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Turcas y Caicos ante el caos de la migración ilegal de haitianos

Funcionarios de Turcas y Caicos dicen que casi todos los botes que llegan a la cadena de islas parten del distrito de Cabo Haitiano, a 200 kilómetros de distancia

Con sus arenas blancas y sus aguas turquesas, las islas caribeñas Turcas y Caicos encarnan para muchos la idea de paraíso. Pero el flujo de miles de migrantes haitianos clandestinos, que ven en este archipiélago británico la posibilidad de una vida mejor, lo han convertido en un caos.

“Le hemos rogado al Reino Unido que ayude. No creo que se den cuenta de lo urgente que es la situación”, dice el ministro de vivienda del archipiélago, Goldray Ewing.

“Como territorio británico no tenemos nuestra propia fuerza de defensa. Les dijimos que es una invasión y una crisis nacional. No hay otra manera de describirlo”, agrega.

Cada año, miles de jóvenes haitianos intentan escapar de la economía más pobre del Caribe, donde el 60% de sus 11 millones de habitantes vive con menos de 2 dólares por día.

La inflación, la corrupción endémica y una caída en el valor de la moneda han sumido a los haitianos aun más en la miseria.

Funcionarios de Turcas y Caicos dicen que casi todos los botes que llegan a la cadena de islas parten del distrito de Cabo Haitiano, a 200 kilómetros de distancia.

Con inmigrantes dispuestos a pagar entre 300 y 1.000 dólares para llegar al territorio de 35.000 habitantes con la esperanza de una vida mejor, los botes son un gran negocio.

Al menos cinco embarcaciones han llegado en el último mes, transportando entre 50 y 200 personas cada una. Pero los viajes a bordo de estos navíos endebles y abarrotados a menudo terminan en desastre.

El hundimiento de un barco el 2 de febrero cerca de las Bahamas, que también está luchando contra la afluencia de inmigrantes indocumentados, causó la muerte de al menos 28 personas.

“Amenaza existencial”

Los funcionarios de Turcas y Caicos dicen que sus limitados recursos apenas les permiten interceptar la mitad de los barcos que llegan.

Se cree que varios miles de haitianos se esconden en los barrios más pobres de la isla Providenciales, el punto de acceso turístico de la cadena, donde viven 24.000 personas.

El arribo de indocumentados no es algo nuevo, pero los recientes disturbios en Haití y las nuevas oportunidades laborales en Providenciales han provocado un aumento dramático.

Ewing dice que los costos de repatriación de un bote que llegó a la isla Cayo Sal el 17 de enero con 187 personas a bordo superaron los 300.000 dólares.

El líder opositor Washington Misick argumentó que no se podía contar con que el gobierno haitiano detuviera el flujo de migrantes, señalando que su economía se beneficia de las remesas que envían a sus hogares.

“La situación plantea una amenaza existencial para nuestras islas y nuestra forma de vida”, dijo.

Pero los haitianos dispuestos a hacer ese viaje aseguran que es su única esperanza para un futuro mejor. “Necesito trabajo”, alega un hombre de Cabo Haitiano. “Y conozco a personas que pueden ayudarme a encontrarlo”.

Una delegación del gobierno británico llegará al archipiélago en marzo para evaluar las necesidades de seguridad marítima, dijo un portavoz del gobernador John Freeman a la AFP, agregando que el año pasado Londres desplegó la Royal Navy, financió patrullas de helicópteros y pagó las reparaciones del sistema de radar.

Una vida mejor

El esfuerzo del presidente estadounidense Donald Trump para poner fin en su país al “estatus de protección temporal” de los haitianos que huyeron del terremoto de 2010, algo actualmente revisado en tribunales, ha generado temores sobre una posible escalada de la crisis.

Mientras tanto, los 14 barrios pobres de Turcas y Caicos crecen cada día, dice Ewing. Los recién llegados causan dificultades a los residentes a largo plazo, dijo un habitante de estas villas.

“El área se inunda con gente recién llegada de los botes y no siempre son amigables”, dijo a AFP. “A veces traen armas con ellos, es aterrador para nosotros. La gente sigue viniendo”.

Para identificar a quienes se encuentran ilegalmente en las islas, la policía realiza detenciones y registros, además de visitas a lugares de trabajo para ver los documentos de los empleados.

Desde abril de 2016, cualquier persona que albergue a inmigrantes ilegales enfrenta una multa de 20.000 dólares y cuatro años de prisión.

Algunos funcionarios haitianos han lamentado la falta de comunicación con las autoridades de las islas.

“Las personas son deportadas y no tenemos idea de quiénes son ni a dónde van una vez que regresan a casa”, dijo un portavoz del consulado de Haití en Providenciales.

“En consecuencia, vemos que las mismas personas vuelven a intentarlo una y otra vez”.

Una trabajadora doméstica de Cabo Haitiano, que habló bajo condición de anonimato, dijo que intentó tres veces llegar a Providenciales, pero la Guardia Costera estadounidense la interceptó cada vez y tuvo que regresar.

En los tres casos demoró un año en juntar los 300 dólares que le costó cada intento, pero sabe que, si tiene éxito, puede ganar su salario mensual habitual de 100 dólares en un día o dos.

Cuando se le pregunta si volverá a intentarlo pronto, mira al suelo antes de responder tímidamente: “Sí. Todo el mundo extraña su hogar, pero vale la pena encontrar una vida más feliz”. AFP/Gemma Handy

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