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Rol subsidiario

Tomando a Chile como ejemplo, el fin del neoliberalismo fue demasiado arriesgado para el 62 % de los votantes que se opusieron a la reforma

Uno de los principios más ardientemente defendidos por el sector empresarial a nivel mundial, es el de que el Estado debe desempeñar un papel subsidiario en la economía. Eso significa que únicamente debe hacerse cargo de aquellas tareas y funciones que el sector privado no pueda o no quiera llevar a cabo adecuadamente, actuando mayormente como árbitro, regulador y facilitador.

Además de sustentarse sobre el concepto de la libertad de los ciudadanos para desarrollar sus iniciativas, ese postulado se fundamenta en el criterio de que la participación estatal es intrínsecamente menos eficiente que la privada, razón por la que conviene evitarla a menos que no haya otra alternativa.

Como era de esperar, ese punto de vista es combatido con un ardor similar por los sectores políticos de izquierda, frecuentemente apoyados por diversos grupos laborales, estudiantiles, ecologistas, campesinos y sindicales. Para ellos, confinar la acción gubernamental a un espacio secundario, esencialmente complementario de lo que el sector privado decida hacer, equivale a perpetuar la concentración de la riqueza, la desigualdad de oportunidades, la marginación de grupos minoritarios y el retraso de los segmentos sociales desposeídos.

El reconocimiento de que los países más prósperos tienden a ser aquellos en los que predomina la iniciativa privada y sistemas de libre empresa, ha conducido a que el rol subsidiario del Estado se consolide como la norma a seguir. Argumentar que su papel puede ser primario, dándole luz verde para intervenir en las actividades que juzgue pertinente, es visto, por lo tanto, como una injerencia peligrosa, propia de regímenes extremistas que terminan destruyendo el aparato productivo y la estabilidad macroeconómica.

Tomando a Chile como ejemplo, el fin del neoliberalismo prometido por el presidente Boric, asumiendo el Estado un carácter social y plurinacional, fue demasiado arriesgado para el 62% de los votantes que se opusieron a la reforma constitucional.

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Doctor en Economía de Columbia University especializado en empresas, mercados, pronósticos y riesgo.