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Zona fronteriza
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Mercados fronterizos: comercio entre el caos

Desde que en 1993 se permitiera el paso de haitianos, ya se realizan en 14 puntos de la frontera

ZONA FRONTERIZA. A las 8 de la mañana de un jueves se abre la puerta del paso fronterizo Jimaní-Malpasse y, en 2 minutos, más de 1,500 haitianos entran apretujados y con mucha prisa a territorio dominicano. Cuando son las 8:10 de la mañana de un viernes, también se libera el paso Dajabón-Ouanaminthe, y miles de haitianos cruzan el puente sobre el río Masacre haciéndolo vibrar. Pasados 20 minutos, continúan entrando. Son días de mercado fronterizo.

Mujeres y hombres se mueven sin miramiento con productos en las manos, sobre la cabeza o empujados en carretillas, sin supervisión de calidad. Los vigilan guardias del Cuerpo Especializado en Seguridad Fronteriza Terrestre (Cesfront).

 

La multitud tenía horas esperando que se le permitiera entrar sin control migratorio; en el caso de Dajabón, para penetrar a un espacio de 20 mil metros cuadrados, que comprende un edificio azul de dos niveles, en cuyo interior y exterior dominicanos y haitianos venden artículos variados, alimentos, electrodomésticos y materiales de construcción. También alberga salones de belleza.

El lugar desprendía un olor entremezclado a trabajo y comida, y en algunas esquinas se escuchaba merengue, bachata y Compas (estilo de música de Haití).

En Jimaní, la gente se movía en un terreno polvoriento, instalados en furgones propios o rentados, en mesas destartaladas o en el suelo. Ese día, los vendedores y compradores se afanaban en sus intereses bajo un sol abrasador. Caminaban entre cajas, fundas, botellas plásticas y otros enseres aplastados en el piso.

Interior del edificio que aloja el mercado de Dajabón. 

Un haitiano carga cajas en el mercado de Jimaní.

En un bullicio que se produce en español y creole, en los mercados se cambian divisas y se venden productos para consumo personal o reventa, entre ellos ropa usada que son donadas a los haitianos. Muchos mercaderes llegan un día antes a instalarse. Con algunas excepciones, todo se hace en un espacio insalubre en el que no se toman en cuenta medidas sanitarias.

A falta de vehículos para transportar sus compras, muchos haitianos cargan sacos en la cabeza o utilizan improvisadas carretas que empujan hasta su destino.

Comerciantes haitianos empujan una carreta cargada de productos en Dajabón.

Este ambiente motiva disputas momentáneas, sin importar la nacionalidad. En Dajabón, un haitiano empujaba una carretilla a toda prisa, y en su recorrido embistió a una mujer, motivando que un guardia fuera en su auxilio. "¡Ellos mismos ni se respetan!", reclamó el militar.

Un militar recrimina a un haitiano que embistió a una compatriota con una carretilla cargada de mercancías.

Pero esto no desmotiva a quienes llegan desde pueblos lejanos. Cándida Rosa tiene cinco años viajando más de 150 kilómetros cada 15 o 30 días, desde Puerto Plata a Dajabón, para comprar ropa usada y revenderla. "Los precios son más cómodos", asegura.

Federico García recorre más de 290 kilómetros desde el barrio capitalino María Auxiliadora. Lleva dos años vendiendo equipos electrónicos y aprendió un poco de creole. "Es una asociación que anda todos los mercados, y nosotros vendemos en la Capital, en Santiago, y hoy toca la feria aquí de Dajabón", explicó.

Federico García en su puesto en el mercado de Dajabón.

Entre el intercambio comercial, se infiltran actividades irregulares. Hay ladrones y artículos ilegales, tales como productos subsidiados o contrabandeados, como cigarrillos y bebidas alcohólicas. Además, haitianos se quejan de cobros extraoficiales de impuestos y sobornos.

En un área en Jimaní se cargan botes con cartones de huevos, embutidos, plásticos y otros productos que el gobierno haitiano mantiene prohibido llevar a su territorio desde República Dominicana. La meta es ingresar las mercancías hacia Haití a través del lago Azuei, que bordea el paso fronterizo.

