Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales

El embarazo de adolescentes en tiempos de las abuelas

Tres mujeres nacidas entre 1940 y 1950 cuentan sus historias, las mismas que toman como base para procurar que otras no las repitan

SANTO DOMINGO. Son abuelas de 77, 67 y 66 años. Para llegar a serlo comenzaron a ser madres entre los 12 y 17. De sus labios salen expresiones como: “Quizás no hubiera llegado a casarme a esa edad”, “Si uno halla un hombre que se enamore de uno, uno nunca piensa nada” o “Le recalcaba a él (el esposo) que tuvo la culpa de que no fuera una profesional”.

Ellas nacieron entre 1940 y 1950, en una época en la que el país estaba marcado por la dictadura de Trujillo y el papel de la mujer se concentraba más en la crianza de los hijos. No se hablaba de empoderamiento femenino ni de igualdad de género ni de cuota femenina en cargos legislativos ni de cuántas llenan las matrículas de las universidades.

Sin embargo, ocurría algo que en la actualidad mantiene al país en las posiciones menos favorables en la región: muchas se embarazaban siendo adolescentes.

“En los finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX la idea de la libertad, la idea de la independencia estaba muy relacionada con el acceso a las aulas, el acceso a la educación, las posibilidades de tener escolaridad”, reflexiona Lourdes Contreras, coordinadora del Centro de Estudios de Género del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC). “Las expectativas de vida de las mujeres estaban restringidas en toda esa época a su rol como ama de casa, a su rol como esposa, como pareja y como madre”.

Contreras observa que, en la medida en que las mujeres fueron accediendo a las aulas y al trabajo, se fue cambiando el modelo de control de dominio y de provisión del hombre, que era más fuerte, y el pensamiento cultural de que entre más hijos tenía una mujer más valoración y reconocimiento conseguía.

Muchas de esas mujeres, que comenzaron a tener hijos siendo menores de edad, cruzaron a una generación que usa teléfonos inteligentes y habla de colonizar otro planeta, pero que registra una realidad que ellas vivieron. El país mantiene una tasa estimada de fecundidad en adolescentes de 100,6 nacimientos por 1,000 adolescentes, según un informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Entre 1980-1985 se situaba en 110,6.

En el Caribe son la República Dominicana y Guyana los de las tasas estimadas de fecundidad en adolescentes más elevadas.

¿Cómo ve estas estadísticas y el aspecto cultural una abuela que fue madre adolescente? Diario Libre intentó contextualizarlo con tres de sus historias.

Expandir imagen
Infografía
Andrea Ramírez, de 77 años, tuvo a su primera hija a los 14. (DIARIO LIBRE/NEHEMÍAS ALVINO)

ANDREA RAMÍREZ | 77 AÑOS | PRIMER PARTO A LOS 14

Andrea tenía 13 años cuando a su natal Azua llegó a trabajar un joven santiaguero de 21. El recién llegado era enamoradizo y a ella le parecía apuesto.

“El muchacho se mudó frente a la escuela y estaba detrás de mí”, recuerda la mujer.

El cortejo resultó. A los pocos meses, en 1954, ambos decidieron irse a vivir juntos a la casa del novio. “Tú sabes cómo era antes, uno se iba”, dice para evocar la usanza de la época, en la que una boda y su registro en el civil no era el patrón para todos.

En un principio a los padres no les complació la decisión de la menor de sus seis hijos. “Pero el muchacho era responsable y por lo tanto trabajador, y decidí irme con él”, comenta Andrea. Lo aceptaron.

Tenía 14 años cuando a las 10 de la noche de un día de 1955 dio a luz a su primera hija en el hospital Dr. Simón Striddles de Azua. El embarazo fue con pocas complicaciones. “Un día me dio como un mareíto, me llevaron al médico pero nunca más tuve problemas”, recuerda.

Para ese entonces, su esposo había construido una casa y se responsabilizó de la familia que recién formaba. La segunda hija Andrea la tuvo a los 15 años.

Por comenzar una vida familiar, no continuó los estudios. Los dejó en segundo de la primaria. Ya adulta, cursó técnicos de costura, belleza y masajes, y por un tiempo fue chofer. “Le recalcaba a él (su esposo) que tuvo la culpa de que no fuera una profesional a nivel universitario”, se lamenta. Ella se conforta en pensar que él era responsable. “Era un hombre demasiado bueno”.

Una de las hijas de Andrea se embarazó siendo adolescente mientras tenía una relación “oculta”, como ella la define. “Hay que aceptarlo pero no es igual que cuando las cosas son a la clara”, comenta.

Hace más de 10 años que su esposo falleció. Tuvieron 11 hijos, 36 nietos y más de 50 biznietos. Andrea entiende que en la época en que se unió a su esposo las relaciones siendo adolescente quizás funcionaban, a diferencia de la actualidad, porque “las mujeres antes se respetaban mucho”.

“Las mujeres se mantenían por vergüenza (...) Había un entendido que ahora no es así. Cuando una muchacha se casaba decían a la mamá: ¿Y fulana?; le decía ella: Fulana se empleó. ¿Qué era ella? Una ‘empleada’ del esposo, de la familia”, dice.

Agrega: “Ahora los hombres son capaces de darte un hijo y no darte un pan para tu niño, y en aquel tiempo tenían que darlo porque si no lo daban a la buena, lo daban a la mala, porque Trujillo (el dictador) no cogía eso”.

