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COVID-19: los síntomas de larga duración son más raros en los niños que en los adultos

Ante la vuelta a clase es bueno saber que para la mayoría de los niños, el coronavirus es una enfermedad de corta duración

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COVID-19: los síntomas de larga duración son más raros en los niños que en los adultos
Una niña es sometida a una prueba de COVID-19.

Cuando llegó la pandemia de la COVID-19, rápidamente quedó claro que tener una edad avanzada era el mayor factor de riesgo para desarrollar una enfermedad grave. De hecho, hay pocas enfermedades para las que la edad sea tan claramente el factor de riesgo más importante.

Vayamos a Reino Unido. Se han producido más de 131,000 muertes a causa de la COVID-19, pero las primeras investigaciones, que aún están pendientes de revisión por parte de otros científicos, sugieren que muy pocos niños (menos de 30) han muerto a causa de la COVID-19 de enfermedades relacionadas. En consecuencia, se ha considerado que los niños corren poco riesgo.

Sin embargo, a medida que aumenta el consenso de que el virus se convertirá en endémico, y con la mayoría de las personas de alto riesgo (en los países ricos) ya vacunadas, las preguntas sobre cómo afecta la COVID-19 a los niños han cobrado protagonismo. Por lo tanto, hemos intentado comprender estas cuestiones, en particular en relación con la gran mayoría de los niños que no necesitan atención hospitalaria. Y esto es lo que encontramos.

Mayoría de los niños se recupera rápidamente

Analizamos la enfermedad de los niños utilizando los datos del Estudio de Síntomas de COVID-19, un proyecto de ciencia ciudadana en el que los participantes registran sus síntomas (o los de sus hijos) y los resultados de las pruebas a través de una aplicación. Evaluamos a los niños que dieron positivo, cuya prueba coincidió con que informaron de los síntomas típicos de la COVID-19, y cuyo informe de los síntomas continuó regularmente durante al menos 28 días después de que comenzara su enfermedad.

Descubrimos que los niños con COVID-19 padecían con mayor frecuencia dolores de cabeza, fatiga, fiebre y dolor de garganta. Por lo general, mejoraban rápidamente: la duración media de la enfermedad era de seis días, ligeramente más corta (cinco días) para los niños de primaria y más larga (siete días) para los adolescentes.

Hasta un 4.4 % de los niños declaró que los síntomas continuaban a los 28 días o más (en comparación con el 13.3 % de los adultos, utilizando la misma metodología). Esta tasa fue ligeramente superior en los niños mayores (5.1 %) en comparación con los niños más pequeños (3.1 %). Sin embargo, casi todos los niños (98.4 %) se habían recuperado a las ocho semanas, lo que sugiere que la enfermedad de larga duración es menos común en los niños que en los adultos.

Es importante destacar que el número de síntomas en estos niños con enfermedad prolongada no parecía aumentar con el tiempo: en promedio, tenían seis síntomas diferentes durante su primera semana de enfermedad, pero después del día 28 tenían un promedio de solo dos. Los síntomas más comunes (a lo largo de toda la enfermedad) fueron la fatiga, el dolor de cabeza, la pérdida de olfato y el dolor de garganta, siendo los tres primeros los más duraderos.

También examinamos las respuestas a las preguntas directas formuladas por la aplicación de un estudio sobre los síntomas que podrían afectar al aprendizaje, como “niebla mental”, mareos, confusión y bajo estado de ánimo.

La niebla mental se registró en el 9 % de los niños más pequeños y en el 20 % de los mayores (con una duración media de dos días en los mayores y de un día en los más pequeños); y los mareos, en el 14 % de los niños más pequeños y en el 26 % de los mayores (con una duración de dos días en cada grupo). El bajo estado de ánimo se registró en el 8 % de los niños más pequeños y en el 16 % de los mayores (también con una duración de dos días en cada grupo).

Comparaciones

A continuación, comparamos estos resultados con los de los niños que tuvieron síntomas similares a los de la COVID-19, los registraron en la aplicación, pero acabaron dando negativo (y que, por tanto, pueden haber estado infectados por otro virus, como el rinovirus o el adenovirus). Estos niños tuvieron, de media, una enfermedad más corta (solo tres días). Muy pocos tuvieron síntomas que duraran cuatro semanas.

Sin embargo, los niños sin COVID-19 que estuvieron enfermos durante más de cuatro semanas manifestaron más síntomas continuos que los que dieron positivo al coronavirus. Esto proporciona un recordatorio importante: evaluar y tratar a cualquier niño que se encuentre mal debe ser nuestra prioridad, ya sea en la pandemia o en otros momentos, ya sea COVID-19 o cualquier otra enfermedad.

Nuestros resultados son coherentes con los estudios de Suiza y Australia, que también mostraron que la mayoría de los niños se recuperan completamente de la COVID-19.

