?Transacciones evaluables
Aunque el dinero involucrado puede ser elevado, esa última clase de secuestro informático es más predecible
En sus memorias sobre los casos más sobresalientes que le tocó enfrentar, escritas después de su retiro, un destacado investigador policial estadounidense especializado en situaciones de secuestro relató sus experiencias. Desde su punto de vista, los casos más difíciles de resolver fueron aquellos en los que la motivación de los secuestradores no era pedir rescate para devolver a las víctimas. En tales condiciones, las pistas eran más escasas y era más alta la probabilidad de un desenlace ominoso, sea que se encontrara a la víctima sin vida, o que desapareciera para siempre.
Esos casos difíciles incluían incidentes en los que niños eran secuestrados por personas que los querían para asumirlos como propios, eventos de violación sexual, y actuaciones de bandas criminales con el propósito de venderlos. Podía, por ende, existir un objetivo económico para esos delitos, pero diferente al pago de un rescate por parte de los familiares, lo que hacía que cualquier niño, independientemente de la posición económica de la familia a la que pertenecía, pudiera ser un blanco potencial.
Trasladándonos al mundo cibernético de nuestros días, una opinión similar podría expresarse en relación con los secuestros virtuales de datos y equipos. A distancia, los delincuentes ingresan en sistemas informáticos con propósitos diversos, algunos para infligir daños maliciosos y otros para denunciar comportamientos que consideran censurables. Pero también actúan para pedir rescate a los afectados por el ataque, obligándoles a pagar para desbloquear equipos encriptados, o como precio por no publicar datos confidenciales.
Aunque el dinero involucrado puede ser elevado, esa última clase de secuestro informático es más predecible, y si el pago se efectúa, su desenlace suele ser la recuperación total de los sistemas afectados. Desde ese ángulo, se asemejan más a transacciones de negocio susceptibles de ser evaluadas con el instrumental analítico a disposición de los economistas.

Gustavo Volmar