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Selección belga
Selección belga

En la frontera, el corazón está dividido entre ‘Bleus’ y ‘Diablos Rojos’

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En la frontera, el corazón está dividido entre ‘Bleus’ y ‘Diablos Rojos’
La selección francesa se entrenó este lunes previo al partido del martes. (EFE)

QUIÉVRAIN, Bélgica. “Intentamos poner todo en un 50-50, pero no es fácil”: la camiseta de Antoine Griezmann en la espalda, una cerveza belga en la mano, Carole Blondel terminaba de preparar su bar ubicado en Quiévrain, en la frontera franco-belga, para recibir el martes a los hinchas valones y también franceses, vecinos separados por unos centenares de metros, para la semifinal Francia-Bélgica del Mundial-2018.

“Apoyo a los franceses, pero si gana Bélgica voy a estar contenta también.... aunque tal vez un poco menos”, reconoce después de reflexionar dos veces esta francesa originaria de la región de Valenciennes (norte), quien abrió su establecimiento del lado belga de la frontera.

En Quiévrechain, la semifinal Francia-Bélgica del martes por la noche despierta una rivalidad de frontera desaparecida hace tiempo.

Únicamente el puesto de aduana, transformado en viviendas, recuerda el tiempo en que los automovilistas eran controlados antes de pasar de un lado a otro, de Quiévrain, un pueblo belga de 6.700 habitantes, a Quiévrechain, el pueblo francés con unas 6.400 personas.

Los idas y vueltas son desde hace tiempo casi innecesarios: trabajadores fronterizos, tabaco más barato y ambiente con reputación más festivo del costado belga.

Pero en esta víspera de partido, el clima de la previa se observa en los coches decorados con los colores de Bélgica, con calcetines colgados en los espejos retrovisores o con cuernos de los Diablos Rojos en el capó, mientras otros se presentan con llamas de los colores de su país en el techo.

- “Francés, hincha belga” -

“El corazón es francés, pero el amor es belga”, resume el franco-belga Laurent Choteau, de 45 años. Nacido de padres franceses en Bélgica, este propietario de un restaurante de Quiévrain todavía no logra inclinarse por una de las selecciones para el martes.

“Estoy realmente en un 51% para un equipo y 49% para el otro. ¡Después del partido diré por cuál me inclino! Pero en todo caso, ya estoy en la final”, adelanta con una sonrisa. De hecho, ha pedido camisetas con el mensaje “vamos los Diablos, vamos los Bleus” para la ocasión.

En la plaza principal de Quiévrain, los cinco bares que la rodean han sacado material para imponerse: televisores, banderas, pósters de Eden Hazard, exfigura del Lille, y de Kevin De Bruyne. Otros también han colgado guirnaldas tricolores, para atraer más clientes.

Sentado en una terraza, Sacha Ferat, de 23 años, se presenta como un “francés hincha de Bélgica”. “Desde el debut del torneo, aliento a los belgas. He dejado a Francia detrás de mí”, cuenta este artista francés instalado en Bélgica.

“Nos cruzamos con bastantes franceses por aquí, entonces arranca la pequeña disputa, siempre en tono amistoso. Pienso que va a ser una locura(...)”, predice Steve Crevieaux, de 41 años.

“Que gane el mejor, pero con un pequeño pensamiento por Bélgica en verdad, nunca se sabe”. ¿Pronóstico?: 2-1. Para los Diablos Rojos, “obviamente”, remata.

“Va a ser EL partido de esta Copa del Mundo”, apunta por su lado Sam Quenau, de 31 años y de nacionalidad belga. “Nuestro Mundial ya lo hicimos: derrotamos a Brasil (2-1, en cuartos de final). No podemos estar más que felices por ello”, comenta.

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