Armas blancas incautadas a ladrones en el mercado de Dajabón. Al fondo, un joven detenido por ser sospechoso de hurto.

Dos hombres navegan por el lago Azuei un día de mercado.

Por el paso Jimaní-Malpasse se comercializa cerca del 80 % de las exportaciones dominicanas hacia Haití. Es estratégico, porque está a 60 kilómetros de la capital haitiana. Por su concurrencia, lo aprovechan buscones que a cambio de dinero prometen a los viajeros haitianos un trámite más acelerado en la oficina de la Dirección General de Migración.

Entre la multitud, además se confunde el tráfico humano que persigue el ingreso de inmigrantes a ambos territorios.

Estas y otras actividades irregulares son conocidas por el Cesfront y las autoridades de Migración y Aduanas, cuyo personal se confunde entre el gentío.

¿Cuándo se abrieron las puertas?

En 1993 el entonces presidente Joaquín Balaguer anunció que se permitiría que los haitianos cruzaran la frontera para abastecerse de alimentos y aliviar la presión alimentaria en Haití, que tenía un embargo internacional. El primer punto de apertura fue Dajabón, que ya realiza 96 mercados al año.

Los puntos fueron creciendo, y a lo largo de los 380 kilómetros de frontera se realizan 14: 12 en territorio dominicano y 2 en el haitiano.

En un censo realizado en 2010 por el Centro de Exportación e Inversión de la República Dominicana (CEI-RD), se contaron 5,221 vendedores en todos: 51.10 % haitiano, 48.23 % dominicano y 0.67 % de otra nacionalidad, siendo las mujeres mayoría.



El mercado de Dajabón es el que recibe más visitantes, con más de 24,800 personas, entre compradores y vendedores, seguido por los de Comendador, Jimaní, Bánica y Pedernales.

Los mercados se realizan dos veces por semana y, en algunos casos, todos los días, pero en ocasiones son afectados por revueltas sociales del lado haitiano que motivan eventuales suspensiones. En enero hubo agresiones al Consulado Dominicano en Anse-à-Pitres, que aún infunden cierta aprehensión entre comerciantes del mercado de Pedernales. Por esta razón, la afluencia a este punto comercial se ha reducido.



"Tengo un tiempecito, alrededor de 10 años en esta área de la zona fronteriza (en Jimaní). Es un poco complicado, porque también se han visto enfermedades en la zona", dice Germán Matos, un joven de 29 años que con la venta de artículos de higiene personal paga la universidad. Su espacio es propio y tiene un empleado haitiano. En días de buena venta consigue hasta RD$4 mil. "Hay mercados que son malos y usted se va con las manos vacías para la casa", comenta.

Para algunos haitianos, la venta en los mercados es su único modo de subsistencia. Les permite pagar la educación de los hijos y solventar los gastos del hogar. "Hay más haitianos aquí que dominicanos, si los haitianos no vienen aquí no se puede hacer el mercado", dice Delinxe Petion, un cambista de divisas.

Billetes de Haití y de República Dominicana.


Las autoridades haitianas se quejan de no poder cobrar aranceles en estos intercambios. Por la informalidad, no hay registros certeros sobre la cantidad en millones en ventas que logran los mercaderes. Tampoco de las ganancias indirectas que generan, como hospedaje, transporte y movimientos financieros. Al menos el CEI-RD publica que las exportaciones de República Dominicana a Haití en el 2014 fueron de US$1,056.3 millones.

Una ley poco aplicada

La Ley 216-11 regula el establecimiento de mercados en la frontera, pero su cumplimiento no es seguido en la mayoría. Dispone velar por el mantenimiento de las condiciones de higiene y salubridad dentro del área, sin embargo, en la mayoría no hay sanitarios, ni control, generando contaminación en las vías fluviales locales y en el medioambiente. Además, exige que se exhiba la autorización emitida por el Ayuntamiento para vender, algo difícil debido a la informalidad.

