Compra de país

Según el presidente electo de Brasil, los chinos no están comprando productos brasileños. Están comprando el país. Es todavía muy temprano para saber si los discursos de campaña de Jair Bolsonaro se convertirán en políticas gubernamentales concretas. Pudieran haber sido simples proclamas electoralistas, dirigidas a captar el apoyo de sectores hastiados del deterioro sufrido por Brasil en los últimos años. Pero también pudieran reflejar las intenciones reales del candidato triunfador, lo que abriría a China un nuevo frente de batalla, adicional al que ya tiene con los EE.UU.

Las cifras de dinero en juego son enormes, nada parecidas a los montos que nuestra nueva relación con China podrá implicar. El intercambio comercial entre China y Brasil llegó el año pasado a los 75,000 millones de dólares, y China ha invertido 124,000 millones desde el 2003, mayormente en petróleo, energía y minería. Dada su preferencia por controlar segmentos estratégicos de las economías de otras naciones, en especial aquellos vinculados a productos que China requiere importar, los chinos han ofrecido recursos para la ampliación y modernización de puertos, ferrocarriles, carreteras y otros proyectos de infraestructura. En su mira no sólo están el petróleo y los minerales, sino también los granos y otros bienes agrícolas brasileños que los chinos necesitan para depender menos de los EE.UU.

Los planteamientos nacionalistas de Bolsonaro lo acercan a los conceptos promovidos por el presidente Trump en los EE.UU. Entre sus propuestas figura impedir que los chinos adquieran tierras, minas o industrias estratégicas brasileñas. Se opone a que como una forma de reducir sus déficits operativos, activos de empresas estatales sean vendidos a los chinos. Y contrario a lo que nosotros hicimos, Bolsonaro se ha acercado a Taiwán, visitando ese país durante la campaña, a pesar de la ausencia de relaciones diplomáticas formales entre ambas naciones.

Gustavo Volmar