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Medio Ambiente

La contaminación sónica

El exceso de ruido se encuentra entre los principales riesgos ambientales sanitarios, según la Organización Mundial de la Salud

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La contaminación sónica
La música a alto volumen genera irritación y problemas.

“El ruido sigue siendo una preocupación” señaló la doctora Dorota Jarosinska, gerente de programas para entornos de vida y de trabajo en la oficina regional de la OMS para Europa.

Las nuevas directrices son “una actualización importante, dadas las pruebas y los vínculos con los problemas de salud, según Stephen Stansfeld, profesor de la Universidad de Londres y Barts y Queen Mary de Londres y presidente del Grupo de Desarrollo de Directrices, una organización independiente que asesoro a la OMS sobre las directrices.

La pérdida de la capacidad auditiva es la causa de cerca de un tercio de las enfermedades relacionadas con el trabajo.

El denominado “ruido de ocio”, que incluye música en clubes y centros de recreo; bares, gimnasios, eventos deportivos, conciertos, dispositivos de escucha personales, amplia el abanico de riesgos para nuestra salud generado por la contaminación sónica.

Las nuevas recomendaciones sugirieron reducir los niveles promedio de ruido del tráfico por debajo de los 53 decibelios, el equivalente a escuchar un lavaplatos en la habitación contigua.

Por la noche se recomienda 45 dB de ruido de tráfico.

La OMS dijo que el 40% de los residentes de la Unión Europea están expuestos a niveles de ruido de tráfico que superan los 55dB.

El ruido causa alrededor de 16 mil muertes en Europa, cada ano y más de 70 mil hospitalizaciones, según la Agencia Europea del Medio Ambiente. La principal causa, el tráfico.

Enfermedades cardiovasculares, hipertensión, bajo rendimiento, deterioro cognitivo, tinnitus o sordera, trastorno del sueño, son enfermedades con las que la contaminación acústica tiene relación directa.

Uno de cada cinco europeos está expuesto regularmente a niveles de ruido que podrían dañar de manera significativa la salud.

“En nuestra vida diaria estamos rodeados de sonidos que nos acompañan, tan naturales como la conversación casual, el llanto de un niño, la televisión, los automóviles etcétera. Cuando estos sonidos son muy fuertes o elevados pueden comenzar a afectar nuestra capacidad auditiva; la intensidad de los sonidos se mide en decibeles y se sabe que los sonidos de 70 dB o menos no son dañinos para nuestro oído aun en una exposición prolongada”, conforme el doctor José De Jesús, otorrino, dominicano.

Sostiene que la sordera inducida por ruido, que es la pérdida de audición provocada por la exposición a sonido de alta intensidad (85dB o más) por el daño a las células ciliadas del oído interno, es compleja ya que se desarrolla lentamente y se diagnostica cuando el daño ya es irreversible. El aislamiento social y la limitación de la eficacia en el trabajo son los resultados de esta dolencia.

“Este tipo de perdida puede darse de manera aguda como resultado de una explosión por ejemplo o de manera crónica, aunque no sean sonidos tan altos, pero por encima del umbral normal (escuchar música alta, trabajar en plantas donde por la naturaleza del trabajo hay maquinaria ruidosa, actividades como el tiro al blanco o la cacería sin la protección auditiva adecuada)” abunda De Jesús.

Destaca dos aspectos que preocupan: estudios recientes muestran que el 17 por ciento de los niños de 12 a 19 años ya tienen algún grado de pérdida auditiva y que la pérdida de la capacidad auditiva es la causa de cerca de un tercio de las enfermedades relacionadas con el trabajo.

“Ésta es una enfermedad profesional irreversible y bilateral que además supone una gran pérdida de calidad de vida en el ámbito personal y social. Su importancia viene dada por el hecho de que un 40% de los trabajadores expuestos a niveles de ruidos superiores a 90 dB a los 65 años habrán sufrido pérdida de audición, de los cuales alguno tendrá sordera severa”, señala el otorrino.

A su entender, lo ideal es que los sonidos de nuestro entorno se mantengan por debajo de 70 dB. Aunque asegura que esto no siempre es fácil de conseguir si se tiene en cuenta “que una conversación normal el sonido es entre 60-70 dB y una motocicleta, por ejemplo, produce un sonido de 80-110 dB” señala el galeno.

Alerta sobre la sordera inducida por ruido que es irreversible. Señala la diferencia entre sonido y ruido, “un ruido es sencillamente un sonido que para uno es desagradable o no deseado”.

