VIDEO | Estudiar una carrera... desde la cárcel
SANTO DOMINGO. Hace siete años que Bernardo Jonathan Salcedo Then llegó al Centro Correccional Juana Núñez de Salcedo, en la provincia Hermanas Mirabal. Interno en este centro del nuevo modelo penitenciario, cursa el séptimo cuatrimestre en una universidad de Santiago, donde asiste todos los sábados acompañado de su custodio y de su madre que lo traslada en su vehículo privado.
El recluso Bernardo Jonathan Salcedo Then, de 31 años, empezó estudiando la carrera de Mercadeo, pero por la dificultad para hacer sus tareas, porque su situación le impedía reunirse con los demás estudiantes para hacer sus trabajos, optó por cambiarse a la carrera de Derecho, en la que lleva ya más de dos años.
Su madre, Yolanda Then, de 51 años, decidió también estudiar Psicología en la misma casa de estudio, a sugerencia de Bernardo Jonathan, quien la animó a aprovechar el tiempo en que lo acompañaba todos los sábados.
Ambos, junto al teniente del Ejército Joan Barrera Fernández, jefe de seguridad del penal y custodio de Bernardo Yonathan, reciben clases de 8:00 a 2:00 de la tarde y en diferentes aulas.
El militar Barrera Fernández cursa la carrera de Ingeniería en Software, y explica que las facilidades al recluso para que pueda salir del presidio y asistir al centro docente de educación superior existen para otros reos, pero que los demás no han llegado a esos niveles, sino que cursan aún el nivel básico o medio, cuyas clases son obligatorias para todos, además de los cursos técnicos de los que disponen.
Asimismo, la directora del Centro Correccional, Martha Reyes recuerda que la facilidad se sustenta en la Ley 224 sobre Régimen Penitenciario, promulgada en 1984.
El artículo 17 de esa ley establece que las "salidas fuera del establecimiento podrán concederse después de que haya cumplido por los menos un tercio de su pena, bajo la palabra de honor del recluso, con la compañía de un funcionario de vigilancia uniformado, o confiado a la custodia de alguna persona que merezca confianza".

El artículo 18 dice que la Comisión de Vigilancia, Evaluación y Sanción, formada por el director del penal, un psiquiatra, un visitador social y cualquier persona que preste servicio en un departamento del presidio, "resolverá sobre el avance, retroceso, sanciones, y permisos de los reclusos sometidos a tratamiento".
Esa ley, que es la que sustenta el Nuevo Modelo Penitenciario que se ejecuta en 16 de las 35 cárceles dominicanas y que empezó a implementarse en el país veinte años después de ser promulgada, dispone, además, en su artículo 15 que "durante el período de tratamiento se intentará la rehabilitación del recluso, mediante la instrucción, el trabajo, la asistencia espiritual, la disciplina, la práctica de ejercicios y de sanos pasatiempos...".
Yolanda Then, la madre del interno, explica que las personas que contrataba para que transportaran a Jonathan desde el Centro Correccional a la universidad, muchas veces no podían trasladarlo, razón por la cual decidió abandonar cualquier cosa que tuviera que hacer los sábados para acompañar a su hijo ella misma: "Porque los demás se cansan, yo no me puedo cansar ni me voy a cansar hasta verlo fuera de aquí, si Dios quiere".
Yolanda tiene tres hijos más, dos de ellos médicos. Bernardo Jonathan es el del medio. El recluso tiene un hijo de 10 años y una niña de ocho. Su padre ha sido comerciante, principalmente en el sector panadero, negocios de los que se encargaba Jonathan antes de los incidentes de una riña que lo llevaron a la cárcel, en la que una persona resultó muerta, por lo que recibió una condena de 14 años.
Sus compañeros de estudio de más confianza son los que saben que él es un recluso y algunos facilitadores de la universidad, por motivos de seguridad. Dice que se han enterado porque se han presentado ocasiones que no hay manera de ocultarlo.
Para sus tareas ha tenido que recurrir a los abogados y magistrados de la provincia, a los que conoce porque son del mismo municipio. A ellos les envía por escrito las preguntas, las cuales se las responden de la misma manera.
El Centro Correccional de Salcedo
El sosiego, la limpieza y la familiaridad entre los internos, empleados y miembros de seguridad del Centro Correccional Juana Núñez, en Salcedo, dan la impresión a los visitantes de ese recinto penitenciario de estar en un área recreativa de cualquier barrio o quizá una institución pública de enseñanza, difícil percibir que es un lugar donde se alojan 133 condenados de diferentes delitos y crímenes.
Allí, la explotación a la creatividad y al ingenio de cada recluso, como parte del programa reformador, se palpa en esculturas, jardinería y otras obras de arte, que antes eran objetos y escombros que había que trasladar del penal, pero que moverlos implicaba gastos de recursos que podían invertirse en áreas prioritarias.

