De amores y dinero
Plantearse metas en común, que impliquen necesariamente un plan de ahorro o inversión, para enfocarles en su proyecto de vida, durante el noviazgo y definitivamente que durante el matrimonio
A ella, la de los ojos y la sonrisa que me obligaban a conocerla.
Fue en la tardecita de un día de semana cuando, sentado en la terraza de la cafetería que frecuento, vi entrar a la parejita de novios agarrados de manos, alegres y con la mirada de complicidad de quienes saben pronto darán, juntos, el paso más grande de sus vidas.
Por coincidencia, se sentaron en la mesa justo a mi lado. Yo, que mataba el tiempo en lo que daba la hora de salir hacia mi programa de radio, me entretenía en las redes sociales, los periódicos ya viejos de la mañana y viendo a la gente entrar y salir del sitio, mientras se enfriaba mi último café del día.
A mi, que no me gusta el chisme, pero me entretiene, no dejaba de generarme curiosidad la conversación que con intensidad iniciaron el par de tórtolos. Como el tema por lo visto era financiero, mayor fue mi mala educación y nivel de intromisión que me obligaba a afinar el oído para escuchar mejor aquel diálogo.
“Hay algo que tengo tiempo pendiente de decirte y esta es la fecha que todavía no tengo el suficiente coraje para compartirte”, le admitió él, con algo de vergüenza, pero decidido en sus palabras, pues no era poco el peso que se quitaría de los hombros.
“Cuéntame, amor”, casi le susurraba ella, amoroso, temerosa, pero con la ilusión intacta.
La cita financiera
A continuación, el joven, más que abrirse el corazón, se abrió el bolsillo. Con certeza procedió a explicarle a su novia acerca de unos malos pasos que dio cuando inició su vida económica, mientras era estudiante universitario.
Las tarjetas de crédito que aceptó sin saber el cómo utilizarlas, la presión social, el dejarse llevar, el mal ejemplo de sus padres con el dinero plástico. “En fin, mi amor, que hemos durado estos casi dos años de noviazgo y no es sino hasta ahora que finalmente me siento con la confianza de compartirte esa parte de mi pasado que hasta la fecha de hoy me llena de vergüenza y, sobre todo, de inseguridades frente a ti y el qué pensarás de mi.”
“Mi historial de crédito tiene cualquier cantidad de heridas y fallas crediticias que para mi son como manchas, de las que no he logrado superarme todavía”, admitió el joven, voz temblorosa, mirada sincera y directa a sus ojos.
Ella no dejó de escucharle con paciencia y generosidad durante aquel desahogo financiero, en el cual se veía como su novio, ya más maduro que en su época de francachela y vida alegre y de dinero plástico, poco a poco compartía el cómo se había decidido enderezar crediticiamente.
“A partir de que te conocí, es más, desde que te vi junto a tus amigas por primera vez en esta misma terraza, supe que era contigo que yo quería casarme y construir mi vida, mi hogar y mi familia de la mano tuya...”
Primeros pasos juntos
Lo que escuché aquella tarde fue una catedra de finanzas personales en el contexto de las parejas, específicamente de los novios que ya visualizan una vida juntos compartida.
Escribidor al fin, tomé apuntes en el mantel de papel de mi mesa, de tal forma que logré sacar estas siete lecciones dedicadas a mis lectores el día previo al 14 de febrero.
Primero. Ya cuando la cosa va en serio, y se piensa en un futuro juntos, es obligatorio el que ella y el conversen acerca de su situación financiera. No solo la crediticia o de sus niveles de ingresos o gastos o compromisos con la familia (¡que toca hacerlo, sin duda!), sino también de la cultura financiera que ambos conocieron en sus respectivos hogares.
Segundo. Paradójicamente es más fácil para nuestra juventud hablar de sexo que de dinero o de finanzas personales. El tabú, la vergüenza, la inseguridad, el miedo, la duda, por lo visto es mayor. ¿Cómo superar esta barrera? Proponiéndose, como hizo aquella parejita a mi lado, una “cita financiera” para tratar estos temas. La excusa o motivación para ese encuentro, podría ser esta misma columna que ahora uno de los dos pueda estar leyendo.
Tercero. Todo, tarde o temprano, se sabrá. En sentido general, mantener secretos, ocultar verdades, incluyendo las económicas, destruye matrimonios. Tan seguro estoy de ello, que pienso que mejor es que ni siquiera se de la unión, pues las estadísticas si que no mienten: Después de la infidelidad, los problemas o situaciones financieras especiales son los principales detonantes de la destrucción de matrimonios y familias.
Cuarto, cada uno de los dos aportará una realidad, una cultura, un historial financiero al matrimonio. Difícilmente todo brillará como el oro. Nada es perfecto. De lo que estoy seguro es que, si lo trabajan juntos, ambos apoyándose y complementándose donde sea posible, podrán madurar, enfrentar y superar cualquier obstáculo.
Quinto. Es posible que la pareja tenga que buscar ayuda de un tercero, profesional en la materia, como un terapeuta familiar, un psicólogo o un asesor financiero calificado. Sea para facilitar el dialogo, que fácil no es, o bien sea para ayudarles a organizarse financieramente con pautas que podrán procurar de un experto.
[En este sentido, recomendamos a Joaquin Disla, psicólogo, terapeuta y economista, que tiene 30 años trabajando con individuos, parejas y familias aspectos de salud financiera y salud mental. Su contacto es joaquin_disla@yahoo.com y el (809) 249-9646.]
Sexto. Todo se puede trabajar, superar y mejorar. ¡Absolutamente todo! Precisamente el mejor momento para hacerlo es durante el noviazgo, antes de que se asuman los compromisos y los gastos de una boda o matrimonio, de un hogar propio y aún más, de la responsabilidad que acarreará, por ejemplo, el nacimiento de los hijos.
¿Un buen primer paso? Compartirse los historiales de crédito. Hablar sobre el cómo se manejaban las finanzas en los respectivos hogares de la pareja. Plantearse metas en común, que impliquen necesariamente un plan de ahorro o inversión, para enfocarles en su proyecto de vida, durante el noviazgo y definitivamente que durante el matrimonio. Desahogarse en torno a los errores financieros que pudieron haber cometido en el pasado y, si aún no han sido remediados, trabajar en pareja para superarlos antes del matrimonio.
La lección más importante
Salvo alguna que otra pregunta de aclaración, ella se limitaba a escuchar al novio, de forma comprensiva, paciente y solidaria. Su lenguaje corporal era claro: “Estoy aquí para escucharte, no juzgarte. Siéntete en la libertad de decirme todo lo que me tengas que decir, que para eso nos planteamos esta cita y por algo estoy a tu lado.”
“¿Ya terminaste?”, le preguntó cuando el novio concluyó su desahogo, visiblemente aliviado y como más tranquilo. “Si”, suspiró el. “Pues mira: Si me compartes todo esto como para desanimarme en nuestro propósito de casarnos, ¡pues te equivocaste! Ni tu, ni yo, somos perfectos, pero juntos estoy convencida de que podemos hacer algo espectacular. Así es que tranquilo, que juntos podemos.”
Esa fue la séptima y última lección de aquella conversación que escuché de indiscreto. En la unión está la fuerza.