Ciencia ciudadana

El nombre es largo. Le llaman Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo, y se celebra mañana, dando inicio a la Semana Internacional de la Ciencia y la Paz. Auspiciada por la UNESCO, la celebración enfatiza el uso de la ciencia en pro del beneficio social, en especial para la erradicación de la pobreza.

El atraso económico y la ignorancia científica están vinculados. Países como el nuestro son mejores en promover el arte, la literatura y los deportes, que para fomentar la educación en áreas como las matemáticas, la física, la química, la geología o la biología. Como consecuencia de eso, tenemos una aguda desventaja competitiva respecto de naciones en las que se trata a la ciencia como un asunto serio. Y esa situación se acentúa por la falta de demanda laboral para aquellos pocos que se distinguen en el ámbito científico. Siendo disciplinas cuyo rendimiento económico puede ser de largo plazo, las vocaciones científicas se desestimulan.

Algunos países han encontrado un aliado en lo que denominan como ciencia ciudadana. A diferencia de la ciencia detrás de los viajes espaciales o las manipulaciones genéticas, la ciencia ciudadana es una idea simple, pero al parecer efectiva. Consiste en involucrar personas en labores relacionadas con proyectos científicos. Sin necesariamente tener un entrenamiento o especialidad en el sector científico correspondiente, esas personas, por sí solas o en grupos, realizan observaciones, mantienen registros, toman fotos, reportan eventos, efectúan mediciones y desempeñan otros tipos de funciones en torno a variaciones del clima, movimientos telúricos, lluvias, mareas, acumulación de desechos, caudales de ríos, derrumbes, resistencia de pavimentos, difusión de plagas y una amplia variedad de tareas. El interés que despierta ser parte de esas labores estimula profundizar en el conocimiento científico, sea que lo hagan ellos mismos o que incentiven a sus descendientes a hacerlo.

Gustavo Volmar