El Centro de Corrección está ubicado en la Fortaleza del Ejército del municipio de Salcedo, por lo que comparte el terreno con los miembros de esa institución castrense, quienes están a cargo de la seguridad.
La productividad económica del recinto, la más importante y que ocupa un gran espacio, incluye el taller de ebanistería y herrería, donde se construyen y reparan butacas del Ministerio de Educación, bancos para áreas de deportes, ataúdes y otros tipos de trabajos que la comunidad de Salcedo requiera y que se le oferta a bajos costos en comparación con el mercado regular.
El teniente Joan Barrera Fernández cita que un ataúd que se vende en el mercado regular entre 14 y 15 mil pesos, en el penal se oferta entre ocho y diez mil.

La agricultura es otra de las áreas importantes del penal para su propio consumo y para la venta, además de ser una "terapia ocupacional" para los internos.
Un total de diez reclusos trabajan diario, de 7:00 de la mañana a 4:00 de la tarde en la finca La Esperanza, propiedad incautada por la Procuraduría General de la República y la cual es puesta a producir por el Centro Correccional Juana Núñez. En esta propiedad se cultiva plátano, yuca, berenjena, tomates, ajíes y auyama.
En el mismo recinto también se produce cebolla, tomate y verdura. Asimismo, posee una granja, cuya última inversión implicó la compra de 400 gallinas ponedoras. Los huevos son vendidos al público y para consumo.

La granja es atendida por el recluso Rafael Taveras (El Albino), quien además hace labores de panadería porque, según él, es la "terapia ocupacional" que más le gusta. Antes de implementarse el nuevo modelo penitenciario se le castigaba con frecuencia por ser uno de los reos más conflictivos.
El Albino lleva nueve años en el penal y dice que el trato que recibe ahora es muy diferente, debido a la confianza que se ha ganado y por las responsabilidades que se le delegan. Del total de los 133 internos, 10 son mujeres.
Una mascota para cada reo
Dentro de la "terapia ocupacional" a la que recurre el Centro Correccional Juana Núñez, figura la crianza de conejos. A los internos que desean hacerse responsables de la cría de uno de estos mamíferos se les regala como mascota, por lo que deben alimentarlos y si finalmente quieren enviarlo a uno de sus parientes, se les permite.