Basado en su consulta, donde cada vez acuden pacientes más jóvenes con sordera neurosensorial (por daño del oído interno o del nervio auditivo) “podríamos decir que un 20-25% de los pacientes que buscan ayuda por este problema padece este tipo de perdida. Todos los grupos de edad están expuestos de manera similar cuando se trata de una exposición a ruidos fuertes” enfatiza De Jesús.

Al preguntarle que tanto se respeta el derecho ciudadano en este sentido, el profesional asegura que por motivos de falta de educación y en parte por cultura, no existe en nuestro país una conciencia sobre el daño que produce la exposición a ruidos fuertes y su consecuente efecto toxico para la au dición, sin mencionar el daño psicológico en niños y adultos mayores producido por el nerviosismo, irritación y falta de sueño.

“Todos hemos experimentado la frustración de llamar a la policía porque un ‘colmadon’ o un vecino tiene una música muy alta y no se nos escuche ni recibamos la atención necesaria. Muchas veces el ciudadano percibe como si para las autoridades fuera algo ‘normal’ ese ruido tan elevado. Sabemos que en los últimos años se han hecho esfuerzos por controlar de manera más eficaz los ruidos durante la noche llevándose las bocinas de los lugares donde hay música alta, pero aún nos falta mucho. No hay que olvidar la lamentable frase: al que no le guste, que se mude” añade.

De Jesús asegura que hay que hacer una gran labor educativa sobre las consecuencias irreversibles de la exposición a ruidos, supervisar a los niños y jovencitos sobre el uso de audífonos con un volumen muy alto (existen aplicaciones en internet donde los padres pueden determinar si el volumen al que escuchan la música sus hijos es adecuado o no).

“Que las autoridades den una respuesta rápida y adecuada cuando un ciudadano se queja, cuando es irrespetado por una música excesivamente alta, ya sea por otro vecino o por un centro de diversión y que se concientice y se proteja a los trabajadores expuestos a ruidos superiores a 85db. Un principio sencillo es alejarse de los ruidos demasiado altos, demasiado cercanos o los que duran demasiado”, exhorta José de Jesús.

En este mismo orden, se expresa el neurólogo José Silié Ruiz, quien sostiene que a través de siglos se ha demostrado que el ruido es un irritante contra la paz mental.

“Desde las calles de la antigua Grecia hasta las grandes ciudades modernas de hoy, donde Tokio y Madrid las encabezan como las más ruidosas. Se ha comprobado que el ruido hace mal, provoca aumento de la tensión arterial, sordera, dolores de cabeza, impide dormir, aumenta la irritabilidad, produce úlceras gástricas y duodenales, aumenta los chances de producir accidentes, es decir que esa horripilante contaminación acústica no es gratuita para el cerebro y la salud como global” , asevera el especialista.

Silié se remonta al filósofo Schopenhauer (1788-1860) “que las voces altas y la música mala penetran en la conciencia donde destruyen los pensamientos” y eso “ que él estaba muy distante del mundo actual con maquinarias, bocinas, alarmas, ruidosas campañas políticas, vecinos sin educación, discotecas, bulliciosas calles con densa carga vehicular, los colmadones y sus delíveris,con motores viejísimos sin mofles, el camión de la basura, los ruidosos motores ninjas que al parecer los ‘viejevos’ conductores sienten con el bullicio un placer orgásmico” , acata Silié Ruiz.

En consonancia con De Jesús, Silié sostiene que el ruido, definido como un sonido indeseado, tiene múltiples efectos negativos, aparte de interferir en la comunicación, en el rendimiento intelectual, en el estado de ánimo, es en verdad un contaminante, pues los trastornos del sueño, emocionales, cardiovasculares y el deterioro cognitivo en niños, no son cosas simples.

“Está demostrado que el ruido afecta el rendimiento intelectual sobre todo la memoria a corto plazo. Las voces y otros ruidos discontinuos resultan perjudiciales. Tanto en las oficinas como en las aulas, si se logra filtrar las frecuencias agudas del murmullo de fondo, mejora la capacidad de memorización. En las aulas que hay muchos ruidos, en las que resuena la voz y predomina el ruido de fondo, se dificultan la comprensión y el aprendizaje en los escolares”, concluye el neurólogo.

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Norys Sánchez es periodista. Formó parte del equipo fundador de Revista Rumbo y Diario Libre. Fue editora de la revista Madre Única. Autora del libro La palabra de los sueños, una selección de entrevistas a personalidades del mundo político, económico, diplomático y social del país.