presidente Danilo Medina no parece entender las urgencias de Dajabón ni conocer las medidas que pueden ser tomadas, siempre en el marco de la ley, para reducir, mientras el hacha de la formalización va y viene, los obstáculos interpuestos a un intercambio comercial que no tiene que limitarse forzosamente a los lunes y viernes, días tradicionales de mercado.

Que la clase media ha crecido en Dajabón es un hecho constatable a simple vista. Pero también ha ocurrido en la vecina Ouanaminthe, donde un grupo cada vez más amplio de personas amplía su poder adquisitivo gracias al mercado binacional. Bueno cita un dato revelador de esta tendencia: el ya frecuente requerimiento de productos que no corresponden a la canasta básica, como quesos y embutidos de marca.

“El comercio binacional no tendría por qué circunscribirse al mercado si el gobierno amplía la expedición del permiso de habitante fronterizo. La gente con más dinero de Ouanaminthe podría venir a Dajabón a comer o cenar en nuestros restaurantes, por ejemplo, que los hay muy buenos; visitar nuestros centros de diversión o hacer turismo”, razona Bueno, uno de los comerciantes que exportan desde la zona primaria de Adunas, además de vender en su puesto en el mercado.

El día en que Diario Libre estuvo en la frontera, decenas de personas formaban una apretada fila a la espera de que el inspector de Migración chequeara sus respectivos permisos. Casi la totalidad, mujeres que trabajan como domésticas en las casas dajaboneras; el resto, hombres que desempeñan diversos oficios. Gente que también adquiere bienes en el mercado local, pero en la medida de sus precarios ingresos.

Los comerciantes, que no cuestionan ni mucho menos adversan las políticas migratorias nacionales, sienten empero que hay una carencia de respuesta a los vacíos y problemas que éstas han creado. Problemas que han reducido el dinamismo del comercio dajabonero, tan dependiente de Haití. Y encima, los proyectos que avizoran en el horizonte no parecen presagiar mejores tiempos.

Uno al que temen es la construcción de la carretera de circunvalación Dajabón-Ouanaminthe, cuyo estudio de factibilidad está elaborado. Contaría con el apoyo financiero de la Unión Europea en el marco del Programa de Cooperación Binacional en concertación con instituciones de ambos lados de la frontera, según se ha publicado. El objetivo es facilitar a través de ella el mercado mayorista, dejando el actual paso fronterizo al mercado para el comercio minorista.

“Dentro del proyecto de la Unión Europea de ayuda al desarrollo está prevista una circunvalación que evitaría los tapones que se forman los días de mercado con las patanas que entran a Haití. Pero a la hora que se haga esa circunvalación, y ya no sea la vía actual que pasa por Aduanas, nosotros nos quedaremos fuera del escenario del mercado. Incluso el mercado binacional y su ampliación quedarían como un elefante blanco. Si eso ocurre, repito, la plataforma que hemos hecho los dajaboneros para impulsar el comercio con Haití va a desaparecer”, insiste Bueno.

Durante una consulta que no saben si finalmente dará frutos, los comerciantes de Dajabón eligieron entre varias opciones –trabajadas por técnicos de los Fondos Europeos— la que recomienda comprar varias manzanas de casas en los alrededores del mercado para hacer más fluido el tránsito de los camiones de carga al tiempo que se preserva el comercio de los pequeños y medianos.

“Eso es lo ideal, no una circunvalación que nos saca a nosotros del escenario –dice aprensivo Abigaíl Bueno--. En ese proyecto (el de la circunvalación) está contemplada una Aduana, lo que quiere decir que la mercancía vendrá de Santo Domingo; los grandes empresarios harán sus negociaciones dejándonos fuera”.

Lo que esperan, insiste, es que la ampliación del actual mercado, que incluye un cruce peatonal que conecta con Haití, sirva para agilizar la circulación. “Pero todos los escenarios que se están pintando apuntan a que quedaremos fuera del comercio que hemos desarrollado hasta ahora”, apostilla.

