Percepción ambiental
En nuestras columnas anteriores hemos comentado acerca de la urgencia que reviste la protección de nuestro medio ambiente, y el obstáculo que representa la actitud de no sentirnos responsables por los daños ambientales que nuestro comportamiento provoca. Pero en adición a esos aspectos relevantes, existe otro que es necesario tomar en cuenta.
El deterioro que va teniendo lugar en el medio ambiente tiene la peligrosa característica de que con frecuencia tiende a pasar desapercibido. La razón es que los daños suelen tener lugar de manera gradual y paulatina, lo que conduce a que los cambios acontecidos de un día para otro no sean tan notorios. Hay, por supuesto, excepciones, en las que los perjuicios se presentan de forma súbita, haciéndolos más evidentes. O como ocurre con los vertederos de basura, incendios y otros episodios muy molestos y visibles convierten el problema en noticia de primera plana. Pero fuera de esa clase de sucesos especiales, la población tiende a irse acostumbrando a los perjuicios ambientales que se van acumulando de forma progresiva, compartiendo la falsa impresión de que no se trata de un asunto que reviste una gran urgencia. Eso explica el aparente desinterés con el que tienden a ser enfocados esos perjuicios, así como el hecho de que no estén ubicados en el tope de la relación de puntos prioritarios.
La modificación de la percepción ambiental colectiva, en el sentido de hacerla más intensa, es por lo tanto un objetivo importante de la agenda de protección del equilibrio ecológico de nuestro país. Si dicha percepción no existe o es limitada, la labor a cargo de los organismos correspondientes se hace más ardua, ya que están forzados a trabajar sin el apoyo activo de las personas afectadas. Y puede pasar también que sus medidas no sean comprendidas a cabalidad, motivando reacciones adversas provocadas por una falta de conciencia acerca de la seriedad de las amenazas derivadas del deterioro ambiental.
Gustavo Volmar