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“El 70 % de los linfomas se curan con un buen diagnóstico y tratamiento acertado” Linfoma, un cáncer de sangre con 70 variedades

En el país se diagnostican cerca de 199 casos cada año

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“El 70 % de los linfomas se curan con un buen diagnóstico y tratamiento acertado”
Linfoma, un cáncer de sangre con 70 variedades
Victoria Otero, hematóloga e investigadora clínica. (FUENTE EXTERNA)

SANTO DOMINGO. Si una persona empieza a bajar de peso sin una explicación clara, porque come bien; si presenta episodios de fiebre sin tener infección activa y cansancio muy significativo que le impide realizar las labores cotidianas, puede estar padeciendo de linfoma, un cáncer de la sangre, del que se conocen más de 70 tipos.

La hematóloga argentina y experta en la materia, Victoria Otero, estuvo recientemente de visita en el país para apoyar los esfuerzos que realiza la Sociedad de Hematología de República Dominicana (SODOHEM) y compartir sus conocimientos en materia de investigación sobre la enfermedad.

La especialista recomienda exámenes periódicos para detectarlos en fase tempranas y explica que, aunque no den síntomas, los linfomas pueden dar agrandamiento de los ganglios linfáticos, que son una especie de pelotas del tamaño de una lenteja que se tienen en el cuerpo.

¿Háblenos del linfoma?

El linfoma es un cáncer de la sangre, hay más de 70 tipos y se diagnostica habitualmente con controles de salud rutinarios o por algún síntoma vinculado a la enfermedad. Los síntomas que puede aparecer son la baja de peso sin una explicación clara, a pesar de que se coma bien, fiebre sin tener infección activa, cansancio muy significativo que no permita realizar las labores cotidianas, como es ocuparse de los hijos o las tareas de la casa.

Hay otros que no dan síntomas, por eso es importante exámenes periódicos, para detectarlos en fases tempranas. Aunque no den síntomas, puede dar agrandamiento de los ganglios linfáticos, que son una especie de pelotas pequeñas que se tienen en el cuerpo. Los que no tienen la enfermedad, tienen esas pelotas del tamaño de una lenteja y cuando la enfermedad aparece aumentan sus tamaños y en el examen físico se puede encontrar bultitos, mayormente, en las áreas del cuello, en las axilas o en la ingles.

¿Cuál es el pronóstico de esta enfermedad?

Varía de acuerdo al tipo de linfoma que se tiene. Hay enfermedades que son muy crónicas que pueden no requerir tratamiento durante muchos años y los pacientes vivir asintomáticos. Esos linfomas, en general, tienen pronósticos muy buenos y los pacientes pueden vivir décadas con esas enfermedades, requiriendo algún tratamiento, de manera intermitente, pero la perspectiva de vida es muy buena.

En el otro extremo están los más agresivos y requieren tratamientos más agresivos también, de igual manera de cómo se comporta la enfermedad, pero tienen grandes chances de curarse.

Un setenta por ciento de los pacientes con esos tipos de linfomas pueden curarse, si se hace un diagnóstico y un tratamiento adecuado.

El mensaje sobre los linfomas es no asustarse, acudir al médico, obtener un buen diagnóstico y hacer un tratamiento apropiado, que ahora se dispone de mucho más herramientas y los resultados son bastante más alentadores que en otras enfermedades oncológicas.

¿Cuáles son las nuevas tendencias en tratamiento que mejoran la expectativa de vida de los pacientes?

Los tratamientos están yendo a conseguir mejores resultados de los que tenemos ahora y de minimizar los efectos tóxicos que generan en los pacientes.

Cuando salen drogas nuevas (terapias) uno no quiere solo que sean mejores en su efectividad contra la enfermedad, también nos gustan que además de ser mejores toleradas, tengan pocos efectos adversos, lo que le permite a los pacientes tolerar esos tratamientos mucho mejor y poder beneficiarse.

En ese sentido, las drogas nuevas que han surgido en los últimos años para los linfomas van dirigidas de manera mucho más específica hacia la enfermedad, dejan de ser terapias que matan, tanto a células malignas, como benignas y son blanco dirigidas, es decir, van apuntadas a ciertas características o a ciertos genes o a marcadores que la enfermedad tiene que nos permite deshacernos de las células malignas sin generar conflictos con el resto del organismo, minimizando la toxicidad en los tratamientos.

¿Las blancos dirigidos son los mismos que las inmunoterapias?

Son conceptos diferentes. La terapias que son blancos dirigidas, en general, van apuntadas a una mutación o alguna vía específica que promueve el tumor, entonces, son drogas que actúan a un nivel puntual de los genes de las células.

Las inmunoterapias están dirigidas a volver a regular la función inmune del organismo, por ejemplo, controlar las infecciones y el desarrollo de los tumores.

Todas las personas en el mundo tienen mutaciones esporádicas y el sistema inmune se encarga de deshacerse de todas esas células que se van mutando.

Todo eso beneficia el control del tumor.

—¿Qué avances científicos y novedosos hay para el tratamiento de esta enfermedad?

Va muy bien. La verdad es que en los últimos años, la investigación clínica ha avanzado drásticamente. Ha aparecido un montón de moléculas nuevas que aportan montones de herramientas nuevas en situaciones específicas donde antes se tenía poco por hacer, lo que ha permitido que en los últimos 10 años el pronóstico y las enfermedades oncológicas y, específicamente los linfomas, hayan mejorado muchísimo con respeto a cómo se podían tratar los pacientes hace una década.

Otra cosa que pasa, es que estas terapias pueden, o curar la enfermedad, o controlarla por una gran cuantía de años, y eso nos da años de desarrollo de una nueva terapia.

Conseguir buenas respuestas a los tratamientos tienen un doble objetivo: el que el paciente se sienta mejor con un tratamiento activo durante un gran tiempo y el de darnos tiempo para desarrollar nuevas terapias para ofrecerle a los pacientes.

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