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Decisión de consumo

Las drogas pueden considerarse como un producto objeto de oferta y demanda.

Recordando las consecuencias de la prohibición a las bebidas alcohólicas en los EE.UU., se plantea ahora la eliminación, o modificación, de otro tipo de prohibición. Igual que ocurrió con el alcohol, la lucha contra las drogas no está teniendo éxito. Comunidades y regiones enteras de países participan en el negocio, los cárteles de traficantes han acumulado enormes fortunas, y la violencia crece sin cesar. Son afectados los puntos de producción y consumo, y aquellos ubicados en las rutas de transporte. La justicia, los organismos policiales, las estructuras políticas y los sistemas financieros han sido involucrados en las redes delictivas, y recursos ilícitos han penetrado en numerosos sectores legítimos. No es tanto en los EE.UU., principal consumidor, donde se debate modificar el enfoque represivo, sino en Europa y en lugares de producción y distribución como México.

Las drogas pueden considerarse como un producto objeto de oferta y demanda. Desde ese ángulo, y respecto de la oferta, los intentos de restringirla provocan alzas en el precio y grandes ganancias para quienes logren acceder al mercado. La legalización total o parcial aumentaría la disponibilidad, tendiendo a reducir su precio. Aparecerían nuevos centros de producción y canales de distribución, lo que debilitaría el dominio de las bandas delictivas. Pero es probable que el volumen transado se eleve, un resultado inaceptable para muchas corrientes de opinión.

Pero es en cuanto a la demanda que el asunto se complica. Dado que algunas drogas son adictivas, la demanda por ellas puede considerarse dividida en dos segmentos, conformados por los adictos y los que no lo son. La de los primeros tiende a ser rígida, limitada sólo por su poder adquisitivo, mientras la de los segundos tiende a seguir un comportamiento más sensible a las variaciones de precio. Si la legalización incrementa la adicción, la capacidad de decisión de los consumidores declinaría.