Siguiente fase

Cualquier decisión que involucre cambios sustanciales en las condiciones presentes tiene que tomar en cuenta lo que sucederá más adelante. En otras palabras, es preciso no sólo enfocar lo que se desea modificar, sino también definir aquello que lo va a sustituir. Con frecuencia, sin embargo, no se hace así y se puede terminar peor que como se estaba.

En la vida personal hay quienes renuncian a trabajos poco atractivos sin ponderar debidamente sus posibilidades de éxito por cuenta propia o en otro empleo. Los hay también que se van del país sin tener nada seguro, y quienes optan por invertir su patrimonio en actividades cuyos pormenores y riesgos desconocen. En esos y otros casos el objetivo de salir de la situación en que se está puede opacar la necesidad de planear la próxima fase.

En la política ocurre lo mismo. Hay candidatos que hacen promesas sin tener idea alguna de cómo las podrán cumplir si son elegidos, y funcionarios que aceptan puestos sin saber lo que harán luego de ser designados. A nivel mundial hay varios ejemplos dramáticos, como lo sucedido en Yugoslavia, Libia e Irak, donde el derrocamiento de regímenes opresivos por fuerzas externas condujo a la virtual desintegración de su unidad territorial, pues no se analizó ni se preparó el escenario posterior.

En el ámbito económico existen también casos en los que ha predominado la motivación de escapar de problemas. Muy actual es la posición del Reino Unido y su salida de la Unión Europea en busca de detener la inmigración, cuyas consecuencias finales nadie conoce. En nuestra esfera doméstica, las plantas de electricidad a carbón se tienen como una salida a la situación actual de altos costos de generación y subsidios gubernamentales, pero las características de la siguiente fase en cuanto a las tarifas que regirán, la operación de las plantas, las redes de distribución, y la sustracción de energía están pendientes de determinación.

Gustavo Volmar