Hasta dónde puede haber influido el mercado binacional en el desarrollo provincial de Dajabón, se infiere de las cifras históricas aportadas por el mapa de la pobreza de 2014. La tasa de pobreza general cayó de 82.8 por ciento en 1993 a 62.8 por ciento en el 2002 y en 2010 se situó en 53.9 por ciento. Y mucho se debe esta media al municipio, como lo demuestra la siguiente tabla:

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Infografía

Mas nada ha sido fruto del azar, sino de un proceso de organización cada vez más sólido. Luis Alberto Reynoso, presidente de la Agencia de Desarrollo Económico y Territorial de Dajabón (Adetda), rememora los inicios formales en 2008. Entonces, un grupo de organizaciones sociales de todos los municipios dajaboneros se reunieron para identificar propósitos comunes. Un estudio posterior realizado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) puso en manos de los dirigentes sociales los insumos necesarios para, dos años después, dejar conformada la Adetda.

“Para el territorio ha sido algo muy importante porque la gente, ni nosotros los dirigentes, imaginábamos nuestras potencialidades. No sabíamos lo poderosos que somos en el renglón de los lácteos, la apicultura y los frutos. A través de la Agencia hemos podido organizarnos, formar y consolidar las cooperativas y educar a la gente para sacarle valor agregado a la producción”, dice Reynoso.

El local, cuyo espacio no alcanza para la permanente actividad que desarrolla la Adetda (tiene incluso una habitación con varias computadoras para provecho de los estudiantes del barrio Benito Monción), es un hormiguero en días normales. Con fondos y asesoría de diversas agencias internacionales, la Adetda ofrece a los miembros de las cooperativas agrupadas en las llamadas “cadenas de valor”, asistencia técnica, cursos y talleres, en coordinación con organismos internacionales.

En apenas cinco años, las cadenas de valor (lácteos, hortofrutales, maderera, apícola y turismo y cultura) han ido acumulando logros relevantes. Con una comercializadora propia, que abrirá local en breve, ya saca de la provincia bienes que sus productores jamás soñaron comercializar. Un acuerdo firmado con el Grupo CCN les permite colocar en las góndolas de los supermercados Nacional y Jumbo miel y maní, este último producido y procesado por treinta mujeres que, todavía hoy, realizan su trabajo manualmente. La mira está puesta también en la exportación a Italia de banano y mango. En marzo se reunirán con importadores italianos para explorar el mercado.

Mucho tiene que ver la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA) con este cambio de perspectiva de la actividad productiva. Cada dos años, envía un especialista en el área identificada como de más e inmediata importancia por la propia Adetda. A los proyectos también arrima el hombro el gobierno, básicamente a través del Banco Agrícola, representado en la Junta Directiva por Mariano Rodríguez.

“En los años setenta y ochenta se formaban organizaciones para combatir al Estado, pero nosotros estamos haciendo un trabajo en coordinación. Por ejemplo, recientemente se anunció en Dajabón la ventanilla única. Eso es un logro de la Adetda a través de la Cámara de Comercio y Producción”, plantea Reynoso, interesado en que se entienda el enfoque del trabajo que realizan.

Dedicado día y noche a potenciar las organizaciones territoriales de productores, Reynoso es celoso de lo conseguido por los pequeños, esos que han dejado la piel en el camino. Rememora cómo en el origen del mercado binacional al que todos bendicen, están las llamadas “pepeceras”, compradoras dominicanas de la ropa usada que los ricos donaban al empobrecido Haití para revenderlas en los pueblos aledaños. “Unas seiscientas mujeres de Dajabón llevaban el sustento a sus hogares con esta actividad”.

Cuánto ha crecido el producto interno bruto provincial durante los últimos años no es dato que manejen en el momento. Pero, en compensación, Mariano Rodríguez remite al último informe del PNUD sobre desarrollo humano; en el conjunto de variables incluidas, Dajabón va superando rezagos. En su voz hay un timbre de orgullo cuando lo dice.

Su entusiasmo encuentra eco en Reynoso. “Tenemos que lograr que la riqueza llegue a más gente. La Adetda trabaja para que, por lo menos, haya equidad. Que el que tiene una finquita de veinte tareas y en ella siembra frutas, verduras o maní, entienda que posee una empresa. Que el que tenga dos vacas pueda sacarles la manutención de sus hijos. Ese es uno de nuestros objetivos fundamentales, y lo estamos consiguiendo”.

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