Economía superada

En 1920 una enmienda constitucional prohibió la producción, importación, transportación y venta de bebidas alcohólicas en los EE.UU., a pesar de la vigorosa oposición de los consumidores y de los sectores económicos afectados. Prohibiciones similares han sido aplicadas en otros países también, como ocurre en varias naciones musulmanas, pero que sucediera en los EE.UU., donde la libertad económica tiene tanto arraigo, fue un fenómeno inusual.

Aunque el consumo privado de alcohol en los EE.UU. no fue prohibido, en la práctica se buscaba reducirlo y eventualmente eliminarlo vía la supresión del suministro. Se quería mejorar la conducta pública, disminuir el dispendio de ingresos y controlar la violencia, y se alegaba que la economía sería beneficiada al bajar la tasa de ausentismo laboral. De haber algún perjuicio, éste recaería sólo sobre las personas y empresas involucradas en la fabricación, distribución y comercialización de esas bebidas.

La pérdida de influencia de la comunidad de origen alemán fue un factor contributivo. Por la participación de los EE.UU. en contra de Alemania durante la primera guerra mundial, la imagen e incidencia de las costumbres germánicas fueron denostadas, siendo una de ellas el consumo de cerveza.

Las consecuencias económicas de la prohibición son conocidas. El mercado quedó en manos del crimen organizado, dejando para la historia nombres como los de John Torrio, Al Capone, George ‘Bugs’ Moran y Frank Nitti. La violencia que la prohibición pretendía reducir terminó siendo aún mayor. Y los negocios se movieron a otros países, como si fuera un anticipo del traslado de industrias al extranjero que tanto molesta al gobierno actual de los EE.UU. Destilerías y cervecerías proliferaron en Canadá, México y zonas del Caribe.

Un día como hoy, hace 85 años, otra modificación a la constitución de los EE.UU. puso fin a ese episodio, en el que la economía había sido superada por fuerzas de otra índole.

Gustavo Volmar