ARGENTINA ROJAS | 67 AÑOS | PRIMER EMBARAZO A LOS 16

Argentina no había cumplido 16 años cuando en la primera mitad de la década de 1960 conoció a un hombre 18 años mayor que trabajaba como químico en una empresa textil. Lo veía como el salvador que anhelaba para poder marcharse de su casa y dejar de padecer los maltratos físicos y verbales que recibía de sus padres.

Ella nació en 1950 en un país que no contaba con desarrollo tecnológico y había limitadas oportunidades para las mujeres. Como afanaba tanto en su hogar, nunca fue a la escuela formalmente, a pesar de criarse en la capital. “Me criaron lavando y cocinando y fregando en la casa ajena”, recuerda con voz llorosa.

En una ocasión su novio presenció una acalorada disputa entre ella y su hermana. Al otro día de ese suceso, le dijo: Prepara tu ropa y vámonos. “Me fui, estaba viviendo un infierno”, recuerda Argentina.

“Antes uno se iba”, defiende la mujer. Lo hizo a escondidas de sus padres. “Él se fue alante y yo me fui atrás”.

Argentina tenía 16 años cuando se fue a vivir con su novio. A esa edad quedó encinta y dio a luz a su primera hija a los 17. El embarazo fue complicado, pasó muchos malestares. Y el parto fue con mucho dolor. La llevaron de madrugada a la Maternidad La Altagracia y dio a luz en la tarde de ese día de 1967.

“¡Eso fue una cosa! ¡Jesús Santísimo, Jesús, Dios mío! ¡Yo le cogí un miedo a eso!”, exclama con una cara que evoca dolor. “¡Un muchacho bregando con otro muchacho!”.

Los siguientes días como madre adolescente fueron de aprendizaje. Tenía que lavar pañales y atender a su marido. Dos años después tuvo a su segundo hijo.

Al preguntarle que si pudiera devolver el tiempo, se hubiese ‘casado’ tan joven, sentencia: “No, jamás”.

“El que se casa así, tan joven, se casa para pasar trabajo, a criar muchachos, a fregar y a trapear, pero si te casas profesional ya tienes más experiencia, y después de eso ya no te llenas de hijos”, afirma Argentina.

Esta abuela de cuatro nietos considera que en el embarazo en adolescentes de la presente generación influye mucho la crianza. “Ahora los padres le dan muchos gustos a los hijos, antes había más control”, comenta.

Mirando su pasado y lo que hubiese cambiado, ella atina a exhortar a las jovencitas que se lleven de sus padres y estudien. “Ningún padre quiere que su hija se case tan temprano”.

Argentina tuvo tres hijos; el segundo falleció en su temprana edad. Hace cinco años que enviudó tras 46 años de unión. Es una ama de casa que apenas sabe leer y escribir.

“Me hubiese gustado estudiar Medicina”, dice.

GLORIA TEJADA | 66 AÑOS | PRIMER PARTO A LOS 13

Con 11 años Gloria afanaba en la finca, sembrando y ayudando a sus padres. Además, hacía los oficios de la casa que compartía con cuatro hermanos.

Corrían los primeros años de la década de 1960 en el fronterizo municipio Partido de Dajabón, donde no se hablaba de modernidad ni de incentivar a las mujeres a ser emprendedoras.

En ese tiempo Gloria conoció a un adolescente de unos tres años mayor que ella. Se enamoraron y al poco tiempo el jovencito habló con sus padres para que autorizaran su relación, lo que ellos permitieron, según ella recuerda.

Al poco tiempo ambos se mudaron juntos a una casa del pueblo en donde a la niña le tocó asumir la dirección de las tareas cotidianas. “Antes a los muchachos del campo siempre los papás nos trataban trabajando y me adapté, tuve mis hijos y me adapté a esa vida”, recuerda Gloria.

Por sus nuevas responsabilidades, dejó la escuela. Tenía 12 años cuando quedó embarazada de su primer hijo en 1963. “Tuve mi embarazo normal, con malestares como le dan a las mujeres”, dice. Pero el parto de aquella noche no fue tan sencillo. Los médicos del hospital le dijeron que como su cuerpo era todavía el de una adolescente, quizás el alumbramiento natural fue más complicado.

Su segundo hijo lo parió a los 16 años. En total tuvo cuatro de esa relación. Después procreó cuatro más en otros matrimonios.

Si pudiera devolver el tiempo, dice que hubiese esperado a ser mayor, quizás a los 20, para unirse a un hombre y tener hijos. “Si uno halla un hombre que se enamore de uno, uno nunca piensa nada, después es que uno lo piensa”, reflexiona en voz baja.

Al preguntarle por qué entiende que en esta generación hay altas tasas de embarazo de adolescentes, responde: “Ahora las niñas como que no tienen un dominio, andan así, no se llevan de consejo”.

“Tuve mis hijos temprano, pero yo les aconsejo que no tengan hijos a la edad que yo tuve sino que esperen a prepararse, porque si se meten con un hombre hoy y no les conviene, lo pueden dejar, porque ya están preparadas, si quieren vivir su vida sola, pueden vivir sola”.

Gloria se mudó a la capital ya con hijos. Trabajó en una fábrica como obrera, también lavando y planchando por paga. Actualmente tiene 20 nietos. Apenas llegó hasta segundo de la primaria. Le hubiese gustado ser abogada.

“Antes los papás siempre estaban pendientes a uno, siempre aconsejaban a uno de las cosas malas, yo siempre tenía temor de mi casa, de mi mamá (...) Si hubiese sido en estos tiempos, que uno tiene la mente más despierta, quizás no hubiera llegado a casarme a esa edad”, concluye.

TEMAS -