VIDEO | Adultos mayores: La gran deuda del Estado
Ana Dolores, Rufino y Juan César tres envejecientes que viven entre precariedades
“Estamos bien gracias al Señor, el que está en el Señor siempre está bien, aunque la carne está enferma, porque siempre la carne está enferma, pero el espíritu y el alma están con el Señor”. Estas son las palabras de Ana Dolores Salcedo Cruz, una envejeciente de 90 años, que gracias a su optimismo olvida la precariedad en la que vive.
Ana Dolores, la cual quedó ciega a sus 78 años, al poco tiempo del fallecimiento de su esposo, vive en una casa destartalada y con solo unos pocos enseres, en el barrio de Los Guandules en el Distrito Nacional. Sentada en una mecedora escucha de forma apacible una emisora de radio, mientras su sobrina, Alicia Cruz, de 73 años, termina de preparar su comida.
“Ella no tiene hijos, no tiene nada, mire (señala las paredes de madera corroída de la casa) cómo está esto aquí, la precariedad en la que vivimos, nosotros no encontramos qué hacer, mi hermano no trabaja ni yo tampoco”, explicó Alicia.
Ana Dolores solo cuenta con la ayuda de sus dos sobrinos, Alicia y su hermano Lucreciano Marmolejo de 72 años, los cuales se sienten en un compromiso con su tía, por lo cual y de la forma que pueden, se han hecho cargo de ella.
“Él y yo somos los únicos que le damos la mano a ella, ahora mismo mi hermano la está cuidado, quien la cuidaba era yo, pero tuve un accidente y tengo cinco meses en tratamiento y vine a traerle la comida. Ella tiene más sobrinos, pero aquí no viene nadie donde ella”, dijo.
Alicia explicó que antes iba todos los días donde su tía, pero ahora se le complica. Indicó que excepto por el Seguro Nacional de Salud, Ana Dolores no recibe ningún otro tipo de ayuda del Gobierno.
Debido a la situación de Alicia, Lucreciano se mudó hace tres años a un cuartito al lado de su tía, para prestarle atención durante el día y velar su sueño durante las noches.
“Yo no la puedo dejar sola, mi hermana está enferma, pero como dejo a esa viejita que amanezca aquí y no haya una gente que la atienda. Entonces nosotros estamos haciendo esto porque ella es hermana de mi mama, pero no tenemos los recursos para poder reparar esta casita”, indicó.
En el país hay 1.2 millones de envejecientes de 65 años o más.
Judegu
En ese sentido, la fundación Junta de Desarrollo Gualey (Judegu) hace lo posible por conseguir algunas hojas de zinc y ayudarles con esa parte. Esta fundación, bajo el amparo del Consejo Nacional de la Persona Envejeciente (Conape) y gracias a algunos “padrinos” trata de ofrecer esperanza a adultos mayores que viven con muchas precariedades y no cuentan con alguien que les brinde ayuda.
Una de las labores que realiza la fundación, ubicada en el ensanche Espaillat, es ofrecer comida preparada todos los días a un grupo de envejecientes. Fue justo luego recibir su ración de comida y dirigirse a una pequeña y destartalada barbería en una esquina de las calle 19 en Gualey, que Rufino Alpidio Arias, contó a Diario Libre como ese estrecho lugar ha sido su sustento durante más de 36 años.
“Mi vida ha sido una vida rodada, vine aquí en el 1962 y me fui en el 1966, comencé a practicar la barbería aquí, me fui al Cibao y estuve un tiempo trabajando la barbería hasta que la dejé por el machete, luego volví a retomar la barbería”, cuenta de una forma clara y vehemente a sus 85 años.
Rufino explica que no tiene familia cercana, aunque sí varios hermanos, pero solo uno reside en Santo Domingo. Su fiel amigo es su sillón de peluquero, el cual lo acompaña desde el 1984 en su viejo local de madera, un cuartito que solo cabe una persona parada y otra sentada.
Narró que la clientela cada vez es menor por lo cual su entrada es reducida, aunque se ayuda con el aporte del Gobierno a través del Quédate en Casa y con la comida de la fundación. Sin embargo, le hace falta un hogar donde estar cobijado en estos años de vejez, ya que al igual que la barbería, la suya se está destartalado.
“Los que somos de esta edad no vamos para ninguna parte, tenemos que echarnos como la gallina culeca, que se echa en el nido’’, dijo con una sonrisa.
En ese sentido, el director del Conape, José García Ramírez, indica que el país tiene una gran deuda con los envejecientes, debido a que una buena parte de los adultos mayores no cuenta con una pensión.
“Ese es el envejeciente que más dificultades tiene para poder sobrevivir”, señaló García.
García Ramírez, explicó que además de la pensión solidaria, la cual otorga el Estado a personas que no han tenido historial contributivo pero se encuentran en situación vulnerable, no hay otro renglón en la ley mediante el cual un adulto mayor pueda ser beneficiado con una pensión.
“En el transcurso de este año se han otorgado pensiones solidarias y próximamente se va a producir una emisión de pensiones solidarias para envejecientes de esa categoría”, anunció .
García explicó que el Conape ha realizado estudios para determinar cuáles envejecientes están en condiciones totalmente desamparados y poder contribuir con el Gobierno Dominicano a la formulación de una política que permita resarcir en parte la necesidad de esos adultos mayores.
Los abandonados
¿Qué pasa con aquellos que son abandonados? Este es el caso de Juan César Greybol, de 70 años, el cual ha encontrado ayuda en sus vecinos de la calle H, número 168 en el ensanche Espaillat.
A Juan César la memoria le ha fallado haciéndolo divagar y vivir en un mundo de fantasías, el cual lo mantiene con una sonrisa .
Dice que tiene cuatro hijos que viven en Estados Unidos y aunque no da más detalles, su vecino Francisco García indica que ellos (los hijos) en un principio lo apoyaron, pero desde hace un tiempo lo abandonaron a su suerte.
“Hace seis días se había perdido, los vecinos que le han tomado cariño se preocupan por él, hicieron el esfuerzo de localizarlo y lo trajeron, tiene muchos años viviendo en el sector, su familia le mandaba dinero, pero desde hace un tiempo lo han dejado a su suerte’’, afirmó Francisco.
Juan César vive en una casa de block que solo cuenta con una cama, mientras que los vecinos le ofrecen comida y tratan de supervisar para que no se pierda. Francisco explicó que Juan Cesar tenía ayuda del Gobierno a través de su documento de identidad , pero ha perdido su cédula, por lo cual ya no recibe la ayuda.
En este tipo de situaciones, el director de Conape indicó que cuando hay envejecientes muy vulnerables o en peligro cuentan con una unidad para rescatar a esas personas, cuando se les rescata se les ofrece una vivienda provisional.
“Los problemas de salud nosotros los canalizamos con el Ministerio de Salud, los de viviendas con el Invi, para los problemas del manejo de algunas de las condiciones como trastornos emocionales y de abandono tenemos un departamento jurídico que permanente me trabaja con esta situación”, dijo.
Por otro lado, también dispensan algunas ayudas que pueden ser directamente en alimentos, medicamentos, o aparatos médicos.