"Nosotros, como Ayuntamiento, ni la cuota cobramos para la limpieza porque la gente de Jimaní no está acostumbrada casi a pagar nada, entonces forzamos para ver si nos pagan algo y lo que pagan son 50 pesos, 20 pesos, 10 pesos", se queja el alcalde Ramón Novas.


Venta de rubros en el suelo en mercado de Jimaní.


La asistencia al mercado de Pedernales se ha reducido desde enero de 2015 tras conflictos en Anse-à-Pitres.

En su Plan de Desarrollo Municipal 2012-2013, el Ayuntamiento de Pedernales destaca que en el mercado de esa provincia no existen políticas claras de cobro a los vendedores y a los camiones. No obstante, la Alcaldía indica que genera una recaudación mensual de aproximadamente RD$25 mil, recursos que provienen fundamentalmente del cobro en el mercado.

En Dajabón, donde el mercado se hace en un edificio construido con el apoyo de la Unión Europea, hay más control de la Alcaldía. Luis Vásquez, encargado de Operación, explica que para instalarse se debe completar un contrato anual, y dependiendo del tamaño del espacio, el comerciante paga una cuota que oscila entre RD$50 y RD$300 por día de mercado.

En un estudio del CEI-RD se indica que el Ayuntamiento de Dajabón recibe ingresos de aproximadamente RD$9 millones anuales por el cobro de los espacios.

Mejores mercados y otro en Haití

La comuna haitiana que comparte con Dajabón es Ouanaminthe. Ambas poblaciones impactan en 90 % su economía y vida laboral por el mercado, que antes se hacía en las calles del centro de la ciudad dominicana, ocupando unas 15 cuadras. En febrero de 2012, se inauguró la estructura donde opera actualmente, con una inversión superior a los RD$278 millones.

Vásquez explica que el edificio se diseñó para poco más de 800 mercaderes. En vista de que hasta 1,500 se quedarían sin puestos, se permitió que también se instalaran en el estacionamiento. Los que no cupieron, se ubicaron en la parte trasera del recinto, en un espacio insalubre, donde inclusive se vende carne en mal estado. 

Vista del mercado de Dajabón mientras los comerciantes y compradores van entrando un viernes de mañana.

En la siguiente vista de 360 grados se muestra la puerta abierta del paso fronterizo de Dajabón un viernes de mañana.


En diciembre de 2014, la Unión Europea inició la ampliación del mercado, con la construcción de cuatro almacenes y parqueos para 32 camiones y 120 camionetas. La inversión es de 5 millones de euros, financiados por el Décimo Fondo Europeo de Desarrollo. Los trabajos se prevén culminar en 2016, pero como no incluyen nuevos espacios para comerciantes, se mantiene la disyuntiva de la congestión. 

Con el fin de organizar el comercio, se propuso la construcción de otro edificio para un mercado del lado haitiano, en Ouanaminthe, al cruzar el río Masacre. Con una inversión de 10 millones de euros, tendría 230 puestos de venta interiores, 500 exteriores, 4 almacenes y estacionamientos.

Jean-Noël Gangloff, oficial de Programas de la Delegación de la Unión Europea en la República Dominicana, entiende que de comenzarse el de Haití, estaría listo a finales de 2017 e iniciaría su operación ese mismo año.

Las autoridades de Jimaní quieren aprovechar el interés de la Unión Europea. Programan presentarle a su delegación la propuesta de construcción de una infraestructura, para trasladar el que opera en la actualidad a un lugar próximo a su ubicación, y alejarlo de las crecidas del lago Azuei.

Mientras se coordinan esos aprestos, cada semana se repite el movimiento comercial hasta que el ambiente va mengüando en la tarde, y se cierran los pasos a las 7 de la noche. Durante el día, la eventual llegada de vehículos con deportados a los pasos fronterizos, recuerda que las reglas migratorias siguen existiendo.


 Guardias del Ejército custodian un  grupo de deportados en el  paso fronterizo de Jimaní.

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