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Navidad tras las rejas: más de 1,500 hombres que anhelan la libertad

Diario Libre visitó la cárcel Najayo Hombres y conversó con reclusos que contaron sus historias

NAJAYO, SAN CRISTÓBAL. “¡Me voy para mi casa!”, exclama un joven al salir de las oficinas administrativas de la cárcel. “Son cinco años que tengo aquí”, dice mientras camina y desaparece por un pasillo. Desde la recepción del Centro de Corrección y Rehabilitación Najayo Hombres se ven internos cruzar de un lado a otro con camisetas verdes y azules, y pantalones jeans largos. Están en el tiempo en que pueden estar fuera de las celdas. Uno de ellos comenta a Diario Libre que trabajó en la instalación del Nacimiento que se exhibe afuera, en la entrada de la penitenciaría. Hace 14 años que está recluido y la de ahora es otra Navidad que pasa encerrado.

Al rato se escucha un jolgorio. Son los presos que la mañana del 15 de diciembre cantan villancicos en un salón junto con voluntarios de la iglesia Católica Divina Providencia de Arroyo Hondo. Algunos salen de la actividad con gorros navideños, a tono con las cortinas verdes y rojas que adornan las persianas blancas de la recepción y los cojines del mobiliario con diseños de la época.

La administración informa que ese día en la cárcel había 1,513 hombres internos, entre ellos preventivos y condenados. Uno de los presos se veía afanado, y hablaba con el personal de oficina. Al percatarse de su involucramiento, Diario Libre le pregunta qué significan los colores de las camisetas. “Son para diferenciar si el interno es preventivo o condenado”, responde. Comenta que él ya tiene tres años y medio preso. “¿Y por qué está aquí?”, se le interroga. “Eso te lo diré con detalle si me entrevistas”, dice mientras se marcha.

En efecto, él y otros dos internos son seleccionados por la Dirección del correccional para conversar con la prensa y contar, desde su experiencia, cómo se pasa la Navidad tras las rejas.

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“No hay precio para la libertad de poder estar con tus hijos, con tu familia”

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Prefiere no dar a conocer su nombre ni que se publique su rostro. Tiene casi dos meses en la cárcel y espera que el 27 de diciembre le revisen la prisión preventiva que le fue impuesta como medida de coerción por una imputación de acoso sexual. Está seguro de que lo encontrarán inocente.

De contextura delgada y piel morena, este padre de una niña de siete años y un niño de tres tiene un rostro risueño y habla con tranquilidad. Dice que en el correccional se ha involucrado en la música y esto le ha ayudado a liberar las preocupaciones. Por eso su actitud positiva. “No quería venir, prefería quedarme en el cuartel del municipio (Villa Altagracia) porque tenía un concepto del centro y, algo chocante, estaría lejos de mi familia”, comenta.

La Nochebuena del 24 de diciembre será la primera que pasará en la cárcel. “Estoy confiado en Dios de que me dé fuerzas para ese día, un día que sé que va a ser muy doloroso para mi familia, mis hijos, mi esposa y para mí que voy a estar en este lugar (...) Ya me imagino cómo va a ser el 24 y no quisiera que llegara, no sé cómo me va a dar ese día en cuanto a los sentimientos”, expresa.

Para esa noche le han informado que en la prisión habrá una cena de Nochebuena tradicional, como la que tendría en su casa. “Quizás al compartir con nuestros compañeros vamos a tener un poquito menos de tensión, de ese sufrimiento que pudiéramos tener”, dice.

En el poco tiempo que tiene preso, no ha querido que sus hijos vayan a las visitas familiares. “No quiero que me vean”, afirma. Su hija de siete años sabe que su padre no está y le plantea a su madre preguntas para cuando lo visite. “Hasta ahora no sé qué decirle a mi niña (...) No hay precio para la libertad de poder estar con tus hijos, con tu familia”, agrega.

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“Miren en mi la experiencia de lo que es hacer lo indebido”

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El hombre que explicó el significado de los colores de las camisetas revela por qué está condenado. “Por robo de combustible a Codetel”, dice.

Su expediente trascendió en la prensa. Se le encontró culpable de formar parte de una banda acusada de robar combustible de los tanques que alimentan generadores de emergencia de estaciones repetidoras de señal de telefonía móvil de Codetel.

Camina en la cárcel con un cuaderno donde toma notas de sus tareas como colaborador de las actividades administrativas. No pierde el ritmo de ser un empleado. “Yo era supervisor de seguridad”, recuerda. Ahora es estudiante de Derecho en el penal; ya ha dado 14 materias.

