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La excelencia educativa existe, ¡y está en RD!

2006 fue un año que marcó un hito en la educación dominicana. A partir de esa fecha, y en el lapso de algunos meses, se inauguraron cuatro centros públicos de enseñanza media. ¿Su novedad? Un modelo basado en una tanda única, infraestructura de rigor, profesores comprometidos, tutorías y programas juveniles. ¿Sus resultados? A casi cinco años de su puesta en marcha, aquí los desmenuzamos.

Su madre es masajista y su padre, chofer. Sus dos hermanos menores estudian en la misma escuela de donde ella egresó: el Centro de Excelencia Profesora Cristina Billini Morales Fe y Alegría, en Villa Mella. Indira Corporán (21) cursa derecho en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), y va rum-bo a convertirse en la primera profesional de su familia. "La diferencia ha sido que este centro nos brindó lo que otros no podían", resume ella para explicar cómo estas aulas que se levantan en medio de Los Guaricanos se han convertido en una posibilidad de futuro en un sector sofocado por la pobreza.

Fuera de la escuela, los vecinos reclaman por la escasez de servicios y los cúmulos de basura que fermentan en la calle. Dentro del recinto, 710 alumnos transitan por pasillos de muros inmaculados y un piso recién aseado. El olor a nuevo todavía se aloja en las paredes. Algunos estudiantes juegan en la cancha deportiva, mientras otros afinan sus presentaciones de la Feria de Rendición de Cuentas en los laboratorios de ciencias o en la biblioteca. Hoy, las dos salas de informática están vacías. Hoy, los protagonistas son las creaciones artísticas de los escolares.

El inicio

Partieron como un plan piloto de alta inversión. El primero en ser inaugurado en agosto de 2006, el Centro de Excelencia República de Colombia, tuvo un costo de 171 millones de pesos que fue financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Gobierno dominicano. Emplazado en el Ensanche Luperón, en medio de los "barrios calientes" de la capital, tendría el mismo objetivo que el resto de los recintos de este nuevo modelo educativo: entregar una formación con proyecciones a estudiantes que de otra manera verían sus posibilidades reducidas.

Que no se malentienda: estos centros son de excelencia porque forman estudiantes destacados, no porque seleccionen a cerebros superdotados. A los alumnos que postulan se les pide un mínimo de requisitos, pero no se escoge con pinzas a los más meritorios. Dentro de las exigencias, impera el sentido común: que el postulante haya completado Octavo Grado, que no sobrepase los 14 años, y que haya aprobado las Pruebas Nacionales en primera convocatoria.

Una vez completado el proceso de admisión, se inicia un programa propedéutico que no es más que una instancia de nivelación para los estudiantes de nuevo ingreso. Durante dos a tres semanas, los alumnos asisten a clases de lenguaje, matemáticas, ciencias sociales y naturales. Reciben las normativas y directrices del centro, mientras se acostumbran a asistir a la escuela de 7:30 de la mañana hasta las 3:30 de la tarde. El departamento de orientación y psicología les da seguimiento para el proceso de socialización. Al final de esta etapa, algunos se retiran por voluntad propia, y los que quedan son admitidos a su primer año de Enseñanza Media. ¿Qué pasa si los cupos no dan abasto? Los cuatro directores coinciden en lo mismo: en ese caso, se selecciona por orden de inscripción. A la fecha, aclaran, no han tenido que dejar a nadie fuera.

"Mis vecinos le dicen 'Najayo' a este centro, porque se sale muy tarde de clases. Por eso no querían venir", cuenta Olga María Rodríguez (14), estudiante de segundo año del Melba Báez de Erazo.
Los resultados

Hay sueños de arquitectos, médicos, periodistas y profesores. Hay ambiciones y, sobre todo, posibilidades. Maricel Ramírez (16), estudiante de segundo año del Centro Melba Báez de Erazo, sabe que puede, pero que el destino no es gratis: "Mis vecinos me dicen que acá las horas de clases son muy largas, que a lo mejor debería ir a otra escuela con menores horas de clases. Yo les digo que es mejor porque voy a tener un mayor aprendizaje, que me va a servir mucho cuando entre a la universidad a estudiar administración de empresas".

Porque en todos, está el deseo de continuar los estudios. En un país que cuenta con un 35% de estudiantes que no concluye el último año de bachillerato, estos centros exhiben una tasa de deserción cercana a cero. Los alumnos quieren más, y eso se refleja en el alto porcentaje de egresados que en estos años han ido a parar a la educación superior. En el Centro Liduvina Cornelio Hernández, la cifra alcanza el 95%.