Sin embargo, nuestras estimaciones del número de niños con una mayor duración de la enfermedad son inferiores a las estimaciones de la Oficina de Estadísticas Nacionales del Reino Unido (ONS, por sus siglas en inglés). Esto puede deberse a las diferentes formas de evaluar la duración de la enfermedad, pero es difícil estar seguros ya que los métodos de la ONS aún no se han publicado en su totalidad.

La COVID-19 no es la única infección que puede provocar síntomas persistentes. Image Point Fr/Shutterstock

Como todos los estudios, nuestra investigación tiene algunas limitaciones importantes. Solo tuvimos en cuenta a aquellos niños que tenían un adulto que formaba parte del Estudio de Síntomas de COVID-19, que utilizaba la aplicación y que estaba dispuesto y era capaz de informar por un niño.

Además, solo hemos recogido datos de los niños cuyos síntomas han motivado la realización de la prueba de COVID-19. Esto es tanto un punto fuerte (sus síntomas coincidieron con el momento en que se les hizo la prueba) como un punto débil (no registramos a los niños asintomáticos o con síntomas demasiado leves para provocar la prueba, o que no tenían acceso a la prueba).

Además, los participantes de nuestro estudio, aunque numerosos, no representan totalmente a la población británica en general por su origen étnico y estatus socioeconómico. Otros estudios en curso podrán ayudar a abordar algunas de estas limitaciones.

¿Qué significan estos resultados?

Nuestros resultados tienen implicaciones para varias áreas de la política de salud pública. Incluso un pequeño porcentaje de niños con COVID-19 que desarrollan síntomas duraderos sigue representando un gran número absoluto de niños. Por lo tanto, debemos considerar qué servicios pediátricos y de atención primaria podrían ser necesarios y los tipos de apoyo que los niños con enfermedad duradera podrían necesitar en casa y en la escuela.

Esperamos que nuestro estudio contribuya a la comprensión de cómo a los niños les afecta la COVID-19 y cuántos pueden sufrir síntomas duraderos, para ayudar a enriquecer el debate actual sobre la vacunación en los jóvenes.

Este artículo ha sido publicado en The Conversation y son sus autores Robert C Hughes, Clinical Research Fellow, Department of Population Health, London School of Hygiene & Tropical Medicine; Emma Duncan, Professor of Clinical Endocrinology, King’s College London., King’s College London; Michael Absoud, Honorary Reader at the Department of Women and Children’s Health, King’s College London; Sunil Bhopal Academic Clinical Lecturer in Paediatrics, Newcastle University Academic Clinical Lecturer in Paediatrics, Newcastle University

Sin embargo, nuestras estimaciones del número de niños con una mayor duración de la enfermedad son inferiores a las estimaciones de la Oficina de Estadísticas Nacionales del Reino Unido (ONS, por sus siglas en inglés). Esto puede deberse a las diferentes formas de evaluar la duración de la enfermedad, pero es difícil estar seguros ya que los métodos de la ONS aún no se han publicado en su totalidad.

La COVID-19 no es la única infección que puede provocar síntomas persistentes. Image Point Fr/Shutterstock

Como todos los estudios, nuestra investigación tiene algunas limitaciones importantes. Solo tuvimos en cuenta a aquellos niños que tenían un adulto que formaba parte del Estudio de Síntomas de COVID-19, que utilizaba la aplicación y que estaba dispuesto y era capaz de informar por un niño.

Además, solo hemos recogido datos de los niños cuyos síntomas han motivado la realización de la prueba de COVID-19. Esto es tanto un punto fuerte (sus síntomas coincidieron con el momento en que se les hizo la prueba) como un punto débil (no registramos a los niños asintomáticos o con síntomas demasiado leves para provocar la prueba, o que no tenían acceso a la prueba).

Además, los participantes de nuestro estudio, aunque numerosos, no representan totalmente a la población británica en general por su origen étnico y estatus socioeconómico. Otros estudios en curso podrán ayudar a abordar algunas de estas limitaciones.

¿Qué significan estos resultados?

Nuestros resultados tienen implicaciones para varias áreas de la política de salud pública. Incluso un pequeño porcentaje de niños con COVID-19 que desarrollan síntomas duraderos sigue representando un gran número absoluto de niños. Por lo tanto, debemos considerar qué servicios pediátricos y de atención primaria podrían ser necesarios y los tipos de apoyo que los niños con enfermedad duradera podrían necesitar en casa y en la escuela.

Esperamos que nuestro estudio contribuya a la comprensión de cómo a los niños les afecta la COVID-19 y cuántos pueden sufrir síntomas duraderos, para ayudar a enriquecer el debate actual sobre la vacunación en los jóvenes.

De los niños seguía con los síntomas a los 28 días o más, en comparación con 13.3 % de los adultos.

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