A este padre de hijos de 21, 19 y 10 años tampoco le gusta que su descendencia lo visite. Confía en que en 2017, cuando cumpla cuatro años preso, le revisen la condena y lo dejen libre.

“Cuando me apresaron estaba en libertad, gozaba de una garantía económica. Fue algo impactante porque, en realidad, yo cometí un error, cometí un delito, pero no había pruebas y pensé que no iba a ser condenado (...) Fue algo que me impactó mucho porque en realidad la familia es las que más sufre”, relata.

La primera Navidad preso indica que la pasó en la cárcel de San Pedro de Macorís, donde estaba antes de su traslado a Najayo. “Fue bien difícil porque mi abuela falleció en noviembre, que era como mi madre”, dice con voz apagada. La cena especial de Nochebuena destaca que se hizo el 22 de diciembre. Cuando llegó el 24, el día oficial de esta celebración, confiesa que se quedó en su celda y se acostó a dormir. “Los sentimientos llegan y no es fácil uno estar sin su familia”, expresa.

Comenta que anteriormente se sentía avergonzado por estar preso. También que ha visto a algunos de sus compañeros de prisión llorando cuando llega la Navidad.

Con el pasar del tiempo aprendió a manejar sus emociones. “Ya las navidades las veo como algo normal, he aprendido a adaptarme para no transmitirle a mi familia un sentimiento negativo”, dice.

“Miren en mí la experiencia de lo que es hacer lo indebido –exhorta-, cometer un delito, hacer lo mal hecho, las consecuencias, un día como estos no poder disfrutar de la familia, de la musiquita, del vinito... de lo que humildemente cualquier persona pueda tener en su hogar, y aunque no tenga, la libertad no tiene precio”.

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“Sepan aprovechar la familia, porque de este lado del cristal las cosas son distintas”

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Son 15 las navidades que Anderson ha pasado encerrado en la cárcel. Lo condenaron por homicidio al encontrarlo culpable de participar en la muerte a puñaladas de un joven en una discoteca en Haina, según explica. Sin embargo, él considera que está preso injustificadamente. “Eso lo tengo yo clarito”, afirma.

De ojos color miel y contextura fornida, en cuya piel morena se avistan los trazos de tatuajes en sus brazos, conversa con voz serena. Cuenta que creció en el barrio Capotillo y llegó hasta sexto de la primaria –en la cárcel siguió estudiando hasta primero del bachillerato-. Sus padres fallecieron cuando era pequeño y trabajaba como buhonero vendiendo ropa usada.

Cuando le cantaron sentencia hace 15 años, relata que se “sintió mal”. “Siempre pensé que, como era inocente, no sabía del problema, me iba para mi casa, pero al ver que no fue así, dejé que Dios obre, porque Dios sabrá de lo que me alejó al recibir una condena así”, dice.

Un 19 de diciembre, a pocos días de Navidad, recuerda que llegó a Najayo Hombres. Confiesa que el día de Nochebuena se acostó a pensar y a llorar. “Es lo primero que uno hace, es triste y duro cuando uno no ha pasado un proceso y después tu pasas ese proceso, y ver lo fuerte que es, y sentirse impotente”, expresa.

Solo le quedó adaptarse “como un anfibio”-como él dice- y cada vez que llega la época navideña espera que su familia lo visite, aunque no le gusta, especialmente que vayan sus hermanas.

“Hace unos años atrás se sentía menos (la Navidad), ahora puedo decir que la vivo. Antes la Navidad uno la pasaba detrás, con la mayoría de los internos, compañeros, prácticamente haciendo locuras, voceando... Hoy en día se goza una Navidad ejemplar, por lo menos después de entrar al nuevo sistema (penitenciario)”, dice el hombre al que le faltan 15 años de condena, pero prevé someter el próximo año una solicitud de libertad condicional.

Los mellizos que indica que tuvo con su esposa tienen sus seis años de vida sin la figura paterna en casa. En la cárcel se ha desarrollado en la música y coopera en el área de arte y cultura.

“Sepan aprovechar la familia, porque de este lado del cristal las cosas son distintas. Acostumbras a dormir con tus hijos entre tus brazos, con tu esposa y a tener el afecto de tu padre, de tu madre, diario, y ves que cuando amanece de este lado lo que puedes mirar es nada, porque aquí, si no te dedicas a ser alguien, se te va el tiempo en nada”, concluye.

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