El personal del Centro, además de la directora, está conformado por un encargado de taller, nombrado por el Ministerio de Educación; un médico, una enfermera, odontóloga, tres psicólogas y una trabajadora social.
Recursos que devengan los reos
A los reclusos que trabajan en los talleres se les paga por producción y en ocasiones han devengado un salario de hasta RD$7,000 pesos mensuales, dice Marta Reyes.
De las remuneraciones que perciben, la Ley 224, establece que el 50% debe destinarse a la manutención de sus familiares o de las personas que determinen los reclusos, un 30% para la formación de un fondo de reserva que se les entregará cuando salgan en libertad, un 10% para uso personal del interno y los restantes 10% para la Dirección General de Prisiones.
Reyes explica que está prohibido tocar los ahorros del interno, el cual, en el caso del Centro Correccional Juana Núñez, se deposita en la Cooperativa Hermanas Mirabal, la que también financia los proyectos que ejecuta el recinto. Los internos que trabajan en la cocina, limpieza, panadería, tienen un ingreso fijo de 2,000 pesos.
El penal casi se sustenta económicamente con lo que produce. De las autoridades penitenciarias solo recibe RD$12,500.
El recluso Bernardo Jonathan Salcedo Then, de 31 años, empezó estudiando la carrera de Mercadeo, pero por la dificultad para hacer sus tareas, porque su situación le impedía reunirse con los demás estudiantes para hacer sus trabajos, optó por cambiarse a la carrera de Derecho, en la que lleva ya más de dos años.
Su madre, Yolanda Then, de 51 años, decidió también estudiar Psicología en la misma casa de estudio, a sugerencia de Bernardo Jonathan, quien la animó a aprovechar el tiempo en que lo acompañaba todos los sábados.
Ambos, junto al teniente del Ejército Joan Barrera Fernández, jefe de seguridad del penal y custodio de Bernardo Yonathan, reciben clases de 8:00 a 2:00 de la tarde y en diferentes aulas.
El militar Barrera Fernández cursa la carrera de Ingeniería en Software, y explica que las facilidades al recluso para que pueda salir del presidio y asistir al centro docente de educación superior existen para otros reos, pero que los demás no han llegado a esos niveles, sino que cursan aún el nivel básico o medio, cuyas clases son obligatorias para todos, además de los cursos técnicos de los que disponen.
Asimismo, la directora del Centro Correccional, Martha Reyes recuerda que la facilidad se sustenta en la Ley 224 sobre Régimen Penitenciario, promulgada en 1984.
El artículo 17 de esa ley establece que las "salidas fuera del establecimiento podrán concederse después de que haya cumplido por los menos un tercio de su pena, bajo la palabra de honor del recluso, con la compañía de un funcionario de vigilancia uniformado, o confiado a la custodia de alguna persona que merezca confianza".

El artículo 18 dice que la Comisión de Vigilancia, Evaluación y Sanción, formada por el director del penal, un psiquiatra, un visitador social y cualquier persona que preste servicio en un departamento del presidio, "resolverá sobre el avance, retroceso, sanciones, y permisos de los reclusos sometidos a tratamiento".
Esa ley, que es la que sustenta el Nuevo Modelo Penitenciario que se ejecuta en 16 de las 35 cárceles dominicanas y que empezó a implementarse en el país veinte años después de ser promulgada, dispone, además, en su artículo 15 que "durante el período de tratamiento se intentará la rehabilitación del recluso, mediante la instrucción, el trabajo, la asistencia espiritual, la disciplina, la práctica de ejercicios y de sanos pasatiempos...".
Yolanda Then, la madre del interno, explica que las personas que contrataba para que transportaran a Jonathan desde el Centro Correccional a la universidad, muchas veces no podían trasladarlo, razón por la cual decidió abandonar cualquier cosa que tuviera que hacer los sábados para acompañar a su hijo ella misma: "Porque los demás se cansan, yo no me puedo cansar ni me voy a cansar hasta verlo fuera de aquí, si Dios quiere".
Yolanda tiene tres hijos más, dos de ellos médicos. Bernardo Jonathan es el del medio. El recluso tiene un hijo de 10 años y una niña de ocho. Su padre ha sido comerciante, principalmente en el sector panadero, negocios de los que se encargaba Jonathan antes de los incidentes de una riña que lo llevaron a la cárcel, en la que una persona resultó muerta, por lo que recibió una condena de 14 años.
Sus compañeros de estudio de más confianza son los que saben que él es un recluso y algunos facilitadores de la universidad, por motivos de seguridad. Dice que se han enterado porque se han presentado ocasiones que no hay manera de ocultarlo.
Para sus tareas ha tenido que recurrir a los abogados y magistrados de la provincia, a los que conoce porque son del mismo municipio. A ellos les envía por escrito las preguntas, las cuales se las responden de la misma manera.
El Centro Correccional de Salcedo
El sosiego, la limpieza y la familiaridad entre los internos, empleados y miembros de seguridad del Centro Correccional Juana Núñez, en Salcedo, dan la impresión a los visitantes de ese recinto penitenciario de estar en un área recreativa de cualquier barrio o quizá una institución pública de enseñanza, difícil percibir que es un lugar donde se alojan 133 condenados de diferentes delitos y crímenes.
Allí, la explotación a la creatividad y al ingenio de cada recluso, como parte del programa reformador, se palpa en esculturas, jardinería y otras obras de arte, que antes eran objetos y escombros que había que trasladar del penal, pero que moverlos implicaba gastos de recursos que podían invertirse en áreas prioritarias.

El Centro de Corrección está ubicado en la Fortaleza del Ejército del municipio de Salcedo, por lo que comparte el terreno con los miembros de esa institución castrense, quienes están a cargo de la seguridad.
La productividad económica del recinto, la más importante y que ocupa un gran espacio, incluye el taller de ebanistería y herrería, donde se construyen y reparan butacas del Ministerio de Educación, bancos para áreas de deportes, ataúdes y otros tipos de trabajos que la comunidad de Salcedo requiera y que se le oferta a bajos costos en comparación con el mercado regular.
El teniente Joan Barrera Fernández cita que un ataúd que se vende en el mercado regular entre 14 y 15 mil pesos, en el penal se oferta entre ocho y diez mil.

La agricultura es otra de las áreas importantes del penal para su propio consumo y para la venta, además de ser una "terapia ocupacional" para los internos.
Un total de diez reclusos trabajan diario, de 7:00 de la mañana a 4:00 de la tarde en la finca La Esperanza, propiedad incautada por la Procuraduría General de la República y la cual es puesta a producir por el Centro Correccional Juana Núñez. En esta propiedad se cultiva plátano, yuca, berenjena, tomates, ajíes y auyama.
En el mismo recinto también se produce cebolla, tomate y verdura. Asimismo, posee una granja, cuya última inversión implicó la compra de 400 gallinas ponedoras. Los huevos son vendidos al público y para consumo.

La granja es atendida por el recluso Rafael Taveras (El Albino), quien además hace labores de panadería porque, según él, es la "terapia ocupacional" que más le gusta. Antes de implementarse el nuevo modelo penitenciario se le castigaba con frecuencia por ser uno de los reos más conflictivos.
El Albino lleva nueve años en el penal y dice que el trato que recibe ahora es muy diferente, debido a la confianza que se ha ganado y por las responsabilidades que se le delegan. Del total de los 133 internos, 10 son mujeres.
Una mascota para cada reo
Dentro de la "terapia ocupacional" a la que recurre el Centro Correccional Juana Núñez, figura la crianza de conejos. A los internos que desean hacerse responsables de la cría de uno de estos mamíferos se les regala como mascota, por lo que deben alimentarlos y si finalmente quieren enviarlo a uno de sus parientes, se les permite.

El personal del Centro, además de la directora, está conformado por un encargado de taller, nombrado por el Ministerio de Educación; un médico, una enfermera, odontóloga, tres psicólogas y una trabajadora social.
Recursos que devengan los reos
A los reclusos que trabajan en los talleres se les paga por producción y en ocasiones han devengado un salario de hasta RD$7,000 pesos mensuales, dice Marta Reyes.
De las remuneraciones que perciben, la Ley 224, establece que el 50% debe destinarse a la manutención de sus familiares o de las personas que determinen los reclusos, un 30% para la formación de un fondo de reserva que se les entregará cuando salgan en libertad, un 10% para uso personal del interno y los restantes 10% para la Dirección General de Prisiones.
Reyes explica que está prohibido tocar los ahorros del interno, el cual, en el caso del Centro Correccional Juana Núñez, se deposita en la Cooperativa Hermanas Mirabal, la que también financia los proyectos que ejecuta el recinto. Los internos que trabajan en la cocina, limpieza, panadería, tienen un ingreso fijo de 2,000 pesos.
El penal casi se sustenta económicamente con lo que produce. De las autoridades penitenciarias solo recibe RD$12,500.
Diario Libre
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