Buenas epidemias
Aunque algunos sectores se beneficiaron de la pandemia provocada por el COVID-19, la mayoría de ellos fue perjudicada. Es difícil encontrar, por lo tanto, quienes digan que en conjunto la pandemia fue beneficiosa. De acuerdo con varios economistas, no obstante, las pandemias, o por lo menos algunas de ellas, pueden ser provechosas para el desarrollo económico futuro de las regiones afectadas, a pesar de que esa consecuencia no sea evidente hasta mucho después de que la enfermedad haya sido superada.
El mecanismo por el cual se dice que dicho provecho ocurre está relacionado con la tasa de natalidad y el crecimiento demográfico. Las plagas hacen descender la natalidad, disminuyen el número de descendientes que es necesario mantener en el hogar promedio, lo que permite invertir más recursos en salud y formación para cada uno de ellos. El resultado es un incremento en el capital humano disponible para realizar labores más allá de las requeridas por la subsistencia, generando un excedente susceptible de ser utilizado para la creación de capital físico en forma de instrumentos e instalaciones productivas.
Dada la importancia de la acumulación de capital, tanto humano como físico, para la expansión del ingreso personal y el nivel de vida familiar, las pandemias, vistas desde ese ángulo, pueden ser factores detonantes o estimulantes de transiciones demográficas conducentes a procesos sostenibles de desarrollo. Así lo consideran, por ejemplo, los economistas alemanes Fabian Siuda y Uwe Sunde, quienes en un artículo publicado en enero del 2021, evaluaron los efectos de los brotes de peste bubónica sobre el crecimiento económico alemán, y pudieron constatar una vinculación entre la transición demográfica y la intensidad e incidencia de la pandemia.
De ser eso cierto, pudiera suceder que un país que fabrique un virus para contagiar a naciones enemigas termine favoreciendo a sus rivales. Por supuesto, nadie agradecería ser beneficiario de esa ayuda.