Casa dividida
La economía estadounidense es hoy mucho más próspera que decenios atrás, pero segmentos tradicionales han sido perjudicados
Luego de unos veinte años de ausencia, una persona que regresara ahora a los EE.UU., sin haberse mantenido al tanto de lo acontecido en ese lapso, encontraría un panorama muy diferente al que antes conocía. Idos o atenuados están la cohesión social, las creencias religiosas, el respeto por las opiniones ajenas y la confianza en las soluciones graduales. En su lugar constataría el arraigo de los antagonismos sectoriales, los intereses personales sobrepuestos a los objetivos colectivos, la intolerancia con la disparidad de criterios, y el convencimiento de que se necesitan medidas drásticas para que el país se encamine en la dirección correcta. Quien piensa distinto no es visto como un contrapeso de los puntos de vista propios, sino como un adversario cuyas ideas no deben ser rebatidas sino aplastadas.
Para explicar ese cambio tan notable, es fácil atribuirlo a la influencia ejercida por Donald Trump, y curiosamente eso es lo que parece entender una gran parte del electorado, tanto entre los que están a favor de él como entre los que se le oponen. La consecuencia es que sus partidarios lo apoyan sin que les importen en lo más mínimo sus cuestionables propuestas y las acusaciones en su contra. Y que sus enemigos prefieran atacarlo a él, más que defender a su probable rival en los comicios del próximo año.
Un análisis menos superficial, sin embargo, permite concluir que las causas reales estaban presentes desde antes, siendo el talento o habilidad de Trump haberlas identificado, sistematizado y aupado en su provecho. A su vez, esas causas tienen una manifestación económica, derivada de una alteración demasiado rápida de la estructura productiva, en la que los servicios y el intercambio comercial echaron a un lado a la industria doméstica. En conjunto, la economía estadounidense es hoy mucho más próspera que decenios atrás, pero segmentos y ocupaciones tradicionales han sido perjudicados, y con ellos multitud de regiones y pueblos pequeños e intermedios en los que el resentimiento prevalece.
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