Los diablos cojuelos de Santo Domingo
Herencia española
El Diablo Cojuelo no nació para meter miedo y ni siquiera para ser vehículo del pecado, desde que una pluma del siglo XVII lo parió en España. Llegó a la tierra y se arraigó también en Santo Domingo muchos años después con la misión de satirizar al mal frente al bien, convertido en el travieso más risueño y gozón.
Los espejitos y los cascabeles, el traje de tonos estridentes y la careta de malo le han dado junto a su inseparable vejiga el sitial principal de la fiesta más popular de la capital dominicana. Ellos marcan el inicio y el fin de la fiesta, porque siempre son mayoría. Antes, desde que llegaba febrero, iban de calle en calle y no había galería con curioso enfrente que no fuera asaltada a vejigazos por los mozos de la zona convertidos en diablos. La tradición disminuida no les ha quitado presencia en el desfile anual por el malecón.
Según Dagoberto Tejeda, este diablo llegó al país con los españoles conquistadores. Fue su primera incursión en el continente nuevo.
Tomar prestado, ahorrar en una alcancía y hasta entrar un "san" son parte de las empresas en las que se han embarcado desde tiempos inmemoriales muchos capitaleños para tener un traje de diablo cojuelo en febrero. La tradición da demasiada satisfacción.
El Malecón de Santo Domingo es su gran escenario, en el desfile oficial que convida cada año a miles de personas en el frente marítimo.
Los espejitos y los cascabeles, el traje de tonos estridentes y la careta de malo le han dado junto a su inseparable vejiga el sitial principal de la fiesta más popular de la capital dominicana. Ellos marcan el inicio y el fin de la fiesta, porque siempre son mayoría. Antes, desde que llegaba febrero, iban de calle en calle y no había galería con curioso enfrente que no fuera asaltada a vejigazos por los mozos de la zona convertidos en diablos. La tradición disminuida no les ha quitado presencia en el desfile anual por el malecón.
Según Dagoberto Tejeda, este diablo llegó al país con los españoles conquistadores. Fue su primera incursión en el continente nuevo.
Tomar prestado, ahorrar en una alcancía y hasta entrar un "san" son parte de las empresas en las que se han embarcado desde tiempos inmemoriales muchos capitaleños para tener un traje de diablo cojuelo en febrero. La tradición da demasiada satisfacción.
El Malecón de Santo Domingo es su gran escenario, en el desfile oficial que convida cada año a miles de personas en el frente marítimo.
Diario Libre

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