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Demasiado riesgo

Las zonas más desarrolladas apoyaron al candidato del partido de gobierno

Con un 61% de los votos en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Costa Rica, el triunfo del candidato oficialista fue contundente. El perdedor, respaldado por una amalgama de movimientos religiosos, admitía desconocer los pormenores de los asuntos económicos, pero aducía tener a su lado un sólido equipo profesional experto en esos menesteres.

Desde el ángulo del sector empresarial puede ser atractivo apoyar a un candidato cuya hoja de ruta en materia económica está aún sin escribir. Y, literalmente, eso ocurría con el candidato opositor, pues su plan económico fue redactado por sus partidarios en cuestión de unas pocas semanas, luego de haber quedado inesperadamente en el primer lugar en la primera vuelta electoral. Sin un programa definido, los criterios de ese candidato, si llegara a ser electo, podrían teóricamente ser moldeados por sectores económicos poderosos según sus intereses, sobre todo si las cuestiones más importantes para él están ubicadas en otras áreas de la vida nacional.

Pero a veces puede haber demasiado de algo bueno. El margen de imprecisión de las políticas económicas que podría haber aplicado el candidato opositor era demasiado grande, lo que implicaba un excesivo riesgo en cuanto a lo que eventualmente haría. Al poner en una balanza, de un lado la oportunidad de influir sobre sus limitados conceptos económicos, y del otro lado la incertidumbre derivada de no que no tuviera un compromiso firme con un plan elaborado a la carrera para atajar las críticas, pesó más el riesgo de pérdida que la expectativa de ganancia.

La capital del país y las zonas más desarrolladas apoyaron al candidato del partido de gobierno. Alrededor de las ocho de la noche ya se había declarado su victoria, y el perdedor había reconocido su derrota, felicitando a su rival de inmediato por teléfono y diciéndole que podía contar con su apoyo “para hacer caminar las cosas que están estancadas en este país”.