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Coronavirus y desinformación

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Coronavirus y desinformación
Domingo Caba Ramos

A nuestro país llegó un mal día el coronavirus que nació en la lejana China y muy pronto se convirtió en pandemia. Pero merced a este, en la República Dominicana hemos sido abatido por los efectos no menos letales de otro coronavirus: el coronavirus de la desinformación.

La desinformación, llamada también manipulación informativa, entraña en su estructura semántica la idea de engaño y mala intención. Por eso el diccionario académico define el término como “Dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines”. La desinformación también se origina por el placer que al ser desinformador le produce el acto de desinformar.

La manipulación informativa siempre ha existido; pero nunca como ahora sus dañinos efectos se habían hecho sentir tanto. Las redes sociales, indiscutiblemente, han contribuido a ensanchar su radio de acción. A través de estas y, muy especialmente vía wasap, corren los más turbios, perniciosos y perturbadores mensajes, como corren las aguas turbias y contaminadas por las redes cloacales.

Por las redes sociales todo se dice. Todo se publica: lo cierto y lo incierto, lo real y lo irreal, lo público y lo privado, lo negativo y positivo, lo que orienta y desorienta, etc. Por esa razón, estar permanentemente conectado a esas redes, en modo alguno significa estar bien informado.

El problema se complica más en nuestro país, por cuanto los dominicanos, en su gran mayoría, procedemos como si fuéramos expertos o especialistas en todo y, por eso, de todo hablamos u opinamos. En tal virtud, somos capaces de orientar, recomendar y hablar con autoridad acerca de temas que por su naturaleza técnica o científica desconocemos por completo, y cuyo tratamiento debería estar reservado exclusivamente a los entendidos en la materia.

Es normal entonces que cuando se habla acerca de temas cuyo contenido se ignora, la desinformación, de inmediato, entra en acción; pero esta desinformación, vale reiterarlo, no siempre ocurre por ignorancia, sino también por divertimiento y mala intención, esto es, con el deliberado propósito de provocar daños.

Por esa razón, no extraña que mediante un mensaje de voz que rodó por las redes sociales, a alguien se le ocurrió decir, el sábado antes de las pasadas elecciones municipales, que en la República Dominicana había ochocientas personas enfermas de coronavirus. Tampoco ha de extrañar el hecho de que más de una voz haya anunciado recientemente el fallecimiento del Dr. Cruz Jiminián, en Santo Domingo, y del profesor José Izquierdo, en Santiago de los Caballeros.

Y lo peor de todo es que talvez usted o cualquier otro ingenuo receptor de tan inoportuno y falaz mensaje procedió a reenviar a los demás, esta y otra basura informativa, sin antes comprobar su autenticidad en fuentes confiables.

Por último, conviene recordar que en tiempos de crisis, pandemias y desastres, solo debemos prestar atención y creer en lo que digan los entendidos en la materia. Quien no sea uno de esos expertos o especialistas, mejor sería que guarde silencio.

Por eso creo que acerca del brote de coronavirus que en la actualidad azota a nuestro país y al mundo, solo los médicos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y las autoridades de Salud Pública deben orientar y recomendar lo que debe hacerse en cada caso. Solo sus instrucciones debemos seguir, y solo en sus palabras debemos confiar.

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El autor es profesor universitario de Lengua y Literatura dcaba5@hotmail.com