Palmeiras es campeón de Libertadores con gol en la agonía
RIO DE JANEIRO (AP) — El partido estaba en los descuentos y la prórroga parecía inevitable. Palmeiras se afanaba un poco más por encontrar el gol ante un Santos que parecía preferir que se agotara el tiempo regular.
Cuca, el técnico santista, se agachó para retener con las manos un balón que había salido por la banda, en un intento aparente por consumir algunos segundos. Apresurado por hacer el saque, Marcos Rocha empujó al estratega.
Se sucedió un conato de riña entre varios jugadores y una tarjeta roja al entrenador. El conflicto rompió con el sopor del encuentro y pareció desconcentrar a los jugadores de Santos, algo que Palmeiras aprovechó en el último suspiro.
Con un gol en la agonía de la final deslucida, Palmeiras se impuso 1-0 en el duelo brasileño dentro del estadio Maracaná y se consagró campeón de la Copa Libertadores por segunda vez en su historia.
En el octavo minuto de descuento, el delantero del Verdão Breno Lopes, quien había ingresado desde el banco de suplentes cuando faltaban 5 minutos reglamentarios, se convirtió en el héroe inesperado.
'Quedé muy feliz... Gracias a dios fui premiado con el gol”, expresó un conmovido Lopes.
El atacante Rony, quien había hecho una buena final, recibió la pelota por la derecha y envió un centro al área que Lopes conectó de cabeza. Nada pudo hacer John, arquero de Santos, que vio cómo la pelota entraba por el palo izquierdo.
Los nervios y las imprecisiones fueron la tónica de una final en que ambos adversarios pelearon más de lo que jugaron. Los dos equipos se habían ido al descanso sin ningún tiro a puerta y con 15 faltas en total, 8 cometidas por el Palmeiras y 7 por Santos.
Al término del primer tiempo, Palmeiras había hecho un poco más que Santos de la mano de Rony, quien sobre los 43 minutos, se lució con un sombrero sobre Felipe Jonatan, el lateral izquierdo de Santos, y dejó a Luiz Adriano mano a mano. Adriano, camiseta 10 del “Porco”, se desentendió de la jugada y desaprovechó una de las pocas claras que había tenido el partido.
Palmeiras había vuelto a coquetear con el gol a los 18 minutos del segundo tiempo, con una pelota parada que ejecutó el mediocampista Rapahel Veiga desde el lado derecho del ataque y aterrizó sobre el techo del arco.
Santos llevó peligro al arco de Weverton apenas en contados momentos, cuando Diego Pituca, el talentoso mediocampista del Peixe, asumió el control de la pelota e intentó conducir los ataques. A los 76, Pituca enganchó en el borde del área y ejecutó al arco forzando al arquero de Palmeiras a dar rebote. En la secuencia, Felipe Jonatan ejecutó un bombazo que se fue besando el travesaño ante un Weverton que miró el remate rendido, mientras se levantaban de sus asientos los escasos invitados del Peixe, que se ilusionaban con un gol antes del final.
“El segundo lugar no es valorado en Brasil... Estamos orgullosos por el torneo, pero no por la final”, lamentó Pituca.
La actuación de los dos equipos se fue deshilachando hacia el final, cuando parecía que comenzaban a pesar las piernas por el cansancio. Todo indicaba que Palmeiras y Santos jugarían dos tiempos extra, hasta que el encuentro se revolucionó y encontró un desenlace.
El árbitro argentino Patricio Losteau echó a Cuca tras el altercado. Cuca hizo con las manos una señal para pedir que se recurriera al videoarbitraje (VAR) y se anulara su expulsión.
Resignado, el técnico saltó la valla para sentarse en el graderío con los invitados santistas, quienes lo ovacionaron.
De inmediato, apareció la cabeza de Breno Lopes, que sepultó el ánimo de esos seguidores y coronó a Palmeiras.