El ABC del éxito

Emplazados en Haina, Hainamosa, Villa Mella y Ensanche Luperón, los centros se ven enfrentados a realidades sociales que nada aportan a los estudiantes. La calidad de la enseñanza con la que llegan los chicos no es la más adecuada, y el entorno de la calle no siempre es acogedor:

"Mis vecinos le dicen 'Najayo" a este centro, porque se sale muy tarde de clases. Por eso no querían venir", cuenta Olga María Rodríguez (14), estudiante de segundo año del Melba Báez de Erazo. Vencida la tentación de optar por lo fácil, la tarea dentro del centro tampoco es fácil.

"Aquí la población no suele tener una educación continua, pero los jóvenes acá cambian. Cuando llegan, se ven todos iguales, pero cuando egresan son distintos. Tienen otro vocabulario, aprenden inglés y francés, amplían su visión y cambian su forma de pensar y de relacionarse con nosotros", cuenta orgullosa Paula Reyes, profesora de ciencias sociales de República de Colombia. Máximo Grullón, apoderado del mismo centro, coincide: "Mi hija llegó con algunos problemas y aquí ha podido crecer en todos los aspectos. La clave está en el calor humano de los maestros y su interacción con los alumnos. Existe una mística".

La fórmula, sin embargo, es bastante más amplia y no tiene nada de mágica. Algunos aspectos que explican el éxito de estos centros son los siguientes:

  • Tanda única: El horario de clases va desde 7:30 de la mañana a 3:30 de la tarde para los estudiantes. Los profesores están hasta las 5 de la tarde, porque se quedan a ayudar a los alumnos que requieran asistencia en alguna materia. La mayor cantidad de horas permite reforzar el contenido teórico con la práctica, y extender los conocimientos en las variadas materias. El aprendizaje del francés es un ejemplo: en estos centros, se dan clases de esa lengua durante 3 horas a la semana, mientras que en las escuelas tradicionales solo se dicta 1 hora de esa materia.

  • Tutorías: De lunes a viernes, de 3:30 a 5 de la tarde se llevan a cabo las tutorías para estudiantes que requieran un refuerzo en alguna materia. También se desarrollan para fomentar habilidades en alumnos cuyos profesores hayan notado alguna capacidad especial. Estudiantes de alto nivel participan de estas tutorías para ayudar a sus compañeros, lo que promueve también la solidaridad y el desarrollo personal.

  • Profesores motivados (y mejor pagados): El sueldo base para un profesor que recién ingresa a uno de estos centros es de RD$28.500. El salario base de un maestro de enseñanza media, en otra escuela, es de RD$9,362 por tanda. Si hace dos tandas, gana RD$18,724. Pero además del tema económico, está el aspecto emocional: "No solo nos basamos en los contenidos, sino que vamos más allá: vivimos los problemas de los estudiantes y les damos ayuda personalizada. En estos centros hay una diferencia del cielo a la tierra", dice la profesora Maira Lachapelle, del Centro Liduvina Cornelio Hernández. Los docentes están conscientes de pertenecer a un modelo que funciona, y agradecen la oportunidad de profundizar los contenidos con sus alumnos.

  • Capacitaciones a docentes: Los maestros reciben capacitación continua para mejorar sus capacidades, tanto dentro como fuera del país. No son de carácter obligatorio pero cuentan con una alta popularidad entre los educadores.

  • Infraestructura de primera: Todos los centros fueron creados a partir de un mismo modelo de infraestructura. Cuentan con al menos 24 aulas, una cancha deportiva, 2 salas de informática bien equipadas, 2 laboratorios de ciencias, una biblioteca, un auditorio, un salón de proyecciones o multiusos, y salones de profesores. Las aulas tienen abanicos para enfrentar el calor, y los estudiantes reciben ayuda de los centros cuando no cuentan con los medios para adquirir sus materiales educativos.

  • Programas juveniles: Los centros cuentan con varios programas internos de formación de liderazgo y orientación vocacional, a los que se suman acuerdos con instituciones nacionales y extranjeras, que han permitido viajar fuera del país a grupos de estudiantes.

  • Orientación a becas estudiantiles: La gran mayoría de los alumnos que egresan de estos centros cursan, como se ha visto, estudios superiores. Los centros se preocupan de orientar a los estudiantes sobre las becas más adecuadas a sus intereses, y gestionan encuentros con instituciones que financian la totalidad o parte de los estudios.

El mar encuadra el fondo del Centro Melba Báez de Erazo, en Haina. La vista es privilegiada, como lo es también su infraestructura. Los estudiantes pasean con tranquilidad durante el recreo, mientras los profesores y el personal administrativo conversan proyectos de mejora continua. Para la cancha deportiva, buscan auspicio para levantar un techo que proteja a las graderías del sol.

En cada centro, abundan iniciativas que trascienden el rol docente. La administración contesta rauda los mails y peticiones, y reúne más alumnos de los solicitados para las entrevistas. Los profesores, en palabras de los mismos estudiantes, se transforman en padres. Son detalles que marcan la diferencia, y que nacen de un sentido común de que sí, se puede.