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Guerra en Siria
Guerra en Siria

Los niños sirios de Guta a pan y agua

El último convoy de ayuda humanitaria que entró en la Guta se remonta a finales de septiembre.

HUMARIA. Para hacerles creer a los niños que comerán pronto, Manal pone agua a hervir y espera que se duerman. En la Guta oriental, una región rebelde asediada por el ejército sirio, la penuria de alimentos se agrava y la dieta de los niños es pan y agua.

“En tres días sólo comieron pan. Un vecino les dio harina”, cuenta la joven con lágrimas en los ojos, instalada con sus cuatro niños de corta edad en Hamuria, una localidad de la Guta Oriental, al este de Damasco.

Las fuerzas gubernamentales asedian desde 2013 esta extensa región de cerca de 400.000 habitantes en manos de la rebelión, donde la ayuda humanitaria llega con cuentagotas.

Los alimentos y los medicamentos escasean, y cuando llegan a esa zona gracias al contrabando, los vendedores piden mucho dinero por ellos.

A consecuencia de la penuria, más de un millar de niños sufren de malnutrición aguda, alertó Unicef, el Fondo de la ONU para la Infancia.

A pesar de que la Guta se convirtió en julio en una de las cuatro “zonas de distensión” instauradas en Siria para conseguir una tregua en los combates, las necesidades humanitarias siguen siendo “enormes” y la situación podría cobrar rápidamente “proporciones trágicas”, aseguró el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).

“En 24 horas, hemos tomado una sola comida, que no puede bastar para saciar a los niños”, lamenta el marido de Manal, Abu Azzam.

La pareja vendió todos sus muebles para sobrevivir. En la habitación principal, apenas queda una cama de hierro, colchones tirados en el suelo y sillas de plástico. En las puertas y las ventanas, que ya no tienen cristales, la familia ha colgado sábanas para protegerse del viento cada vez más otoñal.

Abu Azzam no puede trabajar y se desplaza con muletas desde hace dos años, cuando un bombardeo contra su antigua casa le hirió una pierna.

En el mismo ataque, la familia perdió a su quinto hijo, y le tuvieron que amputar la pierna izquierda a Azzam, de ocho años, que también utiliza una muleta.

‘Necesidades enormes’

La Guta oriental, antaño una región agrícola fértil, quedó devastada tras años de combates. Los bombardeos y los disparos de artillería arruinaron muchos edificios y numerosas calles son ahora inhabitables.

Las infraestructuras básicas también sufrieron las consecuencias de los ataques: la electricidad sólo se obtiene gracias a los generadores, y a menudo el agua no es potable y se convierte en un vector de enfermedades.

Al convertirse en una zona de distensión -una iniciativa promovida por Moscú, aliado de Asad, Irán y Turquía, aliada de los rebeldes-, la Guta debía obtener más ayuda humanitaria, que sólo puede entrar en la región con la autorización del gobierno.

“Las fuerzas rusas hicieron dos distribuciones en puestos de control, y ya no hubo ninguna más”, afirma el director del Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH), Rami Abdel Rahman.

El último convoy de ayuda humanitaria que entró en la Guta se remonta a finales de septiembre. Transportaba comida y ayudas médicas para unas 25.000 personas.

“Las necesidades humanitarias en la Guta Oriental son enormes”, reconoce una portavoz del CICR, Ingy Sedky, que precisa que la “situación está empeorando”.

Madre débil, niño débil

En esas condiciones, los dramas son inevitables. Este fin de semana, dos bebés murieron de malnutrición, entre ellos la pequeña Sahar Dofdaa. Tenía 34 días y las fotos de su cuerpo esquelético dieron la vuelta al mundo.

Yahya Abu Yahya, médico de Hamuria, explica que la malnutrición de las madres que amamantan a los recién nacidos es una de las causas principales de la malnutrición infantil.

“Los nutrientes que necesitan las madres no están disponibles”, lamenta el médico. “La mayoría sufren de anemia, de carencia en vitamina A y D, de carencia de hierro”, explica. “Su cuerpo es débil y, por tanto, el cuerpo de su hijo es débil”.

La mala situación sanitaria de la región y la escasez de agua potable también tienen consecuencias nefastas para los bebés, ya que pueden provocarles diarrea.

En los tres últimos meses, 232 niños sufrieron de malnutrición aguda grave, y 882 de malnutrición aguda moderada, según Unicef, que asegura que otros 1.589 niños están en una situación de riesgo.

“Quiero que llegue el día en el que podamos comer tres veces al día”, dice Abu Azzam.

por Abdulmonam EASSA con Amer ALMOHIBANY

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