“Fue una cosa que no parece tanto, pero desestabilizó a los jugadores. Un minuto y medio después llegó el gol de ellos, en la única finalización que tuvieron”, dijo el auxiliar Cuquinha, quien acudió a la conferencia posterior al partido, en vista de que el técnico había sido expulsado. “El árbitro tenía que ir al VAR. ¿Para qué tiene el VAR? A no ser que él se haya quedado enojado porque sacamos al equipo de su corazón (de la Libertadores) y venía lastimado. No hay otra explicación”.
Santos había eliminado en semifinales a Boca Juniors de Argentina, mientras que Palmeiras hizo lo propio con River Plate.
Tras eliminar al Millonario, el técnico de Palmeiras Abel Ferreira charló en la cancha con el estratega rival Marcelo Gallardo, a quien elogió entonces. El sábado, ya coronado, volvió a hacerlo.
“Yo le dije a él que ganaríamos la Libertadores y se la dedicaría, porque hoy soy un técnico mejor gracias a él”, dijo Ferreira en relación al aprendizaje tras la derrota que casi lo deja afuera en el partido de vuelta de la semifinal en Sao Paulo, cuando perdió por 2-0.
Ferreira emuló a Jorge Jesús, exentrenador del Flamengo, al convertirse en el segundo técnico portugués en ser campeón de la Libertadores. Ambas coronaciones llegaron de manera consecutiva.
A la final, que había comenzado con una sensación térmica cercana a los 40 grados en Río de Janeiro, concurrieron unas 5.000 personas, entre invitados de patrocinadores y de los clubes, staff operativo y empleados de seguridad que atestiguaron dentro del estadio mítico la victoria del “Porco”.
A 375 días del primer partido, el mayor torneo continental llegó a su fin con una atípica definición a puertas cerradas, lo cual no evitó que cientos de hinchas estuvieran presentes. Palmeiras y Santos tuvieron pequeñas pero ruidosas hinchadas en un Maracaná prácticamente vacío.
Cada club estuvo representado por cientos de invitados que se hicieron sentir desde el calentamiento alentando a los equipos. En varias ocasiones, pudo observarse que el comportamiento de esas personas contravino los protocolos aconsejados para combatir la diseminación del coronavirus.
Los controles estrictos de la Conmebol en la previa a la final, cuando se le exigió a cada persona que fuera al estadio un examen PCR negativo, contrastaron con lo que se vivió dentro del estado. Aunque la mayoría de las centenas de invitados estuvo con barbijo durante el encuentro, no se respetó el distanciamiento en la platea de invitados.
La organización aglomeró a los invitados en un único sector, encima de los bancos de suplentes de los finalistas, mientras la mayor parte del estadio estuvo vacío. La falta de un cordón de separación entre los invitados generó también algún tipo de escaramuza, que no pasó a mayores.
Antes del silbatazo inicial, la voz del estadio pidió un minuto de silencio a las víctimas del COVID-19, que las hinchadas invitadas taparon con gritos de aliento. El sistema de sonido del estadio debió intervenir cuatro veces para pedirles a los presentes que respetaran el uso de barbijo.
La pandemia del COVID-19 acabó marcando a fuego la edición 2020 de la Libertadores, cuya final estaba programada originalmente para el 21 de noviembre del año pasado. La llegada del virus a la región forzó la suspensión de la competencia entre marzo y septiembre y acabó alterando drásticamente el cronograma.
Incluso las instalaciones del estadio Maracaná fueron utilizadas, entre mayo y julio, para albergar un hospital de campaña de tratamiento a enfermos de COVID-19 en Río, un estado cuyo sistema de salud llegó al límite de su capacidad en el curso de la crisis sanitaria.
Fue la segunda vez que el Maracaná se convierte en escenario de una final de Libertadores. En 2008 la Liga de Quito de Ecuador derrotó en los penales al local, Fluminense, y levantó su primera y única Copa.
Palmeiras se consagró campeón por segunda vez, la anterior había sido en 1999 bajo la conducción de Luiz Felipe Scolari. Con el triunfo se garantizó un pasaje al mundial de clubes de Qatar. Además, se embolsó un premio de 15